por Daniel Sanroque. Médico perito, Máster en Psicología Jurídica y Forense
Cuando cursaba C.O.U., se nos solicitó realizar un trabajo de "investigación". El mío se tituló "Modo de vida y envejecimiento". De él recuerdo un dato que me impresionó, la esperanza de vida variaba en función de la profesión. Los más longevos eran los sacerdotes y los menos los médicos. A pesar de ello, al año siguiente, inicié los estudios de medicina. Por lo que me considero entre las pocas personas que eran conscientes de qué representaba, extra-profesionalmente, escoger una carrera.
Evidentemente, estas diferencias de longevidad, en relación a la profesión, estaban directamente relacionadas con el estrés, con la calidad de vida. Esto no tendría más importancia, excepto para mí, si no hubiera leído una encuesta que realizaron en un portal jurídico. La pregunta era si volverían a ser abogados. Realmente no se puede valorar el resultado ya que la muestra no era representativa y sólo se consultaba a los lectores, visitantes, del portal. Pero los comentarios sí fueron muy elocuentes. Existía una queja sobre la mala calidad de vida, el estrés que sufrían, como consecuencia del ejercicio de la abogacía. Tanto que llevaba, a una mayoría, a votar que no volverían a estudiar derecho.
Desde mi punto de vista la profesión de abogado entraña un riesgo psicosocial importante. Entendemos como riesgo psicosocial el generado por el estrés y la violencia laboral. Violencia que puede ser tanto física como psíquica. Aunque no abordaremos, al menos de momento, la violencia física.
El abogado puede verse sometido a riesgos psicosociales por la actuación de la empresa u organización para la que trabaja o por el propio ámbito laboral en el que se mueve (léase juzgados). Es indudable que también existe un componente personal, como es la organización, gestión del tiempo, etc., pero hemos de desterrar la idea de que el estrés es una cuestión personal. Sin duda existen factores personales que lo favorecen. Hay personas con mayor facilidad para padecer los efectos del estrés o la violencia psíquica. O para crear situaciones estresantes. Pero no es exclusivamente personal, el medio influye y tiene una gran responsabilidad en los efectos adversos sobre los abogados.
Dentro de estas reflexiones iniciales, es preciso hacer un apunte sobre la psicosociología. En este caso la debemos orientar hacia el estudio de los riesgos para la salud del profesional del derecho, que se derivan de la interacción perjudicial con el medio laboral (empresa, organización, ambiente, etc.).
Los factores del riesgo psicosocial
De forma simplificada, se pueden agrupar en siete grandes apartados:
ñ La concepción de las tareas del puesto de trabajo
El abogado tiene una falta de control sobre la carga de trabajo en relación con la intensidad. Un encargo puede producir una gran carga de trabajo, mientras que otro puede representar un mínimo esfuerzo. Las gestiones monótonas o de gran intensidad, tensión, se suceden. El reparto de las mismas debe ajustarse a las capacidades de quien las realiza. Aunque ello sólo se puede realizar si el trabajo se realiza en equipo y hay alguien que vela por mantener un equilibrio.
ñ La carga y ritmo de trabajo
Tanto el exceso como la falta de trabajo pueden producir trastornos en la persona. Al igual que un ritmo inadecuado o la falta del mismo, en la actividad laboral. Muchas veces los clientes llegan al mismo tiempo, o todo lo contrario, hay épocas en las que, incomprensiblemente, se produce un descenso en el número de encargos.
ñ La programación del trabajo
La duración de la jornada laboral en muchos casos depende del número de casos y los plazos. La programación de descansos no se realiza. Además, la flexibilidad, o inflexibilidad, horaria pude acarrear alteraciones importantes en la tensión laboral o la variabilidad de la jornada.
ñ La exposición a agentes físicos
Las condiciones del lugar de trabajo como son la temperatura, intensidad lumínica, ruido, vibraciones, influyen en el confort laboral. Por lo que no sólo el diseño estético se ha de tener en cuenta, en el lugar de trabajo.
ñ Los cambios en la organización del trabajo
Temporalidad, precariedad, subcontratación,… son elementos que repercuten sobre el trabajador y su estado psíquico. O es lo mismo realizar un trabajo en condiciones de tranquilidad respecto al futuro, que realizarlo con la incertidumbre de si será el último encargo.
ñ La cultura de organización y gestión
La influencia del tipo de mando y dirección de la empresa. El rol, papel que el trabajador tiene en la organización del trabajo. La participación en las decisiones. Son elementos que también influyen en la psique, de quien desarrolla un trabajo.
ñ Las relaciones interpersonales
La falta de relación con los mandos o subalternos. La relación con cliente y con el personal externo. Son elementos estabilizadores o desestabilizadores de los aspectos psicosociales del trabajo.
Factores sobre los que el abogado carece de capacidad de modificación
Si el abogado es un autónomo tiene uno de los peores jefes que se pueden tener. Pues de él depende la carga de trabajo, la organización del mismo, la programación, el entorno, etc. Y ello le debería obligar a estudiar con detalle cada uno de los aspectos psicosociales de su trabajo. Lo más frecuente es que acabe con jornadas maratonianas, no programe descansos, acepte todos los encargos, sacrifique la confortabilidad por el aspecto o la economía, etc. Pero esto, aunque parezca que se puede modificar, muchas veces se estima inmodificable, pues se asume como inherente al hecho de ser autónomo.
