12 de marzo de 2012 • 10:04
La creación de las joyas sigue un proceso conocido como "cera a pesce", en el que el orfebre moldea la figura en cera y realiza un vaciado en bronce, plata y oro.
11 de marzo de 2012
Foto: EFE
Las joyas renacentistas pequeñas obras de arte que recuperan la tradición de los orfebres del Renacimiento italiano, se han convertido en los últimos años en un lujo asequible muy de moda entre los amantes de la joyería y los turistas, por su bonito diseño y su inconfundible aire señorial.
Los ricos adornos en pedrería que lucían en el Renacimiento las damas de la alta sociedad en Florencia, Roma o Venecia y que también portaban los hombres, ya que se utilizaban tanto por motivos estéticos como para indicar el estatus social, vuelven a estar de moda.
La creación de las joyas sigue un proceso conocido como "cera a pesce", en el que el orfebre moldea la figura en cera y realiza un vaciado en bronce, plata y oro del motivo escogido, que siempre estará chapado en oro si no es de este material, y que suele estar adornado con piedras como amatistas, perlas o turquesas y con coral.
El joyero Claudio Nicotra, con una experiencia de 19 en el sector, explica que el esmaltado de las joyas y su paso por el horno es fundamental para que los metales no varíen de color y conserven el brillo añejo que caracteriza a estas piezas.
Normalmente, los artesanos que se dedican a este negocio reinventan constantemente sus diseños y los adaptan a los gustos y colores de moda de cada temporada, ya sea cambiando las gemas o haciendo las joyas más o menos recargadas.
Según Nicotra, los gustos varían en función de la edad: las mujeres -que son las principales compradoras de estos artículos- prefieren pendientes y collares más pequeños cuando son jóvenes y con la edad buscan diseños más elaborados en anillos, colgantes y broches.
"El 80 por ciento del público es extranjero", comenta este joyero, que además vende durante todo el año sandalias decoradas con piedras semipreciosas "tipo Capri", que son como las que solían decorar los pies del selecto público que disfrutaba de los veranos en la isla de Capri en las décadas de los 50 y los 60.
"La australiana que pasa a la tienda en diciembre las compra porque no vuelve en verano", apunta el joyero, que explica que su precio oscila entre los 75 y los 200 euros (entre 90 y 260 dólares, aproximadamente) y que ha adaptado los diseños de las joyas antiguas a estos artículos.
Belleza eterna
Los joyeros dedicados a las joyas renacentistas comentan con alivio que la crisis no ha provocado una bajada de las ventas de estas pequeñas obras de arte, algo que sí ha sucedido en otras líneas más modernas.
El joyero Tomaso Squillace, que comercializa piezas de inspiración florentina, sostiene que la razón del éxito de este producto es que el público admira su belleza y reconoce el proceso artesanal que hay detrás de cada anillo o broche.
"Cuando el turista entra a la tienda y ve que las joyas son originales las compra sin mirar el precio", dice Squillace, que admite que hay un gran secretismo en torno a los orfebres especializados en la materia y rehúsa a dar los nombres de los tres joyeros que trabajan en exclusiva para su negocio.
Entre las piezas expuestas en su joyería hay broches, anillos y collares ricamente labrados que se inspiran en motivos vegetales y que toman en ocasiones la forma de libélulas, caballos y mariquitas, con precios que oscilan entre los treinta de un anillo y los mil euros que puede costar un collar.
Los modelos que exhibe en su joyería son elaborados en serie por sus proveedores en Florencia, aunque también se venden joyas por diseñadas por encargo.
Según los orgullosos vendedores de estas piezas, quienes compran una vez suelen repetir porque "son joyas que estarán de moda siempre", tal como concluye Squillace en una afirmación avalada por seis siglos de tradición
Saludos
Rodrigo González Fernández
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