Muchos chilenos se han acostumbrado a "sacar" un televisor, una lavadora o cualquier otro bien desde grandes tiendas o casas comerciales, a través de compras a plazo o tarjetas de crédito, sin conocer muchas veces, las reales consecuencias de dicha operación.
Cuando una persona toma un crédito o utiliza una tarjeta de crédito, lo hace con la buena fe de que podrá, gracias a ellos, enfrentar una contingencia financiera concreta. Por eso también está dispuesto de buena fe, a pagar un "plus" por ese crédito o tarjeta, el que se traduce en comisiones e intereses. Pero lo que una persona común y corriente no espera es que ese crédito se transforme en una manera sistemática y segura de obtener ganancias "indebidas" a costa de él, las que van más allá de lo que se esperaría de una relación comercial de buena fe.
Esto es lo que ocurre en nuestro país con parte importante de los créditos de consumo, los créditos hipotecarios, los créditos automotrices y las tarjetas de crédito, por nombrar los hechos de mayor ocurrencia en el mercado del crédito, los cuales se han convertido en verdaderas "armas de destrucción masiva" para muchas familias chilenas.
Sin embargo, esta situación no fue siempre así. Hace un par de décadas eran pocas las personas que tenían acceso al crédito y generalmente estaban familiarizadas con la dinámica de los productos financieros. Es en los últimos años que se ha producido una verdadera explosión en el número de consumidores financieros.
Lo que una persona común y corriente no espera es que ese crédito se transforme en una manera sistemática y segura de obtener ganancias "indebidas" a costa de él, las que van más allá de lo que se esperaría de una relación comercial de buena fe.
Según las últimas cifras del Informe de Estabilidad Financiera del Banco Central, en nuestro país el 67% de los hogares tiene algún tipo de deuda, es decir, 2,6 millones de familias.
Además, a diciembre de 2009 existían en Chile 20.692.653 de tarjetas de crédito, de las cuales 4.343.727 corresponden a tarjetas bancarias (21% de ellas) y 16.348.926 corresponden a no bancarias o de casas comerciales (79%). Para dimensionar mejor estas cifras, baste señalar que con estas tarjetas de crédito, durante el año 2009 se hicieron 287.595.925 transacciones.
Parte importante de estos nuevos consumidores financieros son de sectores con menores niveles de educación y por tanto mucho menos habituados a la dinámica de los productos financieros: actualmente en nuestro país el 56% de las personas que poseen sólo Educación Básica tiene algún tipo de deuda de consumo.
Esta realidad ha sido un campo propicio para una serie de abusos que se cometen hoy en día en el mercado del crédito en nuestro país. Es así como según las cifras de reclamos ante el Sernac, los servicios financieros se encuentran en el "triste" primer lugar con un 27% de los reclamos.
¿Cuáles son los abusos más comunes que se producen en el mercado del crédito en perjuicio de los consumidores? Aquí algunos ejemplos:
1.- Publicidad engañosa de los productos financieros. Esto, al promocionar y entregar tasas de interés que no reflejan el costo final del crédito, debido a que muchas empresas ocultan sus verdaderas ganancias a través de un sin número de comisiones y seguros muy poco transparentes.
2.- Los contratos contienen cláusulas abusivas (que al consumidor no se le permite modificar), como la facultad de cambiar las comisiones e intereses en forma unilateral; autorizar a la empresa a aumentar o disminuir el cupo del crédito a su arbitrio; autoriza al emisor de terminar unilateralmente con el contrato o cláusulas que obligan a renunciar al derecho a reclamo o indemnización.
3.- Cobros de Seguros no solicitados, tales como el ya "celebre" seguro de desempleo a personas pensionadas.
4.- Ser inducido a consumir créditos en varias cuotas (más allá de las que uno inicialmente estaba dispuesto a pactar) y a repactar en condiciones finales más desventajosas cuando se comienza acercar el vencimiento del crédito.
5.- La existencia de prácticas abusivas de cobranza, como las situaciones que se producen cuando las empresas no verifican el domicilio de quien ha solicitado una tarjeta de crédito y terminan embargando a personas distintas del deudor.
6.- Ofrecer créditos en forma irresponsable. Tal es el caso de la entrega de créditos a estudiantes (que no tienen renta alguna y que terminan pagando sus padres) o los créditos entregados a adultos mayores, que en general no cuentan con toda la información necesaria.
Sin perjuicio de lo anterior, se debe aclarar que no es responsabilidad de la legislación controlar a las personas que no saben medir sus gastos o despilfarran su dinero o simplemente quieren vivir más allá de sus lógicas posibilidades. Pero la ley si debe intentar proteger a quien de buena fe y en forma responsable se endeuda o utiliza un medio de pago como la tarjeta de crédito.
Esas personas tienen el legítimo derecho a que los oferentes de crédito no los engañen o abusen de su falta de conocimientos y no se transforme a un medio eficaz y bueno en un sistema de mercado como es acceder a crédito, en una tortura de la cual no se pueda salir nunca a pesar de ser un pagador ordenado y responsable.
Hoy la legislación y la institucionalidad no son suficientes para los tremendos cambios del mercado financiero y tampoco para la envergadura del mismo. Por eso es que como Presidente de la Comisión de Economía de la Cámara de Diputados quiero destacar la gran importancia del proyecto de ley presentado por el Gobierno creando el "Sernac Financiero", el cual esperamos se convierta en una herramienta eficaz para proteger a los nuevos consumidores financieros.