martes, abril 01, 2014

#COLECCIONISMO: el Museo Arqueológico Nacional de Madrid

Nos colamos en el Museo Arqueológico Nacional

El Museo Arqueológico Nacional, en Madrid, acaba de ser inaugurado por todo lo alto con la presencia del presidente Rajoy. Pero, días antes, Ianko López se ha colado en una visita guiada por su director. Una reapertura esperada y con algunas sorpresas.

Por Ianko López 
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© Ianko López

“Ven mañana a las 10 de la mañana”, me urge por teléfono la responsable de prensa del Museo Arqueológico Nacional, “el director ofrece una visita guiada a algunos corresponsales extranjeros y creo que a ti también te puede interesar”.

Yo también lo creo, desde luego. ¿Visitar el remodelado museo, que llevaba casi tres años cerrado, cuatro días antes de su reapertura y con el mejor guía imaginable? ¿Dónde hay que firmar? Así que me presento allí puntualmente, y compruebo que a estas alturas continúan los preparativos de última hora. Ya en la puerta no me recibe el responsable de prensa, ni los conservadores, sino algunos de los montadores y operarios que traen, llevan y colocan todo tipo de trastos aquí y allá.

Para resumir la primera impresión, diré que sorprende el torrente de luz natural que entra por los amplios vanos, la amplitud de los espacios y la extraña sensación entre orgánica yhigh-tech que transmite el uso continuo del travertino, la madera de Merbau y el metal gris mate. Me pregunto fugazmente por la vigencia que tendrán estos dos últimos materiales dentro de un par de décadas (siendo optimistas), para a continuación buscar allí el lugar que me corresponde, sea el que sea. Los atareados trabajadores me ayudan, de lo más solícitos. “¿La visita? Ah, sí, creo que es por ahí”: señalan un punto vago al fondo de la entrada, donde un puñado de personas con tarjetas identificativas colgando de sus cuellos parece estar esperando que ocurra algo importante. “Los corresponsales”, me digo. Y hábilmente me infiltro entre ellos, para averiguar que en efecto se trata de periodistas y expertos de países como Francia, Italia o Finlandia. Me propongo no abrir demasiado la boca para que no se note que yo de corresponsal extranjero, más bien poco (uno es políglota y tal, pero lo del acento delata bastante), y sonrío como hacen los demás en un alarde de mimetismo del que hasta yo me sorprendo.

Y en esto llega el director del Museo, Andrés Carretero. Digámoslo ya: es un tipo encantador, cada una de sus palabras tiene el peso de quien sabe perfectamente de lo que está hablando, y se esfuerza en que tú llegues a saberlo también. Un diez para este señor.

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Comenzamos la visita en una efectista sala oscura donde dos grandes paneles muestran todo tipo de imágenes móviles y fijas en un recorrido de varios milenios de historia, vamos, lo que es un mosaico audiovisual de toda la vida. Allí aprovecha el señor director para recitar la letanía de grandes cifras de la superproducción que estamos a punto de presenciar: seis años de obras, cuatro de ellos dedicados al edificio y otros tres, en parte solapados, al montaje de la exposición. Treinta empresas externas trabajando para ello a lo largo de todo el proceso. 23.000 metros cuadrados de superficie. Tres kilómetros de exposición, en cuarenta salas. Más de un millón de objetos en sus fondos, de los cuales se exponen unos 13.000. Un coste total de 65 millones de euros, de los cuales 36 corresponden a la obra, 18 al montaje y el resto a otros gastos como la restauración de las piezas. El corresponsal finlandés interrumpe para apuntar que él ha visitado muchos museos arqueológicos en todo el mundo, pero que éste es el primero en el que ve que se exponga un tríptico flamenco del siglo XVI. Coincido con él en que eso revela una concepción algo amplia de la arqueología. Carretero recoge el guante con elegancia y apunta que posiblemente si estuviéramos ante una nueva institución el nombre que debería llevar es “Museo Histórico Nacional”. Pero había un legado, y ese legado conviene respetarlo. Damos por buena la explicación.

