El año termina con el ministro Bulnes renunciando. ¿Cree que cumplió la misión que usted le encomendó?
Hizo una gran tarea. Ciertamente, yo hubiera preferido que continuara en su cargo, pero me manifestó razones personales hace mucho tiempo, muy atendibles y entendibles. Y él va a seguir colaborando con el gobierno.
¿Cómo?
Va a seguir colaborando con el gobierno. No digo más.
¿Tuvo algo que ver en la salida de Bulnes la discrepancia que tuvieron ambos respecto del diálogo con los estudiantes?
No. Yo, después de varios meses de movilizaciones permanentes, que cada día eran más violentas y más destructivas, pensé que había llegado el momento de tomar riesgos y llamar a los estudiantes a un diálogo.
Puesto que su gabinete se había venido abriendo a ministros cada vez más políticos, ¿cómo interpretar el nombramiento de Harald Beyer en Educación? Nadie pone en duda su capacidad técnica, pero no es un político ¿Por que sondeó primero a Evelyn Matthei?
Leí esa versión y no es correcta.
¿Usted desmiente que la sondeó para Educación?
Yo le pregunté a mucha gente su opinión, entre ellos a la ministra Matthei. Respecto del rol de los políticos y técnicos debe haber un equilibrio. Siempre he dicho que la primera palabra la tienen los técnicos, pero la última es de los políticos, porque son los que representan e interpretan la voluntad de la gente. Harald Beyer tiene una experiencia política no tradicional, como integrante de todas las comisiones de estudio que yo recuerdo, incluida la de Reforma Previsional de la Presidenta Michelle Bachelet. Siento, por lo demás, que en este instante se requiere de una persona que apacigüe los ánimos, introduzca más templanza, racionalidad, diálogo, y que conozca muy bien su materia, para salir de las consignas y los conflictos artificiales.
¿Cómo se va a suplir el déficit político que pudiera tener Harald Beyer?
Hablé largo con él, revisamos extensamente lo que se había hecho y lo que faltaba hacer, que es mucho. Uno de los temas que vimos fue cómo obtener la voluntad, la actitud para articular acuerdos y sacar adelante las leyes en el Congreso. Hay que comunicar mejor lo que estamos haciendo y ejercer mayor liderazgo. La gente quiere que alguien lidere este gran proceso de reforma educacional.
Movilizaciones
¿Van a seguir las movilizaciones de los estudiantes el 2012?
El 2010 fue particularmente tranquilo en materia de movilizaciones y el 2011 fue particularmente agitado. Espero que el 2012 sea un año normal, que las haya, pero que, al mismo tiempo, la sociedad entienda que los avances no se logran sólo con movilizaciones, y menos con tomas o violencia. Los cambios se logran trabajando y por eso tenemos una agenda potente en materia de reforma educacional. Llegó el momento de cosechar lo que hemos estado sembrando, sin perjuicio de reconocer que este es un problema que se arrastra desde hace más de 20 años. La reforma es muy profunda y muy amplia, toca todos los niveles de la educación: escolar, preescolar, técnico-profesional, superior. Se hace cargo de todos los temas: calidad, acreditación, institucionalidad y -muy importante- financiamiento. Trabajemos para sacar adelante todo esto.
¿Cómo podrán convencer a los estudiantes de deponer las tomas?
Los estudiantes van a querer recuperar el tiempo perdido el próximo año y se van a encontrar con un gobierno que los va a acoger y escuchar, pero también va a seguir conduciendo, gobernando y liderando, porque para eso nos eligieron. Es cierto que actualmente los niveles de apoyo son bajos, pero lo que mostró la encuesta CEP divulgada este jueves es una foto antigua y con alguna distorsión. Estoy convencido de que tenemos más apoyo, aunque hay que reconocer que estamos ante una ciudadanía más exigente, impaciente y severa con todos: gobierno, oposición, Congreso, partidos políticos.
