miércoles, junio 06, 2012

El "país del odio" que no queremos

El "país del odio" que no queremos

 

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¿Tiene derecho un grupo de personas a reunirse en un recinto privado a organizar un acto privado en apoyo de una idea, causa, persona o movimiento, por impopular, repugnante o desagradable que este sea?

La respuesta constitucional es, a no dudarlo, que sí. Respeto al derecho a reunión y libertad de asociación se les llama a aquello.

Derechos y libertades que en nuestro país gozan de pocas restricciones. Así quedó de manifiesto el año 2006. En Octubre de dicho año el Frente Manuel Rodríguez- ruego que ninguna ley me obligue jamás a decir que dicho movimiento terrorista es "patriótico"- convocó a un conjunto de grupos afines a sus actividades: llegaron a Chile los célebres Movimiento Tupac Amaru del Perú, las Farc de Colombia, el Movimiento Quebracho de Argentina y otros varios, quienes participaron de un congreso en Chile en el que coordinaron acciones. Y nadie impidió dicho acto. Ni los tribunales, ni las funas. Nadie. 

Tampoco se impidió la reunión en torno a Margot Hönecker organizada por el Partido Comunista este año. Ahí no sólo se omitió el pasado asesino de la cónyuge del dictador germano, sino que, en compañía de los presidentes del Partido Socialista y el PPD, Osvaldo Andrade y Carolina Tohá, respectivamente, la señora en comento fue objeto de celebración y homenaje. Y, de nuevo, nadie impidió dicho acto. Ni las cortes, ni persona alguna. Nadie. 

Donde hay la misma razón ha de existir la misma disposición. Se podrá compartir o no la visión política de Pinochet, se podrá criticar y condenar las violaciones a los derechos humanos cometidos en su régimen, se podrá en consecuencia adherir o no a la figura homenajeada. Yo, por lo pronto, no iré a dicho acto porque no pretendo participar de un homenaje a su persona. Sin embargo, nadie puede negarles el derecho a quienes quieran organizarlo a reunirse en torno a aquello que los congrega.

Legalmente, los pinochetistas tienen todo el derecho de hacer su acto. Pregunta diferente es si es conveniente hacerlo. Yo preferiría que no se hubiera hecho.

Para muchos dicha reunión es una provocación que genera odio y división. Es un evento que forja orgullo entre quienes pertenecen al bando propio, y resquemor a los del bando contrario. Divide. Nos retrotrae, de nuevo, a la lógica del "enemigo político" del cual hablaba Carl Schmidt, del "nosotros contra los otros", Karl Popper alertaba, y con razón, que la irracionalidad y al dogmatismo son enemigos de la democracia. Y considerar al adversario como "enemigo" conlleva ambos aspectos.

Para muchos, dentro de los que me incluyo, actos como estos nos devuelven innecesariamente a un pasado al cual preferiríamos y esperamos no retornar. Duramente hemos aprendido que es malo tensionar nuestra democracia al punto de generar enemigos en lugar de opositores y que lo es que los militares terminen gobernando ocupando el lugar de los políticos. Honrar la figura de Pinochet es, inevitablemente, devolvernos a esa lógica superada.

De todo ello deriva una tercera pregunta: ¿es lícito, para quienes se sienten provocados boicotear por vías de hecho el actoPregunta válida, pues como era predecible, algunos desde la extrema izquierda, la misma que hace gala de tolerancia a conveniencia, pretenden negar el derecho de reunión, por medio de la "funa", a quienes no piensen como ellos.

Creo que nadie tiene derecho a convocar a una actividad que, de suyo, se presupone violenta y la "funa" lo es por su propia naturaleza. Las escenas de quienes contramanifestaron en el lamentable acto en favor de Krassnoff son demasiado frescas como para haberlas olvidado y penosas como para querer repetirlas. Más sensato sería que, en paralelo y a suficiente distancia del primero, quienes discrepan de dicho acto organicen su propia convocatoria de repudio al mismo.

Las funas, lo mismo que los actos que generan resquemor, construyen el "país del odio", ese donde solo se le habla a sus respectivas "barras bravas" de apoyo incondicional. Un país en el que piensa en absolutos –los pinochetistas, los antipinochetistas, los allendistas… en fin, un país congelado en la guerra fría del siglo XX que tanto añoran los nostálgicos del pasado.

Incitar el odio es no solo irresponsabilidad, sino un error político e histórico. Es retrotraerse a la época de 1967, cuando la "Violencia Revolucionaria" era una vía aceptable, sino la única, para el Partido Socialista. Es retrotraerse a la Doctrina de Seguridad Nacional en cuyo nombre se violaron derechos fundamentales. Ese gustito, en la década de los 70, le costó caro a Chile. Demasiado caro.

Como país no nos merecemos a los instigadores del "país del odio" ni que las hooligans de la política monopolicen la discusión.


Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
Diplomado en Gerencia en Administracion Publica ONU
Diplomado en Coaching Ejecutivo ONU( 
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