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Equidad de género es un término que por inercia refiere a las mujeres como si fuera una lucha sólo de nosotras. Equidad significa igualdad, y género es el conjunto de diferencias sociales entre hombres y mujeres, partiendo de los roles, los valores, atribuciones y creencias que culturalmente se nos asignan a cada sexo, según cada cultura y el momento histórico que se vive.
El género responde a construcciones sociales y culturales susceptibles de ser modificadas ya que han sido aprendidas por costumbres, o sea, se elabora socialmente, mientras que el sexo es la diferencia biológica que existe entre hombres y mujeres. Por consecuencia, concluimos que ser biológicamente diferente no significa ser socialmente desigual.
Entendemos así por equidad de género que hombres y mujeres, sin considerar sus diferencias biológicas, tenemos derecho a acceder con justicia e igualdad al uso, control y beneficio de los bienes y servicios dispuestos por y para la sociedad, así como a participar activamente en la toma de decisiones en todos los ámbitos de la vida pública, social, económica, política, cultural y familiar.
Equidad de género es, entonces, la aceptación de las diferencias que hay entre mujeres y hombres, así como también la aceptación de sus derechos, buscando un equilibrio en donde ninguno de los dos sexos se beneficie de manera injusta en prejuicio del otro.
Sin embargo, por razones culturales, las mujeres hemos tenido que pelear por lograr esa equidad en desventaja para nosotros sobre el sexo masculino, pues así nos han colocado los roles tradicionales asignados a las mujeres a lo largo de la historia de la humanidad.
Desde la Antigua Grecia, en la sociedad patriarcal constituida en el siglo VIII a.C., las mujeres estaban fuera de la posibilidad de ser consideradas ciudadanas, y según el pensamiento Aristotélico, la ciudadanía se definía como la calidad de participar en el poder político, por tanto, nunca podrían asumir siquiera esa posibilidad.
En la actualidad, las mujeres representamos 52% de la población en México, y aunque las reglas han cambiado, es todavía muy limitada la participación femenina en los espacios de toma de decisiones que nos afectan a todos.
La propia naturaleza femenina ofrece perspectivas diferentes en la solución de problemas generales, y siendo las mujeres mayoría poblacional, debemos reclamar los espacios que nos corresponden y hacer escuchar nuestra voz en decisiones que pueden beneficiarnos o afectarnos.
Algunos de los primeros logros obtenidos por el sector femenino en materia de participación política fue el reconocimiento al ejercicio de su derecho al voto. No fue sino hasta 1953, en la administración del Presidente Adolfo Ruiz Cortines, cuando las mujeres mexicanas tuvimos la oportunidad de ejercer por primera vez nuestro derecho al voto, gracias a una reforma constitucional que escuchó el reclamo femenino que desde muchos años atrás se venía dando. San Luis Potosí, junto con Chiapas, Tabasco y Yucatán, fue pionero en otorgar este derecho a las mujeres, muchos años antes de la reforma constitucional federal, cuando en el año de 1923 bajo el gobierno de Rafael Nieto se aprueba la ley que permite a las mujeres "alfabetizadas" participar en procesos electorales estatales y municipales.
Pero a pesar de los logros alcanzados en las primeras décadas del siglo XX, el crecimiento en la participación política no se ha consolidado.
Hablemos del ámbito local, ya que es el que nos repercute de manera más directa.
En palabras quedo la promesa de campaña del Doctor Fernando Toranzo, hoy Gobernador del Estado, que enfáticamente señalaba la importancia de que se permitiera a las mujeres la posibilidad de ser quienes "diseñen las políticas públicas y los programas que efectivamente respondan a sus intereses, a la visión de su destino humano, a su sensibilidad para aprovechar en su beneficio las grandes posibilidades libertarias de la democracia", prometiendo equilibrio en los nombramientos de sus colaboradores con el 50% de los espacios públicos para mujeres.
Esta es nuestra realidad. En lo que corresponde al ejecutivo estatal, en la administración pública centralizada, en el gobierno del Dr. Toranzo encontramos solamente 1 dama en los espacios de primer nivel. Hablando del gabinete legal, la Ley Orgánica contempla 13 Secretarías de Estado, la Oficialía Mayor, la Procuraduría General de Justicia y la Contraloría General. 16 puestos de primer nivel de los cuales solamente la Secretaría de Desarrollo Económico es encabezada por una mujer.
En el Poder Legislativo, de los 27 diputados locales, solo 6 son mujeres. En el Poder Judicial, de 16 Magistrados, solo 6 son mujeres. En el Consejo de la Judicatura, los tres consejeros y su Presidente son todos hombres. El Tribunal Electoral lo componen 3 Magistrados caballeros todos.
En los 58 municipios del Estado, solamente hay 5 mujeres que son Presidentas Municipales en San Luis Potosí, Ciudad Valles, Tamasopo, Villa de Arista y Salinas de Hidalgo.
No cabe duda que prevalece la voz masculina en la elaboración de las leyes, la impartición de justicia y el diseño de las políticas públicas, en detrimento de la capacidad, la experiencia, la sensibilidad que pudiera ser aportada por voces femeninas a la par y en equilibrio con las voces masculinas.
Ha sido necesario reformar las leyes electorales para exigir a los partidos políticos a incluir en sus listas por lo menos al 30% de candidatos de distinto género, obligando así a abrir la participación al mal llamado sexo débil. Tal es el caso de la Ley Electoral de San Luis Potosí, misma que fue reformada en atención a iniciativa que fue presentada ante el Congreso por la que escribe, conjuntamente con mi compañera Blanca María Valle, en ejercicio de nuestro derecho de iniciativa popular que consigna la Constitución del Estado.
No obstante, los propios partidos buscan la forma de violentar este precepto, con prácticas perversas como la que se dio al inicio de la presente legislatura federal, en donde penosamente fue evidenciada la intención de varios partidos de suplir a sus diputadas electas por sus suplentes varones, esposos, cuñados, hermanos, mujeres que se prestaron de manera vergonzosa a esa patraña, quienes públicamente fueron bautizadas como "las juanitas", en referencia a Rafael Acosta Ángeles, el Juanito de Iztapalapa, primer candidato subrogado en la historia moderna de México.
Las mujeres debemos de seguir luchando por nuestros espacios, que nos son negados y arrebatados arbitrariamente, pues solo de una cosa podemos estar seguros: No lograremos consolidar la democracia, ni la felicidad, ni el bienestar mientras prevalezcan las enormes desigualdades entre el hombre y la mujer.
Catedrática de Derecho Electoral. Universidad Autónoma de San Luis Potosí. lucylastras@gmail.com. Mayores informes: sumaigualdad@yahoo.com.mx Twitter: @sumaigualdadmx http://www.suma-mujeres.com
Fuente:
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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