En la política española no se estila mucho eso del estilo. En otras latitudes los profesionales de la cosa pública entienden que su imagen, también la que transmiten con su atuendo, es parte fundamental en su estrategia. En España, en cambio, aún son legión los políticos que aseguran (y viendo el resultado final, parece que muchos son ciertamente sinceros) no dedicar un minuto a preocuparse por su aspecto y que no le conceden importancia alguna a lo que entra y sale de su armario.
Bien lo sabe Patrycia Centeno (A Coruña, 1983). Ella aconseja a algunos de esos políticos sobre cómo deberían vestir para mejorar su imagen. Prefiere no desvelar a cuáles y, muy probablemente, si a esos mismos cargos públicos se les preguntara, negarían bajo juramento estar recibiendo tan banal asesoramiento. Y es que eso de la estética se sigue percibiendo como demasiado superfluo, materia tan superficial en comparación con el mensaje y el discurso (ay, si realmente tantos se preocuparan por el fondo en lugar de las formas).
Centeno, periodista y asesora de comunicación, es especialista en el estilismo para políticos. Además de su labor como asesora, dirige el portal web politicaymoda.com y ahora ha decidido volcar sus conocimientos en un libro homónimo. Política y moda (Península), ameno manual, repleto de anécdotas y algunas lecciones (necesarias) para que nuestros políticos se apliquen algo de oportunidad y coherencia estilísticas.
En estos tiempos en que la imagen manda, ¿una camisa y una corbata bien conjuntadas valen más que mil palabras?
No debería ser así. De un político esperamos que ofrezca soluciones con sus acciones y su discurso. Pero el discurso de los políticos cada vez es más pobre, así que se precisa una imagen más llamativa.
Obama y Rajoy, frente a frente.
Del mismo modo que los mensajes se disfrazan o se hacen lucir con frases de titular y con palabras emotivas, ¿cuántoviste las ideas la ropa de cada cuál? ¿Tan importante es para un político ir bien vestido para venderse mejor… o para mejor comprar los votos?
Lo es. Y mucho. Lo más importante del estilismo de un político es la coherencia, exista una correlación entre lo que se piensa y lo que transmite la estética. La incoherencia en un político se paga, y también puede haberla en lo estilístico.
Entonces, ¿en política no es aplicable aquello de que aunque la mona se vista de seda -y en este caso la mona sería un político tratando de aparentar lo que no es para ganar votos-,mona se queda?
Es que en política una buena imagen es capaz de vender una mala idea, pero con una mala imagen resulta muy difícil que la gente vea que una idea es buena. Con su estética, los políticos han de buscar transmitir seguridad, seriedad y cercanía. Sin ello, es más complicado que cale el discurso.
Desde la chaqueta de pana de Felipe y los marcelinos del camarada Camacho, ¿cómo ha evolucionado el arte del vestir entre los políticos españoles?
Pues no ha evolucionado a mejor. Se ha estancado o incluso se ha ido a peor. Cuando existe un mensaje potente, la ropa que se lleve pierde importancia. Si un político tiene verdadera fluidez verbal se puede permitir tener una imagen sosa. Pero desde finales de los 90 las ideologías se diluyen, todos quieren ser de centro… el discurso se ha empobrecido y se busca no definirse con el discurso... Pero también no definirse con la imagen. Los políticos todos recurren al traje, la camisa y la corbata, como hace un siglo, sin más. Igual que se uniformizan en lo ideológico, se uniforman en lo estilístico. Visten igual que antaño, pero con peor calidad y con peores formas. Los políticos piensan que ponerse el traje es suficiente, pero hay que saber vestirlo.
¿La política espectáculo ha hecho que nuestros políticos se hayan vuelto más cuidadosos con el modelito de cada día?
Quizá en otros países, en España desde luego, no. En Estados Unidos y en Latinoamérica los políticos han asimilado que la imagen es muy importante. Pero en España se sigue percibiendo como algo superfluo y banal. Existe cierto complejo si se viste bien, así que todos los políticos se apresuran a asegurar que no le dan importancia a la moda, que no dedican tiempo a esas cosas, e incluso que no gastan mucho en ello.
Portada del libro 'Política y moda'.
¿Se dejan asesorar los políticos españoles sobre qué ponerse para cada ocasión?
Lógicamente, no. Si están convencidos de que no es importante su estilo y de que no influye significativamente en el voto. Hay algunas excepciones, pero pocas. En cualquier caso, en España existe poca profesionalización, no hay asesores específicos de estética y vestido. Da algún consejo general los asesores de comunicación, los mismos que se encargan de desde los mítines a la web de campaña.
Los Gobiernos, en principio, tienen vocación de permanencia. ¿No supone una negación per se a estar sometidos a la tiranía de las tendencias y la moda?
En efecto. Realmente un político no debería ir a la moda. Me explico: la política es de por sí conservadora y las modas caducan cada seis meses, por lo que un político lo tiene que hacer es actualizar su imagen con tendencias de ahora. Ir sumando detalles que haga que la gente de la calle perciba cercanía.
