La inminente revolución energética global
El futuro de la humanidad, para no hablar de su prosperidad, dependerá de cómo el mundo aborde dos desafíos energéticos centrales: asegurar suministros confiables de energía costeable y virar a una energía eficiente de bajo contenido de carbono.
El Escenario de Referencia -en el que no se introducen políticas nuevas- dentro del Panorama de la Energía Mundial 2008 de la Agencia Internacional de Energía ve un crecimiento anual de la demanda de energía primaria global del 1,6% promedio hasta 2030, de 11.730 millones de toneladas equivalentes de petróleo (Mtep) a apenas poco más de 17.010 Mtep -un incremento del 45% en apenas más de 20 años.
China e India representan poco más de la mitad de este incremento, mientras que los países de Oriente Medio contribuyen otro 11% a la demanda. Los países que no son miembros de la OCDE representan el 87% del incremento, de manera que su porcentaje de la demanda de energía primaria mundial aumentará de 51% a 62%.
Se espera que la mayoría de los incrementos en la producción de petróleo provengan de unos pocos países -principalmente en Oriente Medio, pero también Canadá con sus vastas reservas de arenas bituminosas, la región del Caspio y Brasil-. Lo producción de gas en Oriente Medio se triplicará y cuanto menos se duplicará en África, donde existen grandes reservas de bajo costo.
La tendencia según la cual los países consumidores se vuelven sostenidamente más dependientes de la energía proveniente de una pequeña cantidad de países productores amenaza con exacerbar los temores por la seguridad energética. La impasse en el suministro entre Rusia y Ucrania de 2009 hizo que estas preocupaciones se volvieran cristalinas en Europa, donde se calcula que las importaciones de gas aumentarán al 86% de la demanda para 2030, del 57% en 2006.
Por supuesto, aumentar la dependencia de las importaciones no necesariamente implica una menor seguridad energética, no más de lo que la autosuficiencia garantiza un suministro ininterrumpido. Sin embargo, una mayor inseguridad en el corto plazo parece inevitable a medida que se reduce la diversidad geográfica del suministro y crece la dependencia de rutas de suministro vulnerables.
También se espera que aumenten los riesgos de la seguridad energética a más largo plazo. Mientras las reservas de petróleo que quedan en el mundo se concentran cada vez más en un pequeño grupo de países, el dominio de estos países en el mercado puede amenazar el ritmo de la inversión. Cuanto mayor sea la demanda de petróleo y gas de estas regiones, mayor la probabilidad de que estas regiones quieran aplicar precios más altos, y mantenerlos altos difiriendo la inversión y limitando la producción.
Un crecimiento incontenible de la demanda energética claramente tendrá consecuencias graves para el clima también. De acuerdo con el Escenario de Referencia, que representa "seguir haciendo lo mismo", la AIE apunta a un continuo crecimiento del CO2 y emisiones de otros gases de tipo invernadero; existen proyecciones de que las emisiones de CO2 crecerán el 45% para 2030, mientras que otros gases de tipo invernadero contribuirán a un eventual incremento de la temperatura promedio de hasta 6°C.
Las tres cuartas partes del CO2 adicional provendrán de China, India y Oriente Medio, y alrededor del 97% de los países no pertenecientes a la OCDE en su conjunto -aunque las emisiones per capita de los países no pertenecientes a la OCDE estarán muy por debajo del promedio de los países de la OCDE-. Si resisten a la tendencia global, sólo la Unión Europea y Japón verán menores emisiones en 2030 que hoy.
El sector energético tiene una tasa relativamente lenta de sustitución del capital debido a la prolongada vida útil de gran parte de su infraestructura. Normalmente la difusión de tecnologías más eficientes en el todo el sector energético demora muchos años. En consecuencia, tanto los sectores público como privado deben aceptar la necesidad de inversiones adicionales, así como los costos potenciales de un retiro temprano del capital, para acelerar este proceso y ofrecer recortes profundos en las emisiones.
Dos escenarios de políticas climáticas de la AIE muestran cómo podríamos estabilizar la concentración de gases de tipo invernadero en 550 o 450 partes por millón de equivalente de CO2. El escenario de 550 equivale a un incremento en la temperatura global de aproximadamente 3°C, mientras que el escenario de 450 implica un incremento de alrededor del 2°C.
En el escenario de 550, la demanda de energía hasta el 2030 aumenta en aproximadamente el 32%, mientras que la porción de combustibles fósiles decae marcadamente y la demanda promedio en más del 1,2% anual, comparada con el 1,6% en el Escenario de Referencia. Las emisiones de CO2 relacionadas con la energía alcanzarían un pico en 2025 y decaerían ligeramente para 2030.
El escenario de 450 presenta un enorme desafío. El nivel de emisiones de 2030 para todo el mundo sería inferior a las emisiones proyectadas para los países no pertenecientes a la OCDE solamente en el Escenario de Referencia. En otras palabras, aún si los países de la OCDE redujeran sus emisiones a cero, ellos solos no podrían poner al mundo en la trayectoria de 450 partes por millón. Hacerlo implicaría un cambio de tecnología que -en términos de escala y velocidad de implementación- no tiene precedentes.
Las buenas noticias son que ya conocemos muchas de las políticas y tecnologías que pueden ofrecer ahorros sustanciales en el consumo de energía y emisiones de CO2. Pero las decisiones correctas se pueden empezar a tomar e implementar ahora mismo.
Estamos hablando de cambios significativos en el patrón de inversión en las cadenas de suministro y demanda, así como un enorme gasto adicional en nuevo capital social, especialmente en centrales de energía y en equipos y aparatos más eficientes en términos de energía. Si bien la escala total de la transformación implica depositar una carga sustancial tanto en el sector público como en el privado, la actual crisis financiera debería utilizarse como una oportunidad más que como una barrera para su lanzamiento.
La energía renovable desempeñará un papel importante. Se calcula que la generación global de electricidad basada en energías renovables (principalmente energía hidroeléctrica y eólica, pero también solar y de biomasa) se duplicará entre 2006 y 2030. En la UE, se calcula que la porción de energía eólica en la generación total de energía aumentará al 14% para 2030, del 2% actual, y representaría mucho más de la mitad del incremento total en la generación de energía de la UE. En el escenario de 450, las energías renovables representan el 30% de la mezcla de generación energética de la UE en 2030, muy por encima del 10% actual.
Los gobiernos deben galvanizar esta transformación. Las señales claras de tarificación, incluida la tarificación de las emisiones de carbono, son cruciales, y muchos países no pertenecientes a la OCDE, además de necesitar un respaldo financiero que ayude a reducir sus emisiones de gases de tipo invernadero, pueden beneficiarse con la eliminación de los subsidios a los combustibles.
Pero las señales claras de tarificación no son suficientes, ya que un futuro reducido en carbono requiere importantes avances en el desarrollo de tecnología y en su puesta en funcionamiento. Los gobiernos pueden crear incentivos para innovar, alentar la investigación y derribar barreras internacionales. Y es necesario que gran parte de la inversión adicional sea hecha por los hogares, impulsados por un cambio profundo en las actitudes sociales frente a la eficiencia energética.
Fatih Birol es el economista jefe de la Agencia Internacional de Energía con sede en París.
Copyright: Project Syndicate, 2009.
www.project-syndicate.org
Traducción de Claudia Martínez
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Saludos
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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