¿Puede su Empresa estar en vías de extinción y usted no saberlo? Qué hacer para evitar a tiempo el desastre y adaptarse con éxito a los nuevos escenarios. | El desafío de la adaptación al nuevo escenario mundial | Vivimos en tiempos apasionantes
a veces trágicamente apasionantes. Otras veces, extraordinariamente apasionantes. Pero sin dudas, son tiempos de cambios y sorpresas, de un dinamismo tal que hasta al mismo Heráclito lo hubiera sorprendido tenerse que bañar en tantos ríos distintos a cada instante. El dinamismo de la vida aparece al desnudo, como en toda época crítica, demoliendo las ilusiones de seguridad, con su carga de incertidumbre y de oportunidades.
Durante el Siglo XX los dos sistemas propuestos: el comunismo y el capitalismo, acapararon la atención del mundo entero. Luego de la caída del muro, el neoliberalismo se erigió como ideología dominante, hasta su derrumbe a comienzos del siglo XXI.
En la actualidad estamos reconstruyendo el tejido social, y para hacerlo correctamente es necesaria una perspectiva sistémica que comprenda el rol fundamental de todos los actores sociales.
En este contexto, la Empresa juega un rol clave. En efecto, hoy en día el vehiculo de transformación pasa por la iniciativa privada, pero no podemos imaginar siquiera la subsistencia de Empresas basadas en el viejo paradigma capitalista del "business and business", sencillamente porque éste se encuentra en vías de extinción, para dejar lugar a la Empresa con Responsabilidad Social (RSE), donde el concepto de Productividad es reemplazado por el de Efectividad, y donde el foco se pone en los Resultados más que en los procesos. Donde las competencias lingüísticas y conversacionales -siguiendo al filósofo Rafael Echeverría-, el conocimiento y los recursos intangibles se vuelven más importantes, y el ser humano es nuevamente el centro de la escena.
En este nuevo escenario, sobrevivirán solo las Empresas que sepan posicionarse ecológicamente, entendiendo a la palabra ecología como la "Parte de la sociología que estudia la relación entre los grupos humanos y su ambiente, tanto físico como social" (Diccionario de la RAE), ya que la Empresa es un actor social, mas allá de la idea equivocada que existe en quienes pretenden negarle este rol, o peor aún, entre quienes pretenden adjudicarle la culpa de todos los males. No existen Empresas buenas ni malas, existen seres humanos honestos y corruptos. Una Empresa manejada por personas corruptas naufragará, pero lo mismo sucederá con un Estado, una Iglesia o un Club de Futbol. Al tratarse de actores sociales, tienen su importancia ecológica, y sin duda alguna los empresarios merecen ser considerados desde la importancia potencial de su función, y no como "los malos de la película".
Lo que sucede es que el contexto está cambiando a velocidades alucinantes desde la perspectiva de otras épocas. En menos de un siglo hemos vivido modificaciones asombrosas en el orden mundial, incluidos fenómenos tan dramáticos como las dos guerras mundiales, el experimento comunista, la guerra fría, el surgimiento de la era informática y posteriormente el de la sociedad del conocimiento, la consolidación de Estados Unidos como ultrapotencia y su posterior debacle, el auge y el fracaso del neoliberalismo en los países del tercer mundo, y actualmente la guerra mundial contra el terrorismo. El aniquilamiento de los recursos naturales y la crisis humanitaria que ha generado una brecha social que perjudica a quienes están a ambos lados del abismo, aún cuando en lo inmediato los que están del lado más cómodo no se hayan dado cuenta de que en un desequilibrio dentro de un sistema, el afectado es todo el sistema, y por ende es imprescindible reestablecer el equilibrio roto creando estrategias adecuadas, mediante vehiculos acordes a los tiempos que corren, para construir una sociedad que permita un crecimiento y desarrollo sostenidos y perdurables a mediano y largo plazo, abandonando la visión cortoplacista y miope que genera la crisis actual del sistema.
Y no está de más repetir que en semejante escenario la Empresa tiene una función social innegable, y una misión histórica de cuyo cumplimiento puede depender el éxito o el fracaso de sus propios intereses individuales. Para comprender ésta realidad, que es actual y tangible aun cuando muchos no lleguen a vislumbrarla todavía, es necesario contar con líderes capaces de facilitar la transformación de las Organizaciones, desde el afán de lucro desmedido al cumplimiento de su rol social.
El papel del líder en este nuevo contexto es fundamental. No hay más lugar para el viejo jefe autoritario, éste ha sido reemplazado por el "Gerente Coach", facilitador de los procesos de transformación intrapersonal y su proyección al ámbito interpersonal, el desarrollo de las competencias de cada participante de la Organización y la solución adecuada a los conflictos que se susciten desde un enfoque negociador. El nuevo líder no aplica fórmulas mágicas para motivar, lo hace desde el conocimiento de cada ser humano en un contexto determinado. Atrás han quedado los tiempos en los que se importaban recetas magistrales incapaces de brindar respuestas a las necesidades y problemáticas locales, más allá de lo exitosas que puedan haber sido en su lugar de aplicación. El nuevo líder aplica en sí mismo lo que predica, con las imperfecciones propias de la condición humana, pero con la coherencia esperable de quien pretende convertirse en mentor y en ejemplo a seguir. Los líderes de doble discurso no tienen lugar en la Empresa del Siglo XXI.
