ALBERTO MONROY URUGUAY
Alberto Moroy | Montevideo http://www.elpais.com.uy/
@| "Estamos asistiendo a cambios sustanciales en la economía global que impactan en la población uruguaya. El principal es el alto valor del petróleo y sus consecuencias inmediatas, la suba del valor de los granos utilizados para la fabricación de biocombustibles o de otros que por la baja de áreas sembradas incrementan su valor.
Usted dirá, ¿cómo, a Uruguay esto lo favorece? La respuesta es no. La tecnología de punta todavía no llegó al Uruguay en una escala que permita exportar granos a lo grande, aún siendo un país chico. Tenemos la demanda y poco para vender, cuando la producción aumente, el Estado se quedará con la parte del león dejando que se derrame poco hacia los sectores más perjudicados.
Las consecuencias inmediatas están a la vista, y las que no, pronto se verán. Zonas del Uruguay consideradas marginales para la siembra de estos granos están en la mira de inverso- res regionales, conocedores del potencial de sus suelos al aplicarle nuevas tecnologías. Hay proyectos muy avanzados de compra de grandes extensiones en Uruguay, zona Noreste, Argentina y Paraguay.
Si tratamos de analizar el negocio de biocombustible llegaremos a la conclusión de que no cierra en ninguna parte del mundo, mientras el precio del petróleo no supere los 70 U$D, salvo en aquéllos donde subsidian la producción con fines políticos. Tal es el caso de los EE.UU. que persigue acotar su dependencia del petróleo importado, sobre todo del venezolano, hoy un 15%. En ese contexto y con parecidos argumentos, más el componente geopolítico se suma Brasil, gran productor del alcohol en base a caña de azúcar.
Para Uruguay fabricar biocombustibles es una utopía, mientras no se encuentre otra forma de financiar al Estado. Aún así, la energía necesaria para producirlo debería ser bastante más barata. Los valores internacionales de los com-modities agrícolas alejan más esta posibilidad y la de que la plaza local no se vea afectada por el incremento de los granos y de los alimentos que los usan como materia prima.
Así entre las papeleras y la agricultura intensiva, el campo se irá pintando de verde, conjuntamente con la baja en las napas freáticas y el incremento de residuos agrícolas en sus ríos y arroyos, mientras las economías de sus pueblos y ciudades del interior deberá acomodarse a esta nueva situación, así como de bosques autóctonos. No a la del color de sus praderas, sino la del bolsillo, habida cuenta que la eficiencia, hoy no pasa por el mayor uso de mano de obra y menos si ésta no es calificada. La ganadería deberá correrse a zonas consideradas marginales, según los parámetros actuales, los seguirán los productores de miel a los cuales la soja los irá des-plazando por falta de floración, también quienes no tengan capital para autofinanciarse y/o adquirir la tecnología necesaria.
Entendemos que al Estado esto no le preocupe, tampoco le preocupó cuando los grandes supermercados dejaron un montón de desocupados en Montevideo o cuando creíamos que éramos ricos y la Aduana recaudaba a manos llenas en detrimento de la industria nacional. Claramente está haciendo falta un ordenamiento territorial que permita morigerar las consecuencias de este proceso inevitable, sobre todo pensando en las economías del interior.
Napoleón Bonaparte decía: \No hay mayor inmoralidad que el ejercer un oficio que no se conoce\. ¿Será este el problema de nuestros funcionarios?
rodrigo gonzalez fernandez
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Santiago Chile