jueves, junio 24, 2010

BP, la compañía que todos adoramos odiar

LA COLUMNA de EXPANSION

BP, la compañía que todos adoramos odiar

Publicado el 23-06-2010 por Lucy Kellaway, columnista de Financial Times

La semana pasada, mantenía una educada conversación con una vecina cuando, sin venir a cuento, exclamó: "Realmente, odio a BP". Esta mujer es británica, de mediana edad, clase media y, hasta donde yo sé, no tiene una opinión firme sobre nada excepto, tal vez, que el profesor de física de su hijo no es lo bastante bueno. Pero ella, como otra mucha gente normal, parece haberse visto influida por la oleada de ira hacia las empresas que se está extendiendo aún más y de forma más descontrolada que la marea negra. No son sólo los estadounidenses, los votantes de izquierdas o los defensores del medio ambiente los que odian en la actualidad a BP. El resto también parece hacerlo.

Comparemos esta situación con la respuesta dada a la mayor catástrofe empresarial de todos los tiempos, el escape de gas en Bhopal que mató a miles de personas. Estábamos horrorizados. Queríamos que se aprendiera la lección y que se pagaran las compensaciones. Pero no recuerdo que todos odiásemos a Union Carbide con la misma intensidad con la que aborrecemos ahora a BP. Si se escribe "odio a Union Carbide" en Google, aparecen cinco entradas. Al hacer lo mismo con BP, la cifra sube a 37.400 registros.

Podría argumentarse que eso se debe a que la catástrofe de Bhopal sucedió hace 25 años en el otro extremo del mundo y a que Union Carbide no vende productos que llenan el depósito de nuestro coche. Pero creo que también se debe a algo más: odiar a las empresas y a la gente que las dirige se ha convertido en un nuevo pasatiempo global.

En mi adolescencia, odiar a las compañías era mucho más habitual. Nuestra opinión sobre las empresas no era mejor por entonces: al contrario, en Reino Unido, las gente culta veía los negocios con desdén. En especial, despreciábamos la publicidad porque considerábamos que lo único que hacía era lavar el cerebro. También odiábamos a las tabacaleras porque sus accionistas estaban cometiendo una masacre al vender un producto que mataba a sus clientes. Los bancos no nos importaban porque eran unos parásitos y unos usureros. Y no nos gustaban las petroleras por su forma solapada de aumentar el precio de la gasolina cuando el petróleo subía y seguir aumentándolos cuando este bajaba.

¿De dónde sale todo este odio? Las empresas no parecen ser mucho más odiosas, o los ejecutivos más incompetentes, que hace veinte, cincuenta o cien años. De hecho, las compañías son, en la mayoría de los casos más decentes, y los directivos están más preparados que antes. Se me ocurren cuatro aspectos que han cambiado en los últimos años y que explican la razón de que amables mujeres como mi vecina inicien una cruzada contra las multinacionales.

El primero son los vestigios emocionales de la crisis crediticia. Nuestro desprecio hacia los banqueros es desenfrenado e incontrolable, y nunca habíamos sentido algo así hacia los hombres trajeados. Tanto odio ha sentado costumbre.

La segunda causa es el pago a los ejecutivos. Ya nos molestaba de por sí lo que se autopagaban los altos directivos, así que cuando la gente que gana demasiado muestra que no sólo son incompetentes sino también insensibles y faltos de tacto, nuestro resentimiento se transforma en odio.

El tercer motivo es más sutil. En la última década, las compañías se han esforzado por crearse una imagen sustentada en toda una serie de valores. Cuanto más éxito tienen en ello, más motivos hay para quererlas –y aborrecerlas–. Las empresas con más éxito en EEUU –Microsoft y WalMart– son queridas y odiadas en igual medida.

Finalmente, está Internet, con su poder para convertir las emociones personales en una epidemia global de la noche a la mañana. En la actualidad, odiar a las empresas es fácil, divertido y variado. Hay tantas formas distintas de hacerlo: puedes detestar a BP en Twitter, Facebook y, lo más gratificante, en YouTube. Si aún no ha visto el vídeo BP derrama el café (BP Spills Coffee), en el que un grupo de ejecutivos se deja llevar por el pánico cuando un vaso de poliestireno se vierte durante una reunión, hágalo. Le hará reír –y odiar a BP un poco más de lo que ya lo hacía–.

 
RODRIGO  GONZALEZ  FERNANDEZ
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
DIPLOMADO EN GESTION DEL CONOCIMIENTO DE ONU
Celular: 93934521
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