(El Día) Aquella radiante mañana, la isla de Lanzarote completó su sexto día sin agua, pero sus habitantes ni se inmutaron. Sabían que esa falencia era crítica y para solventarla debieron recurrir a elementos tan básicos como vasijas. Si bien sus 100 milímetros anuales de lluvia son superiores a muchos lugares en el planeta, no alcanzan para hacer frente a la demanda poblacional que ha visto empeorar la calidad de las cuencas por la salinidad de los suelos y la contaminación. Ello se suma a la ineficiencia de no contener los volúmenes que se infiltran en el subsuelo, lo que los pone entre la espada y la pared.
La olla a presión en Lanzarote estaba al máximo en los sesenta y cuando fallaron los barcos que traían el suministro desde Canarias, el Cabildo dio un golpe de timón importando una máquina desalinizadora Westinghouse proveniente de la base militar estadounidense de Guantánamo, en Cuba, en 1965. Ésta fue capaz de tomar el agua de mar y convertirla en dulce.
Pero pronto no dio abasto y había que impulsar nuevas inversiones. Hoy, dependen en 100% del agua marina, viendo replicado su ejemplo pionero en las más de 700 plantas que existen en la península Ibérica.
En momentos donde en la Región de Atacama se acabó el agua y las faenas agrícolas, mineras e industriales se disputan las últimas gotas, ha habido una postura transversal para masificar la desalinización. Pero antes hay que responder una serie de interrogantes como los costos económicos asociados y el impacto ambiental.
MANUFACTURA EN JAQUE
Parece una máxima repetida y hasta tediosa, pero hoy toma más fuerza que nunca: "La próxima guerra será por el agua", nos dijeron nuestros padres. Eso es precisamente lo que está sucediendo en Copiapó, aunque sin armas ni misiles. Los agricultores de uva de mesa, que enviaban sus partidas a Estados Unidos a mediados de noviembre, hoy recién lo están haciendo en diciembre. La razón del retraso es la falta de agua.
Lo mismo ocurre con la minería, aunque el sector no se ha quedado de brazos cruzados. Es el caso de CAP, matriz de la Compañía Minera del Pacífico (CMP), la que invertirá US$250 millones para instalar una maquinaria que no la haga depender de pozos ni ríos.
"La construcción de la planta de abastecimiento de agua constituye un puente para el desarrollo y crecimiento minero de la región y eventualmente para otras actividades productivas de la zona", aseguró Jaime Charles, gerente general del grupo.
Esa apuesta se ha reforzado, luego del informe dado a conocer esta semana por la Comisión Chilena del Cobre (Cochilco) y que prevé sus dudas por el abastecimiento hídrico que requerirá el sector en 2020. Fue el ministro de Minería, Santiago González, quien sinceró el panorama. "No sacamos nada con llevar adelante los proyectos si no tenemos el sustento hídrico necesario para desarrollarlos en los próximos años", acotó.
Por lo mismo llamó a buscar alternativas. Y en ese sentido los privados ya recogieron el guante. Uno de ellos es Teck Carmen de Andacollo, compañía minera que pondrá en valor Hipógeno con el que extenderán en 21 años su vida útil y producirán 80 mil toneladas de concentrado de cobre fino al año. Guillermo Urrutia, director de Operaciones de la firma canadiense en Chile, lo ve con buenos ojos. "Nos interesa trabajar con agua de mar, en todo caso, implicará una inversión adicional en nuestros presupuestos", aseveró.
A SACAR LA CALCULADORA
Pero la ecuación no es tan fácil, pues por mucho margen de ganancia que tengan las mineras, no están dispuestas a incrementar sus millonarios presupuestos iniciales. Eso ya lo ha percibido el brazo minero del grupo Luksic, Antofagasta Minerals, que a través de su vicepresidente de Operaciones, Jorge Gómez, rayó la cancha.
"El agua es un recurso escaso que se va a ir complejizando, por lo que debemos invertir más en nuestras cuencas y para ello nuestro grupo ha tenido la visión de extraer cantidades que sean sustentables en el tiempo. ¿Agua salada? Sí, puede ser", respondió dubitativo.
Estas interrogantes obedecen a que Chile es uno de los países que tiene el costo de energía más alto en América Latina. "Impulsar el agua a yacimientos que están en la cordillera a más de 4.000 metros de altura, resulta un gasto energético muy grande que hace que los proyectos sean menos competitivos", aseveró.
Eso mismo piensa el subdirector de Minería, Medio Ambiente e Infraestructura de Corfo, Omar Hernández. Si bien el personero reconoce que los valores se han recortado, cree que se debe evaluar de acuerdo a cada propuesta. "Hay notables avances tecnológicos que han ido reduciendo los costos operacionales, pero debe haber un estudio exhaustivo de la rentabilidad. Es así como propuestas que estén más cerca de la costa y con mayor ley, tendrán mejor rendimiento", precisó. En cambio aquellos más alejados y con menores leyes (porcentaje puro de mineral o metal que se obtiene por tonelada de material), requerirán más agua.
Pensando en la aplicación de un subsidio como salvavidas, el Gobierno reconoció no haberlo definido aún. "No se ha estudiado el tema (
) Sabemos los altos montos asociados a las plantas desalinizadoras, pero hay que tomar en cuenta que también debemos apoyar a otros rubros", especificó la subsecretaria de Minería, Verónica Baraona.
NO SE OLVIDEN DEL ENTORNO Antecedentes proporcionados por el Ministerio de Medio Ambiente español, país en donde el 60% de la cobertura hídrica proviene del mar, advirtió tres efectos sensibles en el entorno por la desalación: Incremento en las presiones sobre el litoral, utilización de fuentes fósiles y la consiguiente emisión contaminante de CO2.
Es así como una vez realizado el proceso de transformación, los restos de sal que se devuelvan al mar o se depositen en la tierra, podrían afectar a organismos vivos.
Para qué hablar de la emisión de dióxido de carbono (CO2), que calculándolo para los 23 años promedio de vida útil de este tipo de instalaciones, da como resultado 37 millones de toneladas de CO2, los que de acuerdo al protocolo de Kioto, tendrían un costo de mitigación de US$400 millones.
Asimismo, la energía utilizada no se condice con fuentes renovables no convencionales, sino que con hidrocarburos, los que son más constantes, eficientes y seguros, contraviniendo la apuesta de diversificación de la matriz propuesta por Chile.
Lejos de ser un balde de agua fría, los antecedentes puestos sobre la mesa hablan de que falta bastante por investigar, comprobar y muestrear. Si bien las necesidades hídricas son de hoy, no es correcto hipotecar nuestro futuro.
Fuente / El Día
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