el tópico
Publicado el 16-11-2009 por Pilar Cambra.
En demasiadas ocasiones, las comparaciones las carga el diablo
Pero hoy me voy a arriesgar. Estamos de cumpleaños: ¿alguna relación entre la caída del Muro de Berlín y el trabajo?
Como que ya estamos un tanto hartos de semana-de-celebraciones-de-la-caída-del-Muro para que yo venga con la misma copla
Mil perdones
Sé perfectamente que los medios de comunicación hemos "magnificado" hasta la saciedad el acontecimiento
La única justificación -necesaria y suficiente, en mi modesta opinión- es que, en verdad, sí nos hallamos ante un acontecimiento; de hecho, quizá, ante uno de los cinco acontecimientos más importante y decisivos del pasado siglo XX cuyos efectos y consecuencias, además, llegan hasta nuestros días.
Pero no se me aburran de antemano, por favor
Yo sólo voy a tomar la fecha del 9 de noviembre de 1989, la de la caída del Muro que dividía en dos Berlín, Alemania, toda Europa e, incluso, el mundo entero, como pretexto para unas reflexiones sobre la empresa, sobre el afán de emprender y sobre el trabajo.
Aunque, en estos días, se han dado amplias y profundas explicaciones -incluso se ha producido un florecimiento editorial de libros- que dan razón de lo que en su momento, hace veinte años, pareció inexplicable e increíble. La cobertura mediática del felicísimo y trascendental cumpleaños ha podido dar la impresión, en algún momento, de que el Muro de Berlín se derrumbó como por ensalmo, mágica y súbitamente, como si sus bloques de hormigón fueran terrones de azúcar que, aquella noche del 9 de noviembre, se disolvieron en el agua del entusiasmo de la muchedumbre.
Y no fue así, claro que no
Jamás una situación compleja, asentada en el tiempo, controlada con mano de hierro -como lo era la del Berlín partido en dos por la herida sangrienta y sanguinaria del Muro-, cambia -con un cambio extremo, insospechado- de la noche a la mañana
O en una noche. Aquella historia del famoso nudo gordiano, el que nadie podía deshacer, cortado en dos por el filo de la espada de un guerrero siempre me ha parecido una leyenda sólo apta para perezosos y comodones, qué quieren que les diga
Tan leyenda como el lobo feroz del cuento de Los tres cerditos, que sopló y sopló hasta que fue derribando las casas que los gorrinillos se iban construyendo
¿A soplidos? ¡Vamos, hombre!
El Muro cayó -y, con él, el Telón de Acero y todos los gobiernos comunistas del Este de Europa, incluido el de la URSS- porque una sucesión de héroes y hasta de mártires -conocidos y desconocidos- venían aplicando la piqueta, el martillo, el escoplo de su esfuerzo -¡dale, dale, dale!-, de su lucha por las libertades, a los cimientos de los muros que encerraban a cientos de miles, a millones de seres humanos en espacios angustiosos, dictatoriales, conculcadores sistemáticos de la dignidad y, además, rotundamente fracasados en lo económico. Así, el derrumbamiento de muros, gobiernos, sistemas y del comunismo mismo fue tarea de hombres que pelearon en soledad o en compañía de otros miles de hombres. Fue labor de los que murieron en el intento.
Y ahora vienen mis reflexiones sobre qué tiene que ver esa sucesión de hechos inimaginables que ahora conmemoramos con el espíritu emprendedor, con la empresa, con el trabajo
En primer lugar, pensemos en la fe, en la inconmensurable fuerza que da creer firmemente en lo que aún no se ve. Sin esa confianza en que nuestra idea para un nuevo negocio es buena, excelente, original, rentable, ¿cómo la vamos a poner por obra?... ¿Qué hay obstáculos, que los bancos no sueltan un céntimo en créditos, que el momento es malo? ¿Y quién hará que los tiempos sean buenos para nuestra idea, nuestro proyecto, si no somos nosotros mismos? ¿Derribó acaso el Muro un partido político o los hombres de a pie que se empeñaron en conseguir lo que se proponían?... ¿Imposible?: Que le digan "imposible" a doña Angela Merkel, que el 9 de noviembre de 1989 ejercía su trabajo como física en el Berlín Este y, hoy, es la Canciller de la Alemania reunificada.
Pero ni siquiera la fe, con toda la fuerza que proporciona al que cree, es suficiente
Quienes lograron lo que, aún hoy, exige que nos pellizquemos para comprobar que no estamos soñando pusieron por obra su fe a base de puños y de sufrimiento. Y de eso de lo que casi no queremos ni oír hablar y que se llama sacrificio: hay que dejarse muchos jirones de piel en los caminos para conseguir tener la empresa que queremos, el trabajo que deseamos.
Y, con el sacrificio, la constancia: digan lo que digan (los demás, en versión de Raphael), la carrera empresarial y la profesional es de fondo y no de pelotazo; de llegar, ver y vencer; de aquí te pillo, aquí me hago de oro
Constancia para que lo que más aburre y fatiga, que no es "empezar desde cero" sino empezar y volver a empezar. ¡Cuántas veces no retomarían la piqueta cuantos -dale, dale, dale- acabaron con el Muro de la vergüenza! Pues eso