Por Naomi Schaefer Riley
A Carl Schramm no le convence la idea de que algunas empresas son demasiado grandes para permitir que se hundan. Esa noción sólo crea obstáculos para los emprendedores, dice el presidente de la Fundación Kauffman, una entidad estadounidense dedicada a la educación y al fomento del espíritu emprendedor. En su lugar, Schramm ve el fracaso de grades compañías como "el momento en que mil flores se pueden abrir".
La Fundación Kauffman es difícil de categorizar, pero eso no parce importarle a su presidente, quien supervisa un fondo de dotaciones de US$2.000 millones. Recientemente, entrevisté a Schramm en el elegante Harvard Club de Nueva York, donde confraternizan ex alumnos de la universidad de Harvard.
Kauffman fue fundada en 1966 por el magnate farmacéutico Ewing Marion Kauffman. En 1950, lanzó una farmacéutica en el sótano de su casa en Kansas City. Cuarenta años más tarde, antes de vender su empresa a Merrell Dow, se había convertido en una compañía diversificada en el campo de la salud con casi US$1.000 millones en ventas anuales y más de 3.000 empleados.
Kauffman pasó mucho tiempo analizando su trayectoria desde la pobreza a la fortuna, según
Schramm. "Veía eso como la parte central de su vida".
Entonces, ¿qué es exactamente una fundación del emprendedor? ¿Acaso no se supone que las fundaciones hagan donaciones de caridad? ¿Y no deberían los emprendedores recibir dinero de inversionistas en vez de filántropos?
En teoría, Schramm, quien fundó su propia empresa de productos médicos y un banco comercial, cree que la fundación tiene la misión de fomentar un entorno favorable para el espíritu emprendedor. Así que Schramm, por ejemplo, se jacta de que Kauffman "ha llevado a economistas a considerar la importancia de formar empresas para el crecimiento general de la economía". En los últimos años, la fundación ya ha auspiciado unos 6.000 estudios sobre este tema y otros relacionados.
También está la cuestión de la percepción pública del espíritu emprendedor. En la encuesta más reciente patrocinada por la fundación, un 63% de los participantes dijo que "prefiere darles a los empresarios los incentivos que necesitan para empezar su propio negocio en vez de permitir que el gobierno cree nuevos empleos directamente".
La encuesta, llevada a cabo el mes pasado, también mostró que en vez del paquete de estímulo del gobierno estadounidense, dos tercios de los participantes preferiría "una reducción en las barreras legales y burocráticas para el desarrollo de nuevos negocios" como una forma de reactivar la economía. Finalmente, 89% de los encuestados concluyó que "el capitalismo sigue siendo el mejor sistema económico".
Pese a esta actitud generalizada, Schramm teme que haya una tendencia de ciudadanos que quieren que el gobierno impida el caos en el mercado. Antes de la crisis, "creo que estábamos en una buena ola de capitalismo emprendedor pero ahora impera la introspección, donde el vocabulario se resume a la regulación y la importancia del gobierno para poner en marcha la economía", dice. Mientras Schramm cree que el gobierno ocupa un papel importante en la recuperación, argumenta que "históricamente en las últimas siete recesiones, han sido los emprendedores quienes esencialmente reactivaron la economía".
Kauffman se dedica a cultivar estos innovadores. Schramm tiene la intención de desmantelar la falsa suposición de que "si una persona no logra construir una base empresarial sólida al cumplir 19 o 21 años, no lo conseguirá nunca". De acuerdo con la revista Inc., dice, "las firmas de más rápido crecimiento de Estados Unidos son fundadas por gente con un promedio de 39 años".
Con el objetivo de educar a la gente joven sobre la historia del espíritu emprendedor en EE.UU., la fundación ha firmado alianzas con 18 universidades. "Cuando yo estaba en la secundaria, la palabra emprendedor no se empleaba para nada, no era parte de nuestro vocabulario. Si uno preguntaba sobre inventores, nos venían a la mente personas que ya habían muerto, como George Westinghouse y George Eastman". Hoy, Schramm cree que los jóvenes ven un mayor espíritu emprendedor en su entorno gracias a las empresas que surgen en Internet y otras áreas, pero las escuelas aún no proveen el estímulo necesario. Incluso las escuelas de negocio, señala, parecen ofrecer sólo "una perspectiva bastante formal sobre la necesidad de escribir planes de negocios".
Durante sus años como profesor en la universidad Johns Hopkins, cuando solicitaba fondos a fundaciones, se dio cuenta de que uno tenía que "ser muy bueno en utilizar la clase de lenguaje que hiciera ver que estabas a la vanguardia, pero de hecho no podías avanzar mucho porque... las fundaciones son muy cautelosas". Durante un tiempo se preguntó qué es lo que justificaba esta tendencia. Concluyó que la "cultura de las fundaciones ha desarrollado una especie de consenso". El dinero de fundaciones es casi público. En un artículo que escribió para el Harvard Journal of Law and Public Policy en 2006, Schramm señala que las "fundaciones parecen carecer de cualquier teoría coherente de cuál es su papel en la sociedad y la economía". El resultado, advirtió entonces, es que "el gobierno puede imponer expectativas que pueden destruir la capacidad de la fundación de lograr los propósitos para los que fue creada". Entonces, ¿quiénes son los auténticos accionistas en las fundaciones? A Schramm sólo se le ocurre uno: el donante.
Pese a que las donaciones a la fundación han caído en US$722 millones desde fines de 2007, Schramm ve el presente como "el momento
Kauffman". Aunque "nadie espera una recesión", es durante una crisis económica que los emprendedores "desafían a compañías que se han vuelto grandes y perezosas". La recesión, agrega, presenta un reto incluso a la fundación. "Estamos pensando sobre cómo mejorar el trabajo, como cualquier otro negocio".