Estimado senador Escalona: no tengo el gusto de conocerlo. Créame que tengo el máximo respeto por una persona que estuvo en la primera línea del fuego y que corrió riesgos para recuperar la democracia en este país. Tal vez no lo sepa o no lo recuerde, pero en este mismo medio de prensa yo reaccioné con alarma cuando usted utilizó por primera vez los términos de vampiros y chupasangres. Déjeme aclararle también que no creo ser un lacayo del imperialismo ni un agente de las transnacionales. Creo en la negociación colectiva y creo que, como en todos los países industrializados, las leyes deben impedir una subcontratación espuria. También creo que no faltan algunos empresarios que se pasan de la raya en materia laboral. No creo en la teoría del "chorreo", la cual ha demostrado su invalidez desde 1810 en adelante. Creo que la inequidad y la exclusión social de este país son insoportables. He votado siempre por la Concertación y estoy convencido, por profundas razones, de que no votaré por la Alianza. Pero sus expresiones me hacen temblar la mano entre el voto en blanco y el voto por una coalición que, por mucho arco iris que tenga en su interior, tiene entre sus grandes próceres a gente como usted que todavía tiene la mente enterrada en el siglo XX, o más bien en el XIX. También creo que el rol del Ministerio del Trabajo debe ser el de vigilar que las leyes se cumplan para lado y lado, y actuar como justo arbitrador y vigilante de la legislación laboral, no como árbitro saquero y menos aún cuando una de las partes en conflicto es la empresa estatal que le paga buena parte de su salario y cuyo directorio forma, supuestamente, parte de su mismo gobierno. Dicho lo anterior, y con todo respeto, creo que el chupasangre es usted. Paso a explicarme: usted no chupa la sangre a los subcontratistas, ni a los obreros. Les chupa la sangre a los indigentes, a las mujeres jefas de hogar y a los desempleados. Y frustra el proyecto de desarrollo de un país que, a mi juicio, debiera aspirar a ser una socialdemocracia avanzada, moderna y eficiente. Cuando hace éstas y similares declaraciones: a) aumenta el riesgo país; b) ignora que los inversionistas chilenos e internacionales hoy pueden escoger entre invertir en Chile, Perú o Nueva Zelanda y no van a querer invertir en un país donde distinguidos y poderosos próceres como usted dicen este tipo de barbaridades frente a un pronunciamiento de la Corte Suprema; c) en consecuencia, hace caer la tasa de crecimiento de este país y la capacidad de generación de empleo digno y bien remunerado, y d) para terminar de cerrar la cadena de consecuencias, provoca una disminución de la recaudación tributaria que podría servirnos para la imprescindible mejora educativa y protección social de los pobres y desempleados que presumiblemente usted defiende. Le propongo con todo respeto, senador, que usted y unos 20 jóvenes socialistas emprendedores se den una vuelta larga por Noruega, Dinamarca, Nueva Zelanda y Suecia para que vean cómo se manejan las relaciones y la legislación laboral en esos rumbos, cómo logran mantener el desempleo en niveles mínimos, buenas remuneraciones y un elevado ingreso per cápita, estupendos indicadores de equidad, en un contexto de elevada flexibilidad laboral. Tal vez, después de ese viaje, llegue a la conclusión de que ya está siendo la hora de colgar los botines de viejo guerrero del socialismo añejo, enmarcar sus bien merecidas medallas y les deje paso a jóvenes que, siendo tan socialistas como usted, tengan menos telarañas en la cabeza y comprendan mejor el desafío de lograr crecimiento con equidad en un pequeño país alejado de las rutas comerciales, con escasas fuentes de energía, con un bajo nivel educativo, que debe lograr competir y atraer inversiones y talento en un mundo globalizado. Dele al menos una vueltita a la idea. |
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