Esta dieta redunda en que los niños están consumiendo la mitad del calcio y la vitamina D recomendados, lo que afecta su desarrollo normal.
Pamela Elgueda y Gabriela Bade
Para nadie es un misterio que a la hora de saciar su sed un niño preferirá un vaso de gaseosa antes que uno de leche. Tampoco que una manzana, por brillante y perfumada que sea, generalmente perderá ante un paquete de galletas o papas fritas. Menos conocido es, sin embargo, que estas elecciones alimentarias están trayendo consecuencias que van más allá del peso corporal.
Un estudio hecho por investigadores del Departamento de Nutrición, Diabetes y Metabolismo, de la Facultad de Medicina de la U. Católica, muestra que los escolares de 5° y 6° básico están consumiendo pocos lácteos, frutas y verduras y demasiadas bebidas azucaradas, pan y golosinas, sobre todo aquellos de Nivel Socioeconómico (NSE) bajo.
La investigación, financiada por el International Life Science Institute (Ilsi Sur-Andino), indagó en los hábitos alimentarios de 1.700 escolares de la Región Metropolitana, pertenecientes a 18 establecimientos municipalizados, subvencionados y pagados.
Los investigadores, guiados por el doctor Jaime Rozowski, realizaron mediciones antropométricas, encuesta alimentaria, determinaron el nivel de actividad física de los niños e hicieron un análisis estadístico.
No tomo leche
Los resultados muestran que el 59% tiene un peso normal para su edad, el 2% tiene bajo peso y el 39% está con sobrepeso o es obeso. Además, el 65% es sedentario, el 33,9% tiene una actividad física regular y sólo el 0,7% tiene una actividad física buena.
"Los datos del estudio nos muestran una baja ingesta de lácteos, sobre todo en el NSE bajo, un alto consumo de bebidas azucaradas, de manera bien transversal, y muy bajo consumo de legumbres y pescados, también en general", acota el doctor Jaime Rozowski, profesor asociado del departamento de nutrición UC (ver infografía).
Eso se traduce, agrega, en que se hayan verificado deficiencias en la ingesta de ciertos nutrientes. "Por ejemplo, el consumo de calcio y potasio es la mitad de lo recomendado, lo mismo que las vitaminas A y D, así como el consumo de fibra", ejemplifica.
En el Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (Inta), concuerdan con estos hallazgos. "Hemos visto que los niños consumen un tercio de lo que necesitan en lácteos y la mitad de lo que requieren en frutas y verduras", complementa Sonia Olivares, nutricionista e investigadora del Inta.
"Hicimos un estudio en que comparamos la ingesta de leche en niñas de NSE alto y bajo. Y la diferencia, a favor de las primeras, es de un litro y medio. Además, vimos que a los 12 o 13 años, las niñas de menos recursos bajan notablemente su consumo de leche", describe.
En los niños de NSE bajo, esta disminución comienza a los seis años, porque hasta esa edad la leche se la entregan a las madres en los consultorios. La situación en los NSE altos y medios es distinta, por lo que "diría que el consumo no baja tanto", dice la doctora Elizabeth Yáñez, pediatra y nutrióloga infantil de la Clínica Santa María.
La baja ingesta de lácteos, advierte la especialista, afecta el normal desarrollo de los niños, en un menor crecimiento y calidad de sus huesos, por ejemplo. Y eso sin contar el efecto que tiene el alto consumo de sodio y azúcar en su salud futura.
Sonia Olivares se explica este bajo consumo en que la leche no es un alimento barato, lo que no ayuda a aumentar su ingesta y a que compite directamente con el gusto que las familias más pobres tienen por las gaseosas.
"Pero al conversar con los niños te das cuenta que a ellos les gusta mucho el yogur, más que la leche. Incluso, vimos que cuando tienen dinero compran yogur, porque para ellos es una aspiración que tiene mucho que ver con la publicidad".
Regalar salud
Ese mismo marketing, sugiere la nutricionista, puede servir para promocionar los alimentos saludables. Porque los chilenos ya han internalizado el concepto de la alimentación sana, pero aún no lo aplican a su dieta.
"En Estados Unidos y Australia, usan el marketing social. O sea, así como cuando las empresas sacan un snack nuevo van a los colegios y lo regalan, el Estado va a los colegios y regala frutas, verduras, etc. Porque así crean el hábito y desplazan a los otros productos".
La mejor colación
Una merienda a media mañana es casi una institución local. "La idea es que la colación sea un complemento que no supere las 150 calorías", dice la nutricionista del Hospital Clínico de la U. de Chile Carolina Catalán. Para tener una idea, una cajita de néctar de manzana tiene 112 calorías y una manzana tiene 59.
Catalán explica que un buen desayuno debería incluir una fruta. "Pero la gente en Chile no suele tener ese hábito. Por lo tanto, la colación con una fruta a media mañana, en realidad, completa el desayuno".
La postura de la directora de la carrera de nutrición en Viña del Mar de la U. Andrés Bello, Mónica Jiménez, es más drástica. "La gente que no está enferma o que no tiene una actividad física de alto gasto energético, no necesita colación", dice. Y agrega que una persona que hace sus cuatro comidas diarias, en los horarios adecuados, no necesita extras.
Conscientes de que la colación ya es un hábito, sobre todo en escolares, las nutricionistas recomiendan que los padres decidan qué comerán sus hijos. Es decir, que no les den plata, sino que preparen ellos la colación. Si la decisión queda en manos de los niños, "no hay alternativas saludables en los quioscos", dice Jiménez.
Entre las opciones saludables, lo mejor es una fruta y, ojalá, una distinta cada día. Si se quiere incorporar diversidad, una caja de leche descremada (sin saborizantes ni azúcar) con medio plátano también sirve. O una porción de frutas secas como maní (sólo tostado, no confitado ni salado).
Lo más importante, según Catalán, es el ejemplo. "Los papás no pueden obligar a sus hijos a llevar frutas si ellos no las consumen".
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