Andrea Tapia Mayer Temporeros que trabajan sin escaleras, usan capachas de última tecnología, recolectan manzanas de pequeños árboles y no trasladan bins porque lo hace un tractor que acarrea de a cuatro a la vez; ese es el escenario cotidiano en el fundo La Chispa de Curicó, perteneciente a la Agropecuaria Wapri. Este campo, de más de 150 hectáreas plantadas con manzanas, peras y cerezas, corresponde al concepto de un "huerto moderno", donde se han buscado distintas fórmulas para aumentar la productividad y competitividad.
Los esfuerzos buscan compensar -desde el productor-, al menos en parte, la compleja situación que vive la fruta. El tipo de cambio que no repunta, el aumento de los costos de producción, además de la creciente competencia internacional, la han llevado a perder cada vez más competitividad.
"En los últimos tres años nos hemos estancado, perdido competitividad y rentabilidad. Tenemos que reimpulsar la fruticultura chilena, y en eso todos tenemos tareas. Como sector privado, los productores y las exportadoras debemos ser más eficientes y productivos, además de mejorar la calidad de nuestra fruta. Y debemos invertir en huertos modernos, que aumentarán la precocidad y nos permitirán obtener un mayor rendimiento de los trabajadores", señala Antonio Walker, presidente de Fedefruta y uno de los socios de la agropecuaria Wapri.
Más plantas por hectárea
Los huertos modernos son campos de alta densidad que permiten plantar mayor cantidad de frutas por hectárea.
En el fundo La Chispa comenzaron a implementarlos hace cuatro años y ya han aumentado de 800 a 2.500 las plantas por hectárea.
"Se debe a que los huertos modernos se plantan a 3,5 por 1,30 metros, y eso da 2.198 plantas por ha, a diferencia de los tradicionales que dan 666 plantas por ha", explica Walker.
Además utilizan riego por goteo con agua proveniente de un pozo de 92 metros, de donde sacan 35 litros por segundo, cantidad con la que se cubre la totalidad del cultivo.
"El suelo es pesado y retiene bastante humedad, por lo tanto ese sistema es lo mejor para él", afirma Luis Correa, administrador general de agropecuaria Wapri.
Para optimizar las labores, se utiliza un sistema de poda y conducción que hace que las ramas de los árboles crezcan hacia abajo, que las matas alcancen una altura máxima de 2,5 metros. Con ello los temporeros pueden ejecutar sus tareas más rápido y aumentan la cantidad de frutas recolectadas. Con el mismo fin los huertos son semi peatonales, es decir tienen más espacio entre hileras, para facilitar el movimiento de los trabajadores.
El principal logro de todos estos cambios es que los árboles pueden entrar en producción a partir de la segunda hoja, a diferencia de lo que ocurre con los huertos antiguos, donde se logra recién en la tercera.
El beneficio de lo anterior es que la empresa tiene un mayor volumen para exportar -con lo que puede compensar en parte un dólar bajo- y además el trabajador a trato gana una mayor remuneración. En La Chispa, un temporero cosecha en promedio tres bins por día. Cada uno se paga $4 mil líquidos. Así, al final de la jornada obtiene $12.000. Y a ello se agregan los beneficios legales de AFP, salud y seguros.
Walker enfatiza que las ventajas de un huerto 2.0 son notorias, como la obtención de un mejor precio para la fruta debido a su óptima calidad, mayor precocidad porque el terreno se vuelve productivo más rápido y mejor rendimiento de exportación, ya que queda menos producto en el país. Pues, por ejemplo, de un bin de 365 kilos salen entre 15 y 17 cajas de distintas categorías, que van a mercados como Latinoamérica, EE.UU., Europa, Medio Oriente y Lejano Oriente. Y sólo un 10% va a la agroindustria, y en su mayor parte es fruta que sufrió daños mecánicos o de sol.
Hasta aquí todo parece color de rosa. El problema radica en que obtener un huerto como el de La Chispa no es tarea fácil, ni barata. Se requiere como mínimo US$ 30.000 de inversión inicial con suelos incluidos, los que sólo se recuperan a largo plazo. Y si no se cuenta con ese capital, conseguirlo es muy complejo.
"No nos podremos reconvertir sin capital, para ello le planteé al ministro que nos ayude a conseguir un tipo de crédito para la agricultura. Y le expuse el ejemplo del departamento. Para comprárselo se puede pedir un crédito a 20 años a buenas tasas; entonces, ¿por qué para la agricultura y fruticultura, que es una actividad productiva a largo plazo que necesita gran capital inicial, no existe un tipo de crédito a nivel país con las mismas condiciones? Con éste, podríamos reconvertir la agricultura tradicional a una moderna", expone Walker.
Y a la par del crédito, plantea que debería existir un incentivo a la contratación de la mano de obra, "porque hace cinco años un jornal nos costaba 15 dólares por jornada, y hoy nos cuesta 45".
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