Lo que sí no se puede cambiar es la dirección de un bufete. Aunque en muchos casos el diálogo con el director es posible. En estos casos se deben evaluar los factores y lograr el difícil equilibrio entre la rentabilidad del despacho y la carga psíquica del trabajo del abogado.
Pero el abogado tiene, además, unos factores que son imposibles de modificar, ni de incidir sobre ellos. Estos factores, desde mi punto de vista, son los abogados contrarios, los jueces y los juzgados. La agresividad de determinados abogados, su forma de hacer, sus planteamientos, etc., llegan a desestabilizar a sus colegas. No contestar a las llamadas, la actitud oscilante, la ambigüedad de las demandas o respuestas, y un largo etcétera de de actuaciones poco transparentes, crean estados de estrés, que pueden llegar a ser perjudiciales.
Por otro lado tenemos jueces, y son los menos, que muestran un afán de protagonismo, de imponerse en sala. Hasta el punto que parece que descarguen sus frustraciones sobre los profesionales que están en sala. O con resoluciones que descolocan a todos, como no admitir, en una audiencia previa, la prueba solicitada y dejar visto para sentencia el tema.
Y los juzgados, muchos de los edificios carecen de medidas para ser un lugar cómodo de trabajo. Salas con temperaturas inadecuadas, salas de espera incómodas, iluminación inapropiada, vibraciones (metro, transportes pesados, etc.), ruido excesivo (tránsito, mala sonoridad de las salas, etc.).
Factores modificables por el abogado
Naturalmente, el abogado, puede modificar determinados aspectos de su trabajo para que resulte menos estresante.
En primer lugar citaremos la elección de los clientes. Porque los clientes se pueden elegir, se trata de dirigir la captación de clientes hacia aquellos que interesan. Decidir con quién se quiere trabajar, o mayoritariamente se desea colaborar. En este punto vale la pena recordar la importancia del marketing jurídico. Pues es mucho más que intentar anunciarse, es conseguir situarse en donde se desea.
Establecer un control de gestión de tiempo. Evitando que lo no urgente se convierta en urgente. Y que lo urgente acabe siendo inmediato. Controlando las cargas de trabajo, sabiendo decir no a aquello que no se puede asumir. Muchas veces es mejor no hacer un trabajo que hacerlo mal o con un esfuerzo desproporcionado.
Vigilando la confortabilidad del área de trabajo. Aislar el lugar de trabajo de factores externos perturbadores, como el ruido. Luz adecuada, en relación a la situación e intensidad. Temperatura controlada, ni se ha de pasar frío en verano, ni calor en invierno. Porque hay quien parece que desea llevar bufanda en verano y manga corta en invierno.
Consecuencias del estrés
Los niveles perjudiciales de estrés pueden tener consecuencias muy negativas, en un profesional. Naturalmente existen factores personales que facilitan, o dificultan, la aparición de esas consecuencias. Dependiendo de la mayor, o menor, labilidad emocional, podemos encontrarnos ante: ansiedad, depresión, somatizaciones, insomnio, tendencia al uso o abuso de sustancias psicoactivas, alteraciones cardio-vasculares, etc.
Con repercusiones a nivel profesional: pérdida de concentración, incremento en el número de errores, etc. Con la consecuente pérdida de eficacia y el riesgo que ello comporta, de cara a la competitividad laboral. Pero, y no podemos olvidarlo, la vida personal también se afecta. Las relaciones con la pareja, hijos, familia, amigos, etc. Pudiendo, en casos graves llevar a un aislamiento social.
Soluciones
Las soluciones son complicadas. A mi modo de entender, lo primero que se debe hacer es un análisis de trabajo. Para ello una de las cosas más sencillas que podemos hacer es responder a las preguntas del Cuestionario de Evaluación de Riesgos Psicosociales en el Trabajo ISTAS 21. Aconsejando la versión corta, pues fue diseñada para la autoevaluación y las pequeñas y muy pequeñas empresas. Consta de 38 preguntas, agrupadas en 6 apartados, y nos da un resultado por grupo. Resultado que se expresa como un semáforo: verde, amarillo y rojo.
No hace falta decir que lo ideal debería ser que todo estuviera en verde. Ni que el rojo implica una exposición psicosocial desfavorable para la salud.
En cada caso la actuación puede ser diferente, pero los objetivos han de ser:
ñ Que el trabajo sea adecuado al tiempo para realizarlo
ñ Evitar el trabajo monótono y repetitivo. Buscando el poder desarrollar las habilidades personales.
ñ Tener control sobre el tiempo dedicado al trabajo: pausas, descansos, vacaciones, etc.
ñ Participar en las decisiones relacionadas con las tareas.
ñ Actuar sobre las condiciones de trabajo.
ñ Poder contar con la colaboración de otros profesionales.
ñ Que el puesto de trabajo esté bien definido (tareas, autonomía, etc.).
ñ Tener acceso a formación.
ñ Evitar la competitividad interna y la dirección autoritaria.
ñ Evitar el trabajo aislado.
ñ Fomentar el respeto y trato justo.
ñ Que en el lugar de trabajo exista seguridad y que el empleo sea estable, así como en sus condiciones.
ñ No exista discriminación de ningún tipo.
ñ Compatibilizar la vida laboral y familiar.
Por lo que los autónomos se han de autoevaluar, para paliar en lo posible su situación autoimpuesta. Se ha de abrir el diálogo en los despachos, entre el director del mismo y los que trabajen en él. Y, a mi entender, los Colegios deberían intentar incidir en aquellos juzgados, por todos conocidos, en los que el abogado se ve sometido a situaciones estresantes que se pueden evitar.
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