miércoles, 07 de marzo de 2012
Arnaldo Mirabal Hernández
Todo comenzó un 12 de marzo de 1962. En una porción de terreno cercana a Perico, personas sin experiencia en la investigación científica, recién graduados en su mayoría, se dieron a la tarea de conformar un centro dedicado al estudio de pastos y forrajes para el desarrollo ganadero. Nacía así la Estación Experimental Indio Hatuey.
Los cambios periódicos en la dirección e inestabilidad en su fuerza de trabajo técnica, la incertidumbre, el debate, la búsqueda afanosa del rumbo correcto, y las constantes visitas del máximo líder de la Revolución, signaron aquellos primeros años.
Cinco décadas han pasado. De aquella incipiente institución con apenas un aula, un albergue, cocina y almacén, y con tan solo tres graduados, resurge otra de alcance internacional, orgullo no solo de los lugareños del antiguo central España Republicana, sino de todos los matanceros.
LA ESTACIÓN POR DENTRO
Al arribar los difíciles años 90, Indio Hatuey exhibía un sostenido trabajo de investigación, estrechamente ligado a la alimentación vacuna.
Giraldo Martín Martín, director por más de 15 años y quien se asegura discípulo de Hilda Machado, destaca que "con el decurso la institución trabajó muy fuerte en la evaluación y selección de plantas forrajes, tanto gramíneas como leguminosa, junto a especies arbóreas que pudieran contribuir a la alimentación del ganado vacuno.
De esta manera se estudiaron más de 4 mil especies, de diferentes géneros y variedades, originando 30 variedades comerciales.
A partir de los '90 llevan a cabo un análisis de su misión, ya que bajo las nuevas condiciones era imposible atender grandes extensiones de tierras sin los insumos requeridos.
Diversificaron la producción agropecuaria para garantizar la sostenibilidad de dichas empresas ganaderas; a partir de ahí pusieron énfasis en los estudios de árboles forrajeros, pues podrían sustituir el aporte nutricional que hasta entonces recaía en los concentrados importados.
"Comenzamos-explica Giraldo Martín- un proyecto de cómo convertir los residuales de la agricultura en energía para el medio rural.
Así surge el proyecto BIOMAS CUBA, que ha incursionado en tres temas fundamentales: desarrollo de la producción de biodigestores para la creación de biogás; validación de tecnologías de producción de biodiesel a partir de oleaginosas no comestibles; y el uso de los residuales de los sistemas silvopastoriles para producir energía eléctrica en gasificadores de biomasa.
Hoy tienen a la agroecología como base y ciencia que ampara todos los estudios y la diversificación de la producción animal y vegetal, como parte del sistema productivo para lograr la sostenibilidad de este.
Hay que destacar resultados en la producción de césped para jardines y campos deportivos; unido al estudio del gusano de seda, que puede ser útil para la elaboración de tejidos, o para productos que se utilizan en la cosmética y la medicina.
LOS TRABAJADORES TIENEN LA PALABRA
Para el doctor Félix Ojeda García fue un reto como químico porque nada sabía de pastos y forrajes. Desde su llegada, en 1972, se dio a la tarea de superarse aún más.
"Fue un reto, porque mi perfil no era ese, lo cual implicó una superación constante. Empezamos a desarrollar tecnologías para la conservación de los pastos y los forrajes, que hoy se mantienen vigentes. En la medida que el país ha ido evolucionando se le incorporaron subproductos agroindustriales".
"Aquí realicé el doctorado en ciencias y he contribuido a la formación de muchos jóvenes. La institución se ha redescubierto. Nos hemos desarrollado a lo largo de estos años, mucho más insertados en la producción, para imbricar al hombre dentro de las tareas productivas, y ya da sus frutos.
Aunque el joven Máster Onel López Vigoa había pasado parte de su infancia y adolescencia becado, no pensó dos veces incorporarse como recién graduado de veterinaria.
"Era la primera opción de mi boleta, a pesar de que en un principio temí un poco por alejarme de los estudios clínicos.
El oriundo de Monte Alto, finca Calzadilla, de Los Arabos, conoció a su esposa en la estación, y constituyó una familia. Dentro de algunos meses ostentará el grado científico de doctor.
Cuentan que lo que pase por las manos de Carlos Arturo Gómez García se logra. Y no es que sea mago, como bien él explica, se debe a la experiencia adquirida en 50 años vinculados a Indio Hatuey.
"Si fuera a resumir en pocas palabras lo que representa esta entidad, debería hablar de mi vida, porque medio siglo en la vida de un hombre es prácticamente su tiempo útil. Pero doy un poco más, porque tengo experiencia y soy útil todavía."
Así refiere quien tiene la misión de mostrar en el terreno los resultados de las investigaciones. Con su machetín a la cintura y su moto Minerva, da una visión del centro, donde tradición e investigación se dan la mano. Porque a la larga la agroecología es vivir en armonía con la naturaleza, como nuestros antepasados, solo que en Indio Hatuey la búsqueda de conocimiento es una constante.
Se pudiera hablar de mucho más; del susto que se llevó Magalys Ramírez, secretaria del director, cuando una vez levantó el teléfono y era Fidel quien estaba al habla; del sentido de pertenencia ilustrado en la guagua en que una decena de cardenenses cada día viaja a Perico y no a Varadero; de la cantidad de jóvenes que llegan y se quedan, de Yuvan "ta", el talento, joven hiperactivo que atiende a la prensa y es además excelente científico.
Y es que en Indio Hatuey, donde se abona y cultiva el conocimiento, uno percibe la grandiosa obra de la Revolución, desde la sencillez de los hombres y mujeres que allí la laboran.
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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