¿Cuál fue su momento más difícil el 2011?
Tal vez el día en que murió un niño en medio de una movilización. Fue un drama incomprensible. Pensé en lo ocurrido en otros países de América Latina y temí que el asunto pudiera evolucionar muy mal y desatara mucho más violencia. Entiendo que tuvimos 157 marchas y millones de personas movilizadas. Y sólo una víctima fatal, por un accidente asociado a una mala decisión policial. Más de alguien creyó -y quiso- que esto se pudiera desbordar. Fue en ese momento que tomé la decisión de llamar a los estudiantes al diálogo. Estuvimos muy cerca de alcanzar un acuerdo aquí. Lo que pasa es que los dirigentes volvieron a sus asambleas y fueron sobrepasados en lo que habíamos convenido.
¿Cuánto duelen en lo personal las encuestas?
Obviamente, duelen. Uno no es de fierro. Duele particularmente porque uno le pone mucho esfuerzo y dedicación. Se sacrifica la familia y el trabajo de muchos colaboradores, Pero los números adversos nos motivan para hacerlo mejor.
¿Cuáles son sus mayores preocupaciones para el 2012?
Dos. La evolución de la economía internacional y este deterioro de la calidad o agotamiento de la política. Para la crisis económica nos hemos preparado. Y considero fundamental que nos podamos abrir a un clima de mayor amistad cívica. Cada vez que la hemos perdido nos hemos descarrilado como sociedad.
Da la impresión de que es un país enrabiado, caen todas las instituciones, la evaluación de la democracia, la economía.
El concepto de 'enrabiado' es muy duro. Estamos ante una sociedad que se cansó de aceptar situaciones que se creían parte del paisaje, la gente quiere cambios y rápido. Se demanda una sociedad más igualitaria y respetuosa. Comparto ese diagnóstico y esa motivación.
Presidente, usted ha hecho tres cambios de gabinete y en todos ellos se ha debatido -a nivel de la clase política y analistas- la permanencia del ministro del Interior. ¿Cómo ve este cuestionamiento?
El ministro del Interior cuenta con mi confianza y, por tanto, es y sigue siendo ministro del Interior. A esta cartera le tocó asumir el tema de la delincuencia, un problema grande y difícil de resolver que se arrastra desde hace mucho tiempo y donde la gente esperaba mucho. La primera medición de seguridad ciudadana de victimización se hizo en la encuesta ENUSC del año pasado y marcó una enorme caída en victimización de 33 a 28. La segunda encuesta se está haciendo en este instante y espero que tengamos resultados prometedores.
Pero las críticas no están relacionadas con la delincuencia, sino con la articulación política. ¿Usted cree que ese 23% que refleja la encuesta CEP, por más que esté distorsionado, no tiene que ver con una falta de capacidad política del gobierno?
Es un fenómeno más general, la gente antes era más benigna y más generosa en sus evaluaciones, pero sin perjuicio de eso, con el ministros hemos conversado de este tema, y le he pedido que se concentre en liderar el tema de la lucha contra la delincuencia, el narcotráfico y el crimen organizado, y estamos con una agenda de seguridad ciudadana gigantesca. Por eso, le he pedido que se concentre en delincuencia. Los articuladores políticos van a ser los ministros del Interior, el vocero y el secretario general de la Presidencia.
¿No comparte entonces la opinión de que existe un déficit político?
Siempre las cosas se pueden hacer mejor, pero cuando uno ve una oposición muy poco constructiva, que se propuso echar abajo la Ley de Presupuesto, la Ley de Reajuste y la Reforma Educacional, pienso que tenemos que cambiar todos. El gobierno va a hacer un inmenso esfuerzo para cambiar ese clima, esa actitud, y predicar con el ejemplo. Por esa razón decidí invitar a los cuatro ex presidentes y espero concretar la próxima semana las conversaciones que me faltan con el senador Frei y la ex Presidenta Bachelet.
