Hablamos con NAOKO ISHII, recién elegida directora ejecutiva del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM)
Por Busani Bafana
BULAWAYO, Zimbabwe, (IPS)- El Fondo para el Medio Ambiente Mundial debe ser el catalizador de la transformación que requiere la gestión de los asuntos ambientales globales, dice la próxima directora ejecutiva y presidenta de la entidad, Naoko Ishii.
El Fondo, más conocido por sus siglas en inglés GEF, reconoce el vínculo indisoluble entre el medio ambiente y el bienestar económico, refrendado en la cumbre Río+20 que se celebró a fines de junio en Brasil, explica la japonesa Ishii, que asumirá el cargo el 1 de agosto, tras haber ocupado importantes puestos en el gobierno de su país y en varios organismos internacionales.
Pese al difícil escenario económico mundial, el GEF está adoptando un enfoque integral de «proyectos multifocales», que abordan varios problemas a la vez, explica Ishii, licenciada en economía y doctorada en relaciones internacionales en la Universidad de Tokio.
«Ya no vemos el medio ambiente mundial como una serie de compartimentos que aislan el cambio climático, biodiversidad, etcétera», dice Ishii, con la que dialogamos por correo electrónico y por teléfono.
El GEF fue creado como mecanismo de financiación de las tres mayores convenciones ambientales nacidas al calor de la Cumbre de la Tierra de 1992 en Río de Janeiro: la de cambio climático, la de biodiversidad y la de desertificación.
Hoy es el mayor fondo público mundial dedicado al medio ambiente. Suministra donaciones para abordar soluciones en materia de biodiversidad, cambio climático, aguas internacionales, degradación del suelo, capa de ozono y contaminantes orgánicos persistentes.
En junio adoptó su más ambicioso plan de trabajo, de 607 millones de dólares, y la cofinanciación de 4.400 millones de dólares para proyectos en unos 111 países.
¿Qué representa para el GEF «El futuro que queremos», documento final de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, Río+20?
Naoko Ishii- El texto reafirma el vínculo entre medio ambiente y bienestar económico. Vemos estas dos aspiraciones como inseparables. El principal objetivo del GEF es apoyar proyectos y programas en el mundo en desarrollo y en economías en transición que produzcan beneficios ambientales, y el componente económico es clave en esos beneficios.
No queremos simplemente preservar los bosques. Queremos preservarlos para que puedan continuar desempeñando su papel de mantenimiento de la vida y de sustento, brindando alimentos y combustible, limpiando nuestro aire, manteniendo el suelo, regulando nuestro clima.
Protegemos la biodiversidad no solo porque es bueno, sino porque al hacerlo protegemos formas de vida que son cruciales en el entramado natural que sostiene el crecimiento económico.
Respecto del GEF, el texto refrenda su orientación política de entregar los recursos con más celeridad, simplificando procedimientos y potenciando la coordinación con otros instrumentos y programas que apoyen el desarrollo sostenible.
¿Qué desafíos en particular debe afrontar el GEF?
N. I.- Intensificar los buenos resultados logrados en proyectos nacionales y regionales a fin de obtener impactos sostenibles a una escala acorde a los desafíos que se avecinan para el medio ambiente mundial.
Es crucial potenciar la influencia del GEF, fortaleciendo nuestras asociaciones con los distintos actores. Mi gestión integrará los buenos resultados logrados hasta ahora en el ámbito de los proyectos con la formulación de políticas para lograr impactos sostenibles a gran escala.
¿Cómo se propone usted recaudar fondos internacionales en medio de la recesión mundial y la creciente demanda de eficiencia en los gastos?
N. I.- He representado al gobierno de Japón en negociaciones muy difíciles de suministro de dinero, como los debates del Fondo Asiático de Desarrollo que concluyeron en mayo. Mi experiencia me dice que garantizar una financiación continua y robusta requiere primero, una clara evaluación de las necesidades y los objetivos; segundo, una estrategia bien articulada para lograr esos objetivos; y tercero, ganar y sostener la confianza de los donantes en nuestra capacidad de generar resultados.
Mientras nos abocamos a esta estrategia, es posible que tengamos que explorar todas las opciones disponibles, por la muy difícil situación económica mundial y por la evolución de la arquitectura de las finanzas ambientales.
¿En qué aspectos ha transformado el GEF la manera en que se maneja el medio ambiente mundial?
N. I.- La gran tendencia son los proyectos multifocales. Es decir, cuando un solo proyecto aborda simultáneamente múltiples desafíos. Ya no vemos el medio ambiente como una serie de compartimentos, que aislan los problemas del cambio climático, la desertificación, la biodiversidad, la contaminación química, las aguas internacionales.
Entendemos que esas categorías están conectadas integralmente, y que los programas más efectivos son aquellos que abordan esas múltiples áreas a la vez. Un solo programa que aspire a combatir la desertificación, por ejemplo, también puede tener un impacto notable en el mantenimiento de la biodiversidad y en reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
Otra característica clave es el avance hacia el enfoque programático (alianzas entre el GEF, uno o varios países y otros sectores interesados, como empresas, ciencia y sociedad civil). Esto ha permitido generalizar los resultados del trabajo del GEF, ampliando su escala e integrando los objetivos ambientales a planes nacionales o regionales. El GEF ya ha avanzado mucho en estas direcciones, y yo pretendo mantener ese impulso positivo.
¿Qué futuro quiere usted para el GEF?
N. I.- Quiero que el GEF desempeñe un papel de liderazgo en la transformación de la gestión del medio ambiente mundial. Ya no basta con un cambio incremental, dada la magnitud del desafío que debemos afrontars. Para que el GEF juegue ese papel, es fundamental que continúe siendo un promotor de innovaciones, un franco defensor de los bienes comunes mundiales, un catalizador de cambios transformadores y un socio a elegir.
Tenemos que ser realistas al evaluar el éxito de nuestros proyectos. Necesitamos impactos sostenibles ampliando aquellos que han tenido éxito. El dinero que el GEF invierte multiplica varias veces su monto en inversiones adicionales, o cofinanciación, para apoyar iniciativas ambientales y de desarrollo sostenible.
Los impactos también se expanden con las ideas y con nuevas formas de hacer negocios que introducen los socios. Pienso que el GEF está mejor ubicado para desempeñar un rol de liderazgo en esa transformación, mediante asociaciones constructivas y catalizadoras con otros actores.