El líder de la Empresa del Siglo XXI también conoce las Competencias Emocionales, tiene un desarrollo equilibrado de su inteligencia intrapersonal e interpersonal, y como resultado, tiene desarrollada su Inteligencia Emocional -Concepto introducido por el filósofo Daniel Goleman - al punto de auto conocerse y re conocerse las veces que sea necesario, y de conocer por eso mismo a quienes trabajan con él, facilitando y respetando sus propios procesos desde una verdadera "Grandeza Primaria" - A decir de Stephen Covey -, aplicando luego, y en ese orden, las técnicas que considere necesarias para solucionar cada situación que se presente. Y por supuesto, comprende la importancia de la alfabetización emocional en todos los ámbitos, por lo que la implementa en la Empresa y la promueve en la Sociedad.
En definitiva, la Empresa es hoy uno de los dos vehículos de transformación social e integración individuos-sistema -el otro vehiculo son las ONG- que, articuladas por el Estado, llevan adelante un rol verdaderamente eficaz en la construcción de una cultura de la responsabilidad, donde individuos proactivos y creativos integran un sistema exógeno que se retroalimenta en y con un contexto social, propiciando el crecimiento armónico de ambos lados.
En la Empresa del Nuevo Siglo no hay empleados que dependen de un superior. Hay personal que ofrece servicios a cambio de una remuneración, y que por lo tanto pretende un clima laboral adecuado, para el desarrollo de su talento y potencial. La relación se torna, por lo tanto, más horizontal, y el perimido concepto verticalista deja lugar a la autoridad real, que reside en quien ha desarrollado competencias emocionales y comunicacionales efectivas, desde una sólida congruencia personal, para convertirse en lo que etimológicamente significa Autoridad: "el que ayuda a crecer", por lo que no necesariamente se identifica con un rol jerárquico dentro de la estructura de la Organización, mas bien implica una dinámica funcional.
La pregunta que muchos se plantean es ¿lograrán las Empresas adaptarse a este nuevo Paradigma? Esta pregunta adquiere mayor relevancia en nuestro contexto socioeconómico. Latinoamérica no se ha destacado precisamente por adaptarse con rapidez a los cambios evolutivos que implican verdaderos avances en el desarrollo humano. Y la nueva Empresa va de la mano con el desarrollo humano, en última instancia. El ser emprendedor es parte de la naturaleza social del ser humano, como lo es el ser político según la archiconocida definición de Aristóteles. Desde siempre ha habido individuos llevando adelante empresas de todo tipo. Precisamente la raíz del fracaso del experimento comunista ha estado en atacar la propiedad privada, porque sin quererlo o queriendo ha atacado la naturaleza emprendedora del ser humano, y allí estuvo la simiente de su fracaso, como en todo sistema contrario a la naturaleza humana.
El gran salto cualitativo está en convertir a la Empresa en promotora de cambios sociales, en asignarle un rol que ha sido históricamente llevado adelante por estructuras más paternalistas, y que a la luz del nuevo siglo -que probablemente sea recordado en la historia como el "siglo de la responsabilidad"-, donde individuos y sistema deben encontrar la armonía en pro de una espiral de crecimiento -ya lo decía Ortega y Gasset "yo soy yo y mi circunstancia"-, pueda adaptarse para cumplir su rol en la reingeniería social que se avecina. Mucho se ha repetido el viejo latiguillo de que "las empresas no tienen por qué tener corazón" que podría considerarse uno de los Memes más difundidos en la cultura empresarial, y que conlleva latente el peligro de la destrucción de las Empresas que no se atrevan a cuestionarlo y modificarlo, porque la Empresa que pretenda sobrevivir a las transformaciones que se avecinan serán, precisamente, las que tengan corazón, sin dejar por ello de ser rentables y producir utilidades para sus miembros.
Es muy posible que las Empresas que apuesten a capacitarse y capacitar a sus integrantes en la adquisición y el desarrollo de competencias -que no es otra cosa que el desarrollo del potencial humano- puedan llevar al viejo y achacoso capitalismo -tal como lo conocemos actualmente- a una nueva esfera donde la satisfacción mercantilista de las necesidades ceda paso a la búsqueda de satisfacción de otras necesidades humanas, como lo profetizara el economista y filósofo John Stuart Mill a fines del Siglo XIX.
También es muy posible, por no decir indudable, que las Empresas que pretendan continuar aferrándose a los viejos paradigmas de la ganancia a toda costa, descuidando el factor humano, no solo como un recurso objetivo que merece gestionarse, sino como un potencial subjetivo que puja por desarrollarse, y que crean que lo único que importa es aumentar sus márgenes de ganancia descuidando su rol dentro del tejido social, sean Empresas que, aunque aún no lo sepan, ya estén en vías de extinción.
(*) Pablo José Funoll es un joven escritor salteño, estudiante de Derecho y de coaching ontológico con varios años de conduccion y producción radial. Se ha desempeñado como facilitador de aprendizaje en algunos cursos de desarrollo humano y periodista amateur. Es autor de numerosos artículos de opinión en medios digitales argentinos. MÁS INFORMACION, PINCHA AQUÍ http://noticias.iruya.com/content/view/1251/417/ |