Este año se diría que cambiaron las prioridades del gobierno. ¿Cómo se inserta este tercer cambio de gabinete en la agenda del gobierno?
Han sido muy difíciles los dos años que nos ha tocado gobernar. El primero, por el terremoto; el segundo, por las movilizaciones sociales, y el próximo -probablemente-, por la crisis económica internacional, que es más grave y más profunda de lo que la gente cree. Y eso, sin duda, hace que el gobierno, que observa, mira y escucha, vaya adecuando su curso de acción. Sin embargo, tras este cambio de gabinete no hay cambios de fondo.
Presidente, usted en un discurso en agosto, en el aniversario del diario La Segunda, reconoció haber agregado a sus convicciones de democracia, crecimiento económico y equilibrios macro una prioridad por el desarrollo social, sobre todo en términos de paz y combate a la desigualdad. ¿Cómo cambió eso los ejes del gobierno?
Puede que parezca un cambio, pero siempre fue parte de nuestro programa. Lo que planteé es que tradicionalmente habíamos pensado que bastaba con los tres pilares tradicionales, una democracia estable, una economía social de mercado y un Estado responsable de los equilibrios macroeconómicos. Efectivamente, esos pilares hoy día son insuficientes, y tenemos que levantarnos en nuevas bases: primero, mejorar la calidad de la educación y el capital humano; segundo, invertir más en ciencia y tecnología; tercero, incentivar la innovación y el emprendimiento, y cuarto, construir una sociedad con igualdad de oportunidades. En todo esto estamos atrasados y tenemos que recuperar el tiempo perdido.
¿Qué piensa usted del papel que está jugando el PC en la política chilena hoy? El 2011 fue su regreso al centro de la política.
Efectivamente. El hecho de haber elegido tres diputados, de tener gran presencia en el liderazgo estudiantil, le significó un retorno a la arena política tradicional. Me parece bien. Pero yo no pierdo de vista los objetivos y valores que animan a este partido. Tampoco pierdo de vista el resultado de los gobiernos comunistas. Basta ver las condolencias que enviaron al cruel régimen de Corea del Norte.
La crisis y las reformas
¿Cuál es su visión de la crisis económica mundial y sus efectos en Chile?
Europa va a tener crecimiento negativo el próximo año. EEUU va a tener una recuperación llena de partidas falsas, muy débil y errática. China ya no va a crecer 10%, sino que a 7 u 8%. América Latina va a reducir sustancialmente su tasa de crecimiento, sobre todo Brasil y Argentina. Ese es el cuadro: el mundo va a crecer mucho menos.
¿Cómo nos va a afectar?
Ya nos está afectando. La pérdida de un dólar en el precio del cobre nos significa seis mil millones de dólares menos de ingreso fiscal. Eso es el 10% del gasto público. ¿Cómo nos hemos preparado? Primero, revisando la manera como enfrentamos la crisis del 98 y del 2008. No vamos a cometer los mismos errores. No vamos a permitir crisis de liquidez como entonces. El 2009 la economía chilena cayó mucho más que América Latina y el resto del mundo. Lo mismo sucedió con el empleo. Queremos mantener el 2012 nuestra capacidad de crecimiento, menor que este año, naturalmente, en torno al 4%, y no perder empleos. Tenemos un plan de contingencia en el que hemos trabajado mucho.
¿La crisis internacional podría postergar indefinidamente la reforma tributaria?
La reforma tributaria es algo que yo estimo necesario. La hemos estudiado en profundidad y no se trata simplemente de subir impuestos. Es mucho más complejo.
¿Cuáles serían los pilares del proyecto?
