"No quiero que me tapen la boca cuando digo NO QUIERO." Angela Figuera Aymerich |
Hasta hace poco el acoso sexual era a menudo considerado como una afrenta a la que una mujer tenía que arriesgarse para que se le permitiera trabajar. Ha habido en la última década un notable crecimiento en el conocimiento del acoso sexual en el trabajo en los países industrializados, conduciendo esto a un reconocimiento general de que es un problema que debe tratarse si la promesa ofrecida por la legislación sobre la igualdad de sexo se ha de cumplir. En particular, está comenzando a surgir el consenso de que no es suficiente proporcionar una compensación a una víctima del acoso sexual después de que se haya causado el daño, sino que se deben aplicar políticas y procedimientos preventivos a nivel empresarial con objeto de reducir el riesgo de acoso sexual.
Uno de los mitos respecto al acoso sexual es que es principalmente un problema para las mujeres que se ajustan a los estereotipos tradicionales de belleza física. No hay víctimas típicas del acoso sexual, pero la probabilidad de ser acosado sexualmente está más estrechamente asociada con la vulnerabilidad observada y la dependencia económica del acosado, y no precisamente en su apariencia física. Sólo el hecho de estar subordinado a alguien debido a la jerarquía del empleo, significa vulnerabilidad y dependencia. Más específicamente, las mujeres de minorías étnicas, las mujeres que trabajan en trabajos predominantemente masculinos, los recién ingresados en la fuerza del trabajo y las mujeres con contratos precarios, son las que tienen más posibilidades de ser acosadas.
La investigación establece sin lugar a dudas que las mujeres tienen una mayor posibilidad que los hombres de sufrir el acoso sexual en el trabajo. No obstante, muchos de los estudios disponibles muestran que los hombres también pueden sufrir acoso sexual, aunque la envergadura del problema para los hombres es sustancialmente menor.
El acoso sexual es una de las experiencias más degradantes y ofensivas que un trabajador puede sufrir. A los que son víctimas, a menudo les produce sentimientos de asco, violación, cólera e impotencia. Perjudica la salud de la víctima. Produce estrés físico y emocional. Mientras están en el trabajo, las víctimas del acoso sexual tendrán probablemente menor productividad y estarán menos motivadas, y de ese modo se verán afectadas tanto la cantidad como la calidad de su trabajo.
Las empresas sin una política y procedimientos específicos para abordar los incidentes de acoso sexual quizás tengan que enfrentarse a problemas de absentismo, a un pobre rendimiento en el trabajo y a la pérdida de trabajadores valiosos, así como a la posibilidad de litigios costosos y a sentencias de indemnización a los trabajadores sometidos a acoso sexual.
Es necesario disponer de recursos legales eficaces. Sin embargo, el propósito principal de la mayoría de las víctimas de acoso sexual no es demandar a su empresa daños y perjuicios sino que cese el comportamiento ofensivo, que no se repitan y estén protegidos contra represalias por haber presentado una reclamación. Por tanto, el modo más efectivo de hacer frente al acoso sexual es elaborar y aplicar una política preventiva a nivel empresarial. Son las mismas mujeres las que exigen -cada vez más- que se les permita dedicarse a su vida laboral con dignidad. Y como dijo el poeta: "Cuando el lenguaje es llama / que juega con su sombra, / media palabra basta; / muchas palabras sobran".
Rodrigo González Fernández
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