Tan exótico debe resultar a un japonés llegar en un crucero a Eivissa, como resulta para Eivissa recibir a un barco cargado de ellos, no tan sólo por lo exótico de la situación, sino también por el corto número de buques dedicados al mercado crucerístico en el país del sol naciente. Repasando el registro naval japonés, la cifra se limita a siete unidades, y la mayor parte de ellos navegan por el Océano Pacífico.
El `Nippon Maru´ es propiedad de Mitsui, empresa familiar fundada en 1673 en forma de tienda en la que se vendían kimonos. En tres siglos y medio de historia, esa firma se ha convertido en uno de los holdings empresariales más grandes de Japón y también en una de las compañías más importantes que cotizan en Bolsa, con intereses en la banca, motor, alimentación, minería, petroquímica o navegación. En este último campo, Mitsui OSK Lines opera 350 barcos mercantes -gaseros, petroleros, portacontenedores, ferries- y tiene una pequeña subsidiaria dedicada al mercado de los cruceros con dos buques: el `Fuji Maru´ y el `Nippon Maru´, que desde las ocho de esta mañana está atracado en el muelle adosado Duques de Alba.
Las medidas del barco, muy discretas frente a las moles que han entrado en servicio en los últimos años -como el `Navigator of the Seas´, que visitó Eivissa hace unos días- hacen que el número de zonas públicas sea mucho menor. Lo que no falta es un salón principal, una sala de lectura en la que también se dan conferencias, un piano bar y un washitsu con tatami. Esto último es una sala que tiene reminiscencias del pasado, puesto que su suelo está cubierto por tatamis, colchones duros, en los que antiguamente dormían los japoneses en sus casas, o con un futón apoyado sobre este suelo que se mide en extensión precisamente por el número de tatamis que tiene y no por metros cuadrados. Los washitsu siguen existiendo actualmente en buena parte de las casas del país, aunque las decoraciones de estos lugares se van occidentalizando cada vez más, por lo que un espacio así en un barco es una peculiaridad que se da en muy pocos cruceros. La sala contiene varias mesas bajas, llamadas kotatsu, rodeadas de unos cojines para sentarse, los zabutones, que usarán buena parte de los pasajeros que están realizando un crucero por el Mediterráneo, cuidados por una tripulación de 160 personas.
A bordo, los camarotes se dividen tres tipos, suites, `de lujo´ -como en tantos aspectos de la vida, este concepto es especialmente subjetivo- y cabinas normales. Entre todos suman 204. Sólo hay un restaurante, que sirve cocina tradicional japonesa y algunas recetas occidentales, que suelen coincidir con las zonas que se visitan, aunque siempre prima lo oriental a bordo. Uno de los aspectos que lo distingue de otros buques de crucero es la zona de relajación, donde los pasajeros pueden usar un gran baño al estilo japonés, dividido para su uso entre mujeres y hombres y con diversas zonas de lavado, según la tradición nipona. También hay una sauna, servicio de masajes y un salón de belleza en la misma zona.
Y en la línea de la diferenciación también está el juego. Al estar matriculado en Tokio, el `Nippon Maru´ está bajo pabellón japonés, lo que le somete a ciertas limitaciones, como la prohibición del juego, vigente en todo el país. El veto a los casinos es total, aunque no así a algunas apuestas de carreras de caballos, lanchas, ciclismo o motociclismo. Otros juegos como loterías, o los llamados pachinko y mahjong, son clasificados como entretenimientos y entran dentro de la legalidad. Aun así, el barco tiene un pequeño casino, pero en lugar de darse premios en efectivo, los apostantes reciben regalos y otros premios no económicos a cambio de apuestas muy bajas, de las que un adicto a Las Vegas se llevaría las manos a la cara... para tapar su sonrisa por lo pueril de la situación. Lo mismo sucede en los barcos de pabellón alemán, aunque en este caso los buques de compañías de esta nacionalidad suelen tener un pabellón más laxo en todos los sentidos, como por ejemplo Bahamas, donde están matriculados todos los lujosos barcos de la Hapag Lloyd.
Se prevé que el barco zarpe hacia Málaga hacia las seis de la tarde. Hasta entonces tanto en Vila como en otras zonas de la isla, una pequeña invasión de orientales a pie y en autobuses dará un toque exótico a este tranquilo lunes de mayo. Así que si ven un grupo de japoneses probando unas hierbas en su terraza habitual, admirando las vistas de Dalt Vila, comprando en tropel cualquier artículo o simplemente despistados tratando de descifrar las indicaciones de las calles, ya saben de donde vienen.
Saludos
Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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