Es una reforma que pretende no solamente recaudar más para financiar los compromisos que hemos asumido en educación, y también para financiar el plan de contingencia ante la crisis, sino que también apunta a perfeccionar el sistema tributario. No apunta solamente a subir impuestos, sino también a bajar impuestos, especialmente los relacionados con el ahorro, la inversión, la productividad, la innovación, el emprendimiento. Y puedo adelantar también que busca incorporar sistemas de impuestos y subsidios relacionados con el medioambiente. Es decir, premiar las cosas buenas y castigar las cosas malas. Si se hubiera hecho antes, no tendríamos el desastre que tenemos en Ventanas, donde se instalaron plantas termoeléctricas sin ningún estándar razonable para proteger la vida y la salud de la gente.
¿En qué plazo está pensando?
Los plazos son estrechos. Estamos hablando de las próximas semanas.
¿En qué va la reforma al sistema binominal?
Todos sabemos que este sistema tiene muchas virtudes (que las reconocen todos en privado, y nadie en público): genera grandes alianzas políticas y da mayor gobernabilidad. Pero también tiene problemas: excluye a muchos sectores que al cerrárseles las puertas pueden tomar el camino equivocado; segundo, estrecha las opciones de la ciudadanía, porque son los partidos los que deciden quiénes son los futuros diputados y senadores. Eso no está bien y lo conversamos con los presidentes Aylwin y Lagos. Ellos tienen sus posiciones, naturalmente no idénticas, pero aquí se va a requerir flexibilidad, porque ni la Concertación ni la Alianza tienen fuerza suficiente en el Congreso para cambiar el sistema electoral. Así que tenemos que ponernos de acuerdo.
¿Ve factible el cambio?
Yo creo que sí. Durante los 20 años de la Concertación, sus gobiernos nunca presentaron un proyecto serio para modificar el sistema electoral. En el gobierno del Presidente Lagos se planteó una iniciativa retórica a favor de un sistema electoral que combinase la representación regional con la nacional. El otro fue una propuesta de reforma constitucional de la Presidenta Bachelet que eliminaba el número de 120 de diputados. Eso fue todo. ¿Por qué no lo hicieron si les interesaba tanto?
¿Cuáles van a ser, a su juicio, los temas para la próxima campaña presidencial?
Espero que podamos avanzar bastante en reforma tributaria y en perfeccionamiento del sistema electoral para que estos asuntos no sean los ejes de la campaña. Creo que no es bueno que lo sean, porque son temas que deben analizarse con moderación y serenidad, al margen de la efervescencia. Por eso me interesa que se discutan ahora.
La vecindad
¿Cómo ve la relación con Perú y los escenarios en La Haya?
Chile siempre ha sido un país respetuoso del derecho internacional y ha hecho su mejor esfuerzo y ha puesto todos sus argumentos jurídicos y de hecho para defender su legítima posición de que la frontera marítima entre Chile y Perú es el paralelo a partir del hito 1. Pero también decidimos con el Presidente Alan García, y lo ratificamos con el Presidente Humala, de que eso no iba a hacernos mostrarnos los dientes, o darnos las espaldas, que íbamos a seguir avanzando en integración económica, en colaborar para aprovechar mejor nuestras riquezas mineras y acuíferas en la frontera, mejorar la seguridad de nuestras fronteras. Y hemos avanzado en eso.
¿Consideró adecuadas las declaraciones del ministro de Defensa, Andrés Allamand, sobre el escenario vecinal y que provocaron incomodidad en la Cancillería chilena y reacciones en Perú?
Por razones obvias, no voy a responder a esa pregunta.
¿Conversó el tema después con el ministro?
Sí, pero esos temas los discutimos internamente.
Tensiones institucionales
¿No cree que los conflictos del gobierno con la Fiscalía Nacional y el Poder Judicial tensionan innecesariamente al país?
La intención del gobierno no es crear un conflicto con los jueces ni con los fiscales. Lo que sí es evidente que la lucha contra la delincuencia tiene muchos eslabones. La labor de los fiscales es presentar casos sólidos a los tribunales. La del gobierno es coordinar e inspirar esta lucha.