A lo largo del recorrido, compruebo que abundan los audiovisuales, la mayor parte de ellos infografías que huyen abiertamente del realismo. Parece haber una auténtica obsesión por que el visitante esté en todo momento en contexto, sin salirse de él ni por casualidad. La línea cronológica seguida es cartesiana (¿hegeliana?). El que se pierde es porque quiere. Detrás de esto subyace un objetivo último clarísimo: el salto de gigante desde un oscuro museo polarizado entre investigadores “duros” y lánguidas visitas escolares, al auténtico polo de atracción que el público en general (sobre todo el turista, ese oscuro objeto del deseo) tengan ganas de visitar.

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© Ianko López

En el área de Prehistoria, sin duda la estrella es Lucy (porque así la han bautizado en el Museo), la reconstrucción del esqueleto de un homínido de unos tres o cuatro millones de años de antigüedad, que desde su urna de cristal nos observa con una chulesca postura de cowboy. La segundona: unas urnas más allá, la Pelirroja, una neanderthal que data de cuando la depilación brasileña no estaba desde luego en la mente de nadie.

Pero, hablando de estrellas, después de atravesar estelas de piedra, ajuares funerarios (y los exquisitos toros de Costitx, unas cabezas de bronce por las que Picasso habría matado), llegamos hasta Ella. La Dama de Elche reina al fondo de una enorme galería que el visitante se ve empujado a atravesar a paso ligero, ignorando las joyas que se exhiben en los expositores a ambos lados (¡atención al Tesoro de Guarrazar y sus deslumbrantes coronas de oro!), e incluso a su compañera de sala, la Dama de Baza, que por tener tiene hasta un trono, y guarda restos de policromía. La de Elche no. Ella, uniformemente gris, con sus gigantescos rodetes proto-Leia Organa y sus ojos mayestáticamente entornados, parece decirnos: “aquí no vas a ver un busto como el mío, tesoro”. Todo el mundo quiere fotografiarla. Y Carretero se presta a aparecer en las fotografías (a estas alturas nos queda claro que tiene la paciencia de un santo), y hasta pone cara de “esto va en mi puesto”.

La operación se repite en el patio de la estatuaria romana, donde los bustos marmóreos de los emperadores preceden a las regias representaciones sedentes de Tiberio y su madre, Livia (la reina de todas las matronas romanas, a la que Sian Philips convirtió en una de las villanas televisivas más impactantes de todos los tiempos en la setentera “Yo, Claudio”), elevados sobre el espectador de tal manera que casi dan ganas de ponerse de rodillas ante ellos. De todos modos, yo me quedo con los maravillosos mosaicos que les preceden: son de una exquisitez enloquecedora, y no puedo evitar el homenaje privado a los artesanos anónimos de cuyas manos (y cerebros) surgieron.

A partir de ahí, admito que en mi recuerdo las estatuas romanas, las copas griegas, los sarcófagos y máscaras funerarias egipcias, la arquitectura medieval e incluso una pequeña exposición sobre la moneda a lo largo de la Historia (atención: el viejo teléfono de monedas ya merece figurar expuesto en un Museo Arqueológico) conforman un todo compacto. “Es que para ver todo esto decentemente harían falta al menos dos visitas largas”, me tranquiliza Carretero, sin duda al percatarse de mi expresión de estar sobrepasado. “Pero ya volverás”.

Por cierto, que desde el 1 de abril (día de la apertura al público) hasta el 20 del mismo mes, la entrada será gratuita para todo el mundo. Los que no quieran aglomeraciones pueden esperar hasta que pase este plazo. El precio de la entrada general será de tres euros (vamos, un chiste comparado, no sé, con el Prado o el Guggenheim), pero además la lista de colectivos a los que no se cobrará entrada forma una letanía interminable: jóvenes, jubilados, estudiantes, parados, profesores, familias numerosas, guías de turismo, discapacitados y acompañantes… “Vamos, que prácticamente habrá que proponérselo para tener que poner un solo euro”, sonríe Carretero.

Pues sí, volveré. Y sé que lo haré acompañado.

Fuente:vanity fair 

Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en “Responsabilidad Social Empresarial” de la ONU
Diplomado en “Gestión del Conocimiento” de la ONU
Diplomado en Gerencia en Administracion Publica ONU
Diplomado en Coaching Ejecutivo ONU( 
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