Ahora que el traje y la corbata se han democratizado, ¿lo que distingue a quien tiene verdadero poder es poder ir como quiere en cada ocasión?
Así quedó demostrado con Steve Jobs presentando los productos de Apple con tejanos y un jersey de cuello alto. Si realmente tienes poder, la fuerza que transmite tu discurso hace que la imagen pueda ser cualquiera. En el siglo XXI no es imprescindible ir con traje y corbata.
Si se cruza con un diputado de segunda fila en el Congreso, ¿usted sabe distinguir si es de izquierdas o derechas, del norte o del sur...? ¿Hay uniformes que caractericen a según qué partidos?
Actualmente, no. Van todos igual. Las apariencias engañan, aunque bien es cierto que las palabras mucho más. Los políticos españoles siguen pensando que tener una buena imagen no casa con la intelectualidad. Así que hoy por hoy, todos llevan el mismo uniforme. Pocos se atreven a innovar.
El desliz de Cospedal con un pañuelo palestino.
¿Hasta qué punto son justas, o están justificadas, las críticas contra lo que deciden ponerse los políticos? Habrá quien piense, y quizá con razón que, ese juicio permanente a las formas y los trapitos peca de superficialidad.
Lo importante de la imagen de un político es la coherencia con la ideología que representa, no si gusta o no lo que lleva puesto. A mí me encantó el pañuelo palestino con el que María Dolores de Cospedal [secretaria general del PP y presidenta de Castilla-La Mancha] ofreció una rueda de prensa, pero en su caso por el partido al que representa es un error y es totalmente incoherente. La ideología y el vestido han de alinearse, hay que evitar a toda costa conflictos ideoestéticos.
Las críticas contra Angela Merkel por lucir un escote exagerado en una noche de ópera serían consideradas sexistas de no ser canciller.
Hay mucho machismo en este ámbito. Las mujeres son objeto de muchas más críticas. Pero que cada crítica a una mujer sea sexista no es cierto. El atuendo de todo político debe transmitir seguridad, seriedad y cercanía. Si Merkel luce un escotazo nadie va a atender a lo que diga. La imagen no puede despistar del mensaje, debe solo aportar.
Pero parece claro que las mujeres están sometidas a un escrutinio más riguroso en función de su armario.
Desde luego, pero no solo en política. Si Rajoy aparece con la camisa con tres botones desabrochados recibiría críticas, y éstas no se considerarán sexistas. Políticas como Angela Merkel o en su día Margaret Thatcher imitan el uniforme masculino vistiendo siempre traje, y cuando son más femeninas, chirría. Pero la diferencia está en si se viste bien o si se elige mal. La francesa Ségolène Royal o aquí Elena Salgado han sabido crear una nueva estética a la vez femenina y profesional.
No me resisto a pedirle un ranking de los políticos que mejor visten.
Indiscutiblemente, a la cabeza está Barack Obama. Está a años luz de los demás. Da igual que vaya en traje o en bañador, no pierde el aura de presidencia. En España, hay casos destacables como Josep Antoni Duran Lleida, que ha sabido actualizar el uniforme del político; o Elena Salgado, que ha abordado con valentía el uniforme femenino; o también Alberto Ruiz Gallardón, que su estilo es muy coherente y elige bien sus trajes y los tejidos…. Deberían aprender de él el resto de ministros.
Merkel, una noche en la ópera.
¿Y los peores? Despáchese a gusto contra los casos más flagrantes.
En la política nacional, la lista sería infinita. Por su relevancia, un caso evidente es el de Mariano Rajoy. Como máximo responsable del país debería mejor mucho su imagen. Debería mejorar el corte de sus trajes, la calidad de sus camisas, la elección de sus corbatas... Mientras Obama siempre proyecta una imagen de presidente... Rajoy, claramente no. Por otro lado, Soraya Sáenz de Santamaría ha mejorado mucho con el tiempo, pero aún transmite tener un complejo por su estatura y una portavoz del Gobierno no puede permitirse esa inseguridad.
En términos de armario, ¿Rajoy ha traído un cambio en relación a Zapatero? ¿A mejor o a peor?
No ha habido ninguna evolución. Cuando un político llega al poder, sus asesores empiezan a vestirle de presidente, cambia de indumentaria. Rajoy aún no viste de presidente, le hace falta tiempo. A Zapatero le vistieron de presidente, pero estaba claro que no se sentía cómodo así. Creo que el día que mejor transmitió imagen de presidente fue en el que anunció que no volvía a presentarse a las elecciones: con tejanos oscuros, camisa blanca y americana negra. Ese día sí que estaba cómodo y sí que parecía un presidente.
Como asesora de imagen, ¿cree que política española habría agradecido que Carme Chacón se hubiera impuesto en el Congreso del PSOE a Rubalcaba?
Chacón habría dado mucho más juego... también habría despertado más críticas. En cualquier caso, Rubalcaba no lo hace mal. No destaca por su imagen, sí. Pero transmite con su discurso fuerza, seguridad y seriedad y basta con que la imagen no desentone.