Más que de coordinar, el gobierno es el responsable de la lucha contra la delincuencia.
Sin duda. Pero nosotros sentimos que hay debilidades importantes en algunos eslabones. Y por eso levantamos nuestra voz, buscando una mejor coordinación y un mejor acuerdo, por ejemplo, para que los fiscales puedan hacer mejor su tarea de investigar, encontrar las pruebas y presentar los casos de la mejor forma posible a los jueces.
¿No están tratando de diluir sus responsabilidades apuntando hacia otras instituciones?
Por cierto que no. Esta es una política que el Presidente está liderando, con plena colaboración de los ministro del Interior y de Justicia, y que apunta a buscar que estos cinco o seis eslabones -Carabineros, Policía de Investigaciones, fiscales, jueces y Gendarmería- operen con mucha mayor coordinación e inteligencia.
Dos almas
Tal como en los gobiernos de la Concertación hubo dos almas, una flagelante y otra autocomplaciente, en su gobierno existen los llamados doctrinarios y los pragmáticos. Los doctrinarios, incluso, piensan que este es el quinto gobierno de la Concertación.
Yo rechazo esa percepción. ¿Acaso la centroderecha debe preocuparse única y exclusivamente del orden público y del crecimiento económico? Esa no es mi visión de sociedad y ese no es el espíritu ni la letra de nuestro programa de gobierno. Creemos en los derechos de los trabajadores y consumidores. Esto es parte de nuestra doctrina y de nuestra ética política. Si alguien cree que eso no es parte de un ideario de centroderecha significa entonces que está preso de fuertes simplificaciones.
En su sector muchos dicen que en vez de estar impulsando una reforma tributaria o enfatizando los abusos de las empresas debería estar concentrado en el crecimiento económico y la creación de riqueza.
Están equivocados. La economía social de mercado requiere de empresarios que inviertan e innoven, pero también que respeten a los consumidores y trabajadores. Sin esto, no hay legitimidad. Por otra parte, tampoco nos define el puro pragmatismo. Me llegan muchas exhortaciones a que concedamos lo que la gente quiere. Démosle a los estudiantes, démosle a las universidades, démosle a todos sin control, sin evaluación, sin mayores exigencias ni méritos. Eso es pragmatismo. Así probablemente nos hubiéramos evitado muchos conflictos. Pero no habría sido bueno para el país. Mi función no es darles el gusto a todos.
¿Qué escenario visualiza para las elecciones municipales de octubre?
La elección municipal es un desafío, un paso previo a las presidenciales. Le voy a contar una anécdota. Me acuerdo del 2004 cuando escuché a Lavín después de la noche de la municipal, cuando nos fue muy mal, decir aquí perdimos la elección presidencial. Me acuerdo haberle dicho al mismo Lavín, la noche del 2008, cuando por primera vez en nuestra historia como coalisión ganamos la elección, porque sacamos más votos en alcaldes y alcaldes más importantes. Ahí yo dije: vamos a ganar la elección presidencial.
¿Ha estado en la búsqueda de candidatos?
No, no es mi tarea. Pero en mis recorridos por Chile voy siempre mirando y le envío siempre propuestas a los grupos electorales, a los partidos. Les digo aquí hay una buena persona.
Puesto que en su gabinete hay ministros que son presidenciables, la pregunta de la cátedra es ¿cuándo tendrán que abandonar el gobierno?
Me siento feliz y orgulloso de tener ministros presidenciables, porque eso entraña un reconocimiento al trabajo que han hecho. Pero lo único que a mí me interesa es que sean buenos ministros. No vamos a aceptar ministros candidatos, entendiendo por tales los que utilizan su pega para mejorar sus expectativas electorales.
¿Se hace alguna autocrítica?
Muchas. Pero no me haga ser masoquista. Hay muchos que han hecho del objetivo de su vida criticar al Presidente y no seré yo quien tenga que salir a ayudarlos.