AGRICULTURA Cuba: catástrofe agraria Oscar Espinosa Chepe LA HABANA, Cuba - Marzo (www.cubanet.org) - Cuba importa anualmente el 84,0% de los alimentos destinados a la canasta básica, por lo cual eroga unos mil millones de dólares, expresó recientemente la viceministra de Economía y Planificación Magalys Calvo.
Resulta realmente sorprendente esa declaración de la alta funcionaria, si se considera que históricamente la agricultura constituyó la base de la economía cubana. Fue la gran azucarera del mundo. Su tabaco era el más reconocido internacionalmente. La ganadería llegó a tener más de 7 millones de cabezas, aproximadamente 1 por habitante, y los pies de cría se exportaban a Venezuela, República Dominicana y otros países vecinos. Se enviaban vegetales y frutas a Estados Unidos y Canadá; ya no se recuerdan las tomateras de Manacas o los emporios de riqueza agrícola y pecuaria de Pinar del Río, La Habana, Matanzas, Camagüey, Sancti Spiritus, Bayamo y otras zonas de la isla.
Nunca hubo que importar café, sino que se exportaban cantidades de muy alta calidad. Al mismo tiempo, en cualquier esquina podía consumirse una tacita de café puro a tres centavos. En las estadísticas anteriores a 1959, se pueden encontrar los datos sobre el henequén utilizado en la producción de sogas y cordeles comercializados en el mercado exterior, después de satisfacerse el consumo nacional.
Todo eso es historia antigua. Hoy se importa azúcar de Colombia, Brasil y hasta de Bielorrusia. Si el tabaco no ha desaparecido es gracias a compañías extranjeras. Las viandas y vegetales escasean, mientras los precios son prácticamente inaccesibles para los ciudadanos. La masa ganadera, visiblemente desmedrada, está por debajo de los 3,9 millones de cabezas, según las estadísticas oficiales, aunque muchas personas dudan que sea cierto, ya que no se hace un conteo desde 1978. Los niños pierden el derecho a que se les venda un litro de leche diario al cumplir 7 años, y la carne de res resulta prohibitiva para la población. Frutas como el anón, la guanábana, el caimito, el canistel, la chirimoya, gran parte de los ciudadanos nacidos después de 1959 no conocen. Durante décadas el café se vendió racionado y mezclado con sustancias extrañas; hoy se comercializa a razón de 4 onzas (115 gramos) por persona mensualmente y se dice que es puro; si se desea más, hay que comprarlo a elevados precios en las divisas que el pueblo apenas tiene. El henequén ha dejado de ser un problema, porque prácticamente ya no existe.
Si esto se analiza desde el punto de vista de las cifras, el nivel de la actividad agricultura, caza, silvicultura y pesca muestran un descenso de más de un 60,0% entre 1989-2004, en conjunto y a valores comparables. En 1989, cuando ya la agricultura no estaba bien, la participación del sector en la generación del Producto Interno Bruto (PIB) fue del 9,8%; en 2006 resultó del 3,6%, inferior incluso al sector cultura y deportes (3,9%). Como dato adicional puede decirse que más de un millón de hectáreas de tierra se encontraban ociosas al cierre de 2005, o sea cerca de la quinta parte de la superficie agrícola del país, según las estadísticas oficiales. Asimismo, el 34,4% son pastos naturales, en su mayoría invadidos por el marabú y otras malezas por falta de mantenimiento. Incluso de las tierras cultivadas se obtienen pobrísimos resultados, como es el caso de la caña de azúcar, cuyo rendimiento por hectárea ronda los 22-24 toneladas, mientras a nivel internacional oscilan entre 63-70 toneladas por hectárea como promedio, de acuerdo con la Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas (FAO).
A esto se añaden las enormes extensiones de tierra degradadas debido a muchos años con deficiente laboreo, inadecuada rotación de los cultivos, compactación de los suelos, mal manejo del riego, uso indiscriminado de fertilizantes y pesticidas, y altas dosis de negligencias, todo lo cual ha redundado en 1,0 millón de hectáreas de tierras salinizadas, 2,9 millones con erosión de muy fuerte a media, 2,7 millones con mal drenaje, y 1,6 millones de áreas compactadas, entre otros daños causados a los suelos, de acuerdo a estadísticas oficiales. También se aprecian afectaciones al manto freático debido a que la excesiva utilización ha propiciado la penetración de las aguas de mar, lo cual ha ocasionado altos niveles de salinización en muchos lugares. Todo lo anterior contradice la pretensión del régimen de presentarse internacionalmente como un paradigma del cuidado del medio ambiente.
Lo anteriormente expuesto explica la alta dependencia de las importaciones para la alimentación de los cubanos. Sólo posible por la subvención de Venezuela. Por cierto, el mayor suministrador de alimentos a Cuba es Estados Unidos de América que, a su vez, constituye el sexto socio comercial, según fuentes oficiales cubanas.
Las bases de este desastre agrario están en el sistema totalitario voluntarista y el latifundio estatal, que han liquidado la iniciativa del campesino. Para resolver esta gravísima situación de dependencia del exterior de un rubro básico para la soberanía e independencia económica nacional, como son los alimentos, resulta indispensable la entrega de la tierra al campesino y la consecuente liberación de las fuerzas productivas, a fin de que los hombres de campo debidamente estimulados no sólo alimenten al pueblo cubano, sino creen excedentes exportables que se reviertan en riqueza para la nación. En tanto eso no ocurra, la carencia de alimentos continuará, profundizándose la dependencia del extranjero. |