| Bernardo Díaz (21-12-2007)
Tomen nota. Mi número de celular es el 315 506 87 79. Dejen su mensaje a cualquier hora del día para sugerencias o peticiones'. Así se claro se mostró el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, ante los sorprendidos asistentes de la asamblea general de la Organización Mundial del Turismo, celebrada hace unos días en Cartagena de Indias. Aparte de la anécdota, que provocó que centenares de personas (periodistas y empresarios) sacasen apresuradamente sus bolígrafos para apuntar el número telefónico del máximo mandatario, Uribe quiso lanzar un mensaje de lo que constituye un aspecto esencial de su mandato: la 'transparencia en las normas y la máxima atención y facilidades a la iniciativa privada'. Desde que llegó al poder hace más de cinco años, Colombia ha gozado de una de las etapas de máxima prosperidad (el crecimiento actual supera el 6%) aupada por la reducción de la conflictividad (la guerrilla está arrinconada en territorios selváticos), lo que ha llevado a que la inversión extranjera se recupere hasta los 7.000 millones de dólares anuales. La receta de Uribe es la que aplican otros mandatarios vecinos como la socialista chilena Michelle Bachelet o el mexicano Felipe Calderón. 'Estado responsable con el bienestar social y la redistribución de la renta pero no estatismo que anule la iniciativa privada y que no respete las instituciones; empresas fuertes, con bienvenida a la inversión exterior pero rechazo a los monopolios, públicos o privados ', en palabras del presidente colombiano. Lejos queda la otra forma de hacer política económica, enfrascada en el dirigismo que propugna su otro vecino, el venezolano Hugo Chávez, seguido en parte por el boliviano Evo Morales, el nicaragüense Daniel Ortega o el ecuatoriano Rafael Correa. El intervencionismo de estos líderes populistas, vía nacionalización de sectores considerados prioritarios o renegociación de contratos con las multinacionales, está provocando un profundo pesar en las compañías que han invertido miles de millones de dólares en la región en los últimos diez años, entre ellas las españolas (Telefónica, BBVA, Santander, Endesa, Gas Natural...) Las fuentes empresariales consultadas, de filiales españolas y fondos de inversión extranjeros con intereses en la zona, han visto con buenos ojos el 'no' a Chávez dado por la propia población venezolana en el referéndum del 2 de diciembre, por el que el presidente pretendía reformar la Constitución para perpetuarse más de dos mandatos en el Ejecutivo y desarrollar 'con solidez' su proyecto bolivariano, que desea extender a toda América Latina, financiado con petrodólares. La negativa ha supuesto para Chávez un serio contratiempo a sus pretensiones. Sin embargo, a pesar de la diferencia de criterios que pueda haber entre una forma y otra de hacer política económica, ambos polos están condenados a entenderse en un mundo cada vez más globalizado. Un ejemplo lo constituye el recién creado Banco del Sur. Esta institución, surgida a instancias de Chávez como banco regional para proyectos de desarrollo, independiente de los dictados del Fondo Monetario Internacional, corre el riesgo de nacer muerta por las discrepancias entre sus miembros fundadores (Brasil, Argentina, Ecuador, Paraguay, Uruguay y Bolivia), con posiciones muy dispares respecto al FMI. Banco del Sur y Mercosur Venezuela cuenta con insuflar la mayor parte de los 7.000 millones de dólares de capital inicial, pero Brasil y Argentina han renunciado a comprometer cantidades concretas. En la cumbre del Mercosur de esta semana también se han visto patentes las diferencias entre los dos socios mayores, Argentina y Brasil, y los menores, Paraguay y Uruguay, algo que pone en un brete la reactivación de negociaciones con la UE para un acuerdo de asociación comercial, prevista para mayo de 2008. Todo ello se produce en un momento en el que la región crece como nunca. Según datos de la Cepal, este año se salvará con un alza del PIB en toda América Latina del 5,6%, completando cinco años consecutivos de expansión. Pero el organismo avisa de la necesidad de que sigan manteniéndose los flujos de inversión extranjera. Quizá dar el teléfono al público, como hizo Uribe, no sea la manera más acertada, pero asegurar la estabilidad en los contratos empresariales durante 20 años como también ha anunciado, va en el camino correcto. |