lunes, agosto 17, 2009

El gigante de internet puede ganar un peso sin precedentes en la industria editorial¿Habrá un final feliz para el plan de Google en libros digitales?

El gigante de internet puede ganar un peso sin precedentes en la industria editorial

¿Habrá un final feliz para el plan de Google en libros digitales?

Por Richard Waters  DF



Después de enfrentar demandas por derechos de autor en Estados Unidos por el proyecto de digitalización de libros que comenzó hace cinco años, en 2008 Google llegó a un acuerdo que parecía beneficiar a todos: editoriales y autores, porque les da la posibilidad de ganar dinero con obras olvidadas hace tiempo; bibliotecas públicas y universitarias, ya que les permite saltar de los papeles a la era digital; y a los lectores, a los que da acceso a millones de trabajos que habrían seguido fuera de su alcance.

Pero este acuerdo con la industria editorial estadounidense, que debe ser aprobada por tribunales, ha desatado las pasiones que suelen rodear a los libros, los más culturales de los objetos manufacturados. En particular, el acuerdo ha despertado el temor a que surja una industria más centralizada, alterando controles y contrapesos que han funcionado por décadas.

"El mundo de los libros lo ha hecho muy bien sin la descentralización - cualquiera con ideas o acceso a una prensa puede sumarse", dice James Grimmelmann, profesor asociado de la New York Law School, un gran crítico del acuerdo. Darle mucho poder a Google sobre libros viejos, descontinuados, afirma, podría crear el escenario para su dominio del mercado de los libros digitales: "El control sobre el pasado se traducirá en el control sobre el futuro de los libros".

El Departamento de Justicia de EE.UU. ha tomado las preocupaciones tan en serio como para lanzar una investigación sobre las implicaciones competitivas del acuerdo: debe enviar sus hallazgos a la corte que revisa el caso a mediados del próximo mes. La Comisión Europea prepara su propia audiencia.

El foco del acuerdo cae en libros descontinuados sobre los que aún hay derechos de autor. Estas obras probablemente representan casi 60% de todos los libros en Estados Unidos, lo que los hace un enorme (aunque subutilizado) recurso intelectual. El enfoque individual con el que partió Google en la digitalización de estos libros causó molestia y demandas, pero el arreglo lo ha acercado a las editoriales. A menos que los dueños de los derechos de autor opten por no participar, un Registro de Derechos de Libros que serán gestionado por representantes de editoriales y autores tendrá el poder para licenciar  a Google los derechos digitales de los libros que ya no se imprimen en EE.UU.

Google después pondrá a disposición del público parte de estas obras a través de su servicio de búsqueda, ofrecerá suscripciones de toda la base de datos a bibliotecas y venderá acceso a versiones completas de los libros almacenados en sus servidores. Conservará el 37% de lo pagado y el resto irá al registro para los dueños del copyright. La tarea le costará cientos de millones de dólares y no está claro que haya un gran negocio en los libros viejos: se estima que los libros usados representan menos de US$ 1.000 millones del mercado estadounidense de US$ 25.000 millones.

David Balto, ex abogado del Departamento de Justicia cree que las preocupaciones antimonopólicas se ven empequeñecidas por los beneficios del acuerdo. Hasta los críticos admiten que el arreglo tendrá beneficios sustanciales e instantáneos, dejando disponibles de inmediato millones de libros en Estados Unidos. Pero es su potencial de largo plazo en el mercado de los libros digitales lo que ha atraído el escrutinio regulatorio.

Los críticos temen que dos aspectos en particular puedan dar demasiado poder a Google y dejar a un grupo de editoriales y autores con un peso desproporcionado en la fijación de precios para obras digitales, en detrimento de los lectores. Uno, el derecho exclusivo que tendría Google para distribuir los libros digitales cuando no sea posible encontrar a los titulares de los derechos de autor, los llamados "libros huérfanos". Este debate tiene una dimensión internacional. La convención de Berna, un acuerdo internacional sobre derechos de autor, establece que los dueños de copyrights no están obligados a registrarse en todos los países para proteger sus derechos. La provisión del arreglo estadounidense que exige a los dueños excluirse expresamente del registro parece ir contra la convención, ya que pasa por alto los derechos de cualquiera que no se manifieste.

Una segunda controversia rodea al Registro de Libros. Hay agencias similares que representan los intereses colectivos de artistas en otras partes de la industria de medios, pero suelen ser creación de un proceso legislativo u operar bajo estricta supervisión antimonopolios. El pacto trata de combinar dos objetivos en conflicto: maximizar ingresos de autores y editoriales y asegurar el mayor acceso posible a los libros descontinuados. Si el sistema de incentivos que crea puede tener el efecto deseado, está por verse.

Con el escrutinio intensificándose, Google y sus nuevos aliados pueden elegir entre seguir adelante con el acuerdo y correr el riesgo de provocar un rechazo, o intentar ajustar los términos para responder a algunas de las críticas. Fuentes cercanas dicen que las discusiones se han intensificado, aunque hasta ahora no haya señales públicas de que habrá cambios voluntarios próximamente. Pero parece cada vez más probable que los cambios serán necesarios antes de que las historias, tratados y tragedias que ya están en el banco de memoria de Google vean la luz del día.

 

Una nueva (o vieja) guerra de navegadores

Tras los esfuerzos de Google por ganar amigos y suavizar a los críticos en el mundo de los libros hay un mensaje simple: su visión de los libros digitales es al menos más atractiva que la avanzada por Amazon.com.

Aunque las ediciones digitales de libros aún son una parte mínima del mercado en general, Amazon ha creado un modelo de cómo podría funcionar este trabajo. Su lector Kindle y la tienda digital vinculada, con la venta de libros sólo en un formato propietario, hacen eco del modelo iPod/iTunes con el que Apple conquistó la música digital. El poder de precios y estrecho control de Amazon está empezando a agitar las mismas preocupaciones entre editoriales y librerías que Apple despertó en la industria de la música.

Dan Rocket, el ex ingeniero espacial a cargo del proyecto de libros de Google, no nombra a su rival, pero dice: "Si hay un único jugador por el que uno debería preocuparse en el mercado de los libros digitales, no es Google". En la visión de Google, los libros se desmaterializan y entran a "la nube" - son archivos digitales en sus centros de datos que pueden accederse mediante cualquier dispositivo conectado a Internet, no están atados a un único dispositivo como el Kindle.

La apuesta de la empresa, dice Clancy, es que tal como los consumidores han mostrado que desean bajar música y manejarla en sus computadores personales, preferirían revisar una enorme estantería en el cielo cuando buscan algo para leer - y también elegir el dispositivo en el cual leerlo.

Las obras que está copiando de universidades crean una base para esta estantería virtual. No pueden descargarse, pero habrá permisos limitados para copiar y pegar partes de esos trabajos. A través de acuerdos con las editoriales, Google espera extender este enfoque para abarcar nuevos libros, que tienen un potencial comercial mucho mayor.

En otro intento por diferenciarse de Amazon, Google también quiere posicionarse como aliado de las librerías tradicionales - aunque dado el temor y la incertidumbre despertadas por el movimiento hacia los libros digitales, le está resultando difícil. En el futuro, mientras los "libros en la nube" residen en los servidores de Google, otros minoristas podrán vender acceso a ellos. A la larga, dice Clancy, esos derechos digitales podrían venderse a través de librerías en el mundo real.

"Nuestro negocio principal no es vender libros", dice. "Nuestro negocio principal es buscar y mostrar. Trabajaremos bien con personas cuyo negocio central sea vender libros".

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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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