Trabajo en domingos y festivos Aunque la recién promulgada Ley Nº 20.215 fue conocida principalmente por declarar feriado el 17 de septiembre pasado, sus alcances superan con mucho lo relativo a estas Fiestas Patrias: se añadirá al descanso de éstas, con carácter permanente, el lunes o viernes que quede entre éste y un fin de semana; además, se agrega el 1 de mayo a los actuales tres feriados irrenunciables; se extiende la obligatoriedad del descanso en esos días a todo el comercio (hasta ahora regía sólo para los "malls"), y se restringe la posibilidad de extender el horario de atención durante los períodos previos a las festividades. Al respecto, el senador Letelier (PS) ha vuelto a proponer la obligatoriedad del asueto dominical para los dependientes del comercio. Contrastan estas mociones con la información que llega desde Europa, donde la tendencia parece ser precisamente la contraria: en varios países, las rígidas limitaciones a los horarios de funcionamiento del comercio están siendo gradualmente removidas, en pro de la generación de empleo y del crecimiento. Abrir o no en domingo no debiera ser un asunto regulado: hay una demanda evidente hacia el comercio para funcionar en momentos en que la mayoría no está laborando, la productividad del trabajo es más alta por el mayor volumen de venta (lo que eleva la disposición a remunerar), y hay personas dispuestas a trabajar esos días, porque las compensaciones son mayores, entre otras razones. Prohibir el funcionamiento, o elevar artificialmente el salario, llevaría a un nivel subóptimo de actividad y empleo. El argumento de proteger a los trabajadores tiene poco asidero, pues en Francia fueron los propios empleados los que, en sendas movilizaciones, abogaron por su derecho a trabajar el séptimo día de la semana. Más que prohibir el funcionamiento del comercio, conviene avanzar hacia la flexibilización del mercado laboral, favoreciendo los sistemas de turno y los empleos de tiempo parcial, y simplificando la contratación de trabajadores extras para las épocas de mayor demanda. De ese modo, es posible conjugar los intereses de las partes permitir que quienes deseen descansar puedan hacerlo, y que los que quieran trabajar sean adecuadamente remunerados por ello, sin sacrificar la actividad comercial, que, además de beneficiar a los consumidores y productores directos, genera crecimiento, base del bienestar social y la principal causa de reducción de la pobreza en las últimas décadas. Cabría esperar que el debate de estas propuestas sepa conciliar adecuadamente el impulso a la oferta laboral, la productividad y, sin duda, los valores familiares envueltos en el descanso dominical. |
Posteado por El Mercurio a las Septiembre 19, 2007 |
Rodrigo González Fernández
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