L. Ramírez/J.M. Jaque
Cada vez son más las mujeres que ingresan al mundo laboral, como cada vez más persistente la brecha de género y sus consecuencias: feminizar la pobreza entre los trabajadores.
Así lo dicen las cifras y la realidad, la que hoy fue evidenciada en el informe Tendencias Mundiales del Empleo de las Mujeres 2007, difundido por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con ocasión del Día Internacional de la Mujer.
La brecha se manifiesta a través de diferencias entre mujeres y hombres en el empleo, la seguridad laboral, salarios y acceso a la educación.
De acuerdo con este informe se ha registrado el número más alto de mujeres que participan en el mercado laboral, incluyendo tanto aquellas que tienen empleo como las que están buscándolo en forma activa. Las estimaciones de la OIT indican que en 2006 había 2,9 mil millones de trabajadores en el mundo, de los cuales 1,2 mil millones eran mujeres.
Pero también hay más mujeres que nunca en situación de desempleo (81,8 millones), destinadas a trabajos de baja productividad en la agricultura o los servicios o recibiendo menos paga por el mismo trabajo de los hombres.
A pesar de los progresos aún hay demasiadas mujeres atrapadas en trabajos mal retribuidos, con frecuencia en la economía informal, sin suficiente protección legal, con poca o ninguna protección social, y con un alto grado de inseguridad, dijo el director general de la OIT, Juan Somavía.
El informe plantea que las mujeres deben tener la oportunidad de salir de la pobreza por sí mismas junto con sus familias a través de la generación de oportunidades de empleo decente que les permitan realizar un trabajo productivo y remunerado en condiciones de libertad, seguridad y dignidad humana. De lo contrario el proceso de feminización de la pobreza continuará avanzando y será heredado por la siguiente generación.
Chile y sus dudas
El informe de la OIT muestra que, tal como ocurre a nivel internacional, en nuestro país las mujeres tienen una participación importante y creciente en el mercado laboral.
Se destaca que, por primera vez desde 1999, la tasa de desempleo femenina cayó en 2006 a un dígito (9,5%). Sin embargo, hay una importante brecha de desempleo, ya que la tasa de desocupación de las mujeres es 1,4 veces la de los hombres.
Por otro lado, la tasa de participación femenina en el país ha experimentado un incremento en la última década. Así, mientras en 1997 era de 34,6%, en 2006 alcanzó 38,5%. No obstante, la participación femenina en Chile sigue siendo la más baja de América Latina y el Caribe, con brechas importantes de más de 10 puntos respecto de países de similar nivel de desarrollo socioeconómico como Argentina y Uruguay.
Por otra parte, las mujeres jóvenes enfrentan mayores barreras que los hombres jóvenes para insertarse en el mercado laboral. Sus tasas de participación laboral son menores, principalmente en el grupo de 20 a 24 años (64,7% los hombres y 39,8% las mujeres), y sus tasas de desempleo son mayores (19,8% las mujeres y 15,4% los hombres de 15 a 24 años).
Un tema que no deja de llamar la atención es que pese a su mayor escolaridad (11,8 años frente a los 10,7 años de los hombres), las mujeres obtienen menores ingresos. Los últimos datos disponibles indican que las mujeres en 2005 ganaban, en promedio, el 79% en comparación con los hombres. Pero la brecha de ingresos aumenta con el nivel de educación, alcanzando el ingreso de las mujeres con educación universitaria apenas un 66% del de los hombres.
País no competitivo
María Elena Valenzuela, socióloga de la OIT, dice que si bien a Chile le puede ir súper bien en los índices económicos, le va bastante peor en la equidad de género. Un tema que, afirma, se abordó en profundidad en el último Foro Económico Mundial. La lógica es que un país es más eficiente en la utilización de sus recursos humanos si no hay disparidad de género. Si la hay, no hay aprovechamiento del recurso humano y pierde competitividad a nivel mundial. Peor aún considerando que las mujeres están más preparadas que los hombres, como es el caso de Chile. Esto porque poseen mayor escolaridad.
¿Qué explica, entonces, la brecha en nuestro país? Según Valenzuela, si uno toma en cuenta la educación, el nivel de experiencia y por lo tanto controla esas variables, hay una fracción de esta brecha que es inexplicable. Pues no hay ningún factor económico ni productivo que la explique. Esa proporción que es inexplicable se debe a discriminación. Se debe sólo a que se le asigna un menor valor al trabajo de las mujeres.
Con todo, la experta dice que es imposible no reconocer los avances. Hay más mujeres en la fuerza de trabajo y éstas se sienten y necesitan el derecho a trabajar y ser tratadas en igualdad de condiciones, dice.
Asimismo aplaude algunas políticas paritarias, entre ellas el Código de Buenas Prácticas Laborales que el Gobierno puso en vigencia para el sector público y que la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) adoptó en base a esa idea. Esto significa que el sector público asume un rol en la lucha de igualdad de oportunidades y que el sector privado -la CPC- está reconociendo un factor de capital humano importante para el desarrollo de las empresas. En la medida que se genere empleo y que en ese empleo no haya ninguna práctica o sesgo de discriminación en las prácticas de contratación, desarrollo, promoción, se va a fomentar la igualdad de oportunidades sin sesgo sexista, dice.
Otra política que destaca es entregar un sistema de cuidado infantil a las trabajadoras que pertenecen a los primeros tres quintiles de ingreso, lo que les permite compatibilizar responsabilidades laborales y familiares. Pese a ello -sostiene- faltan programas integrales que ayuden a las mujeres que necesitan y quieren incorporarse a la fuerza de trabajo lo hagan. Eso está pendiente. LN