Ya llevamos un lustro desde que el fenómeno RSE llego a estas latitudes. Antes del 2002 hablar de Responsabilidad Social de las Empresas podía sonar un poco raro si no una práctica quizá vinculada a valores moralizantes.
Pero a partir de aproximadamente ese momento empezaron a abundar las jornadas y eventos para debatir y compartir sobre cual debía ser el papel de la empresa en la sociedad en el siglo XXI. Y no se hablaba de acción social de la empresa o de filantropía, sino de estrategia de negocio, de diferenciación en el mercado y de generación de confianza entre todas las partes interesadas, incluyendo desde la clientela, hasta los trabajadores, pasando por las ONG y los inversores.
Se estaba frente a un estilo de gestión innovador y adecuado para los nuevos tiempos, en concreto, para este estadio que denominamos la Nueva Economía y que se caracteriza, entre otros, por el factor tecnológico, el factor humano y la relevancia de los activos inmateriales.
Por ello, las tecnologías de la información y la comunicación guardan un estrecha relación con la RSE (también llamada Responsabilidad Social Corporativa, por influencia léxica anglosajona).
1) En primer lugar, la posibilidad de que la información circule a tiempo real por todo el mundo facilita la observación de las empresas por parte de la sociedad, especialmente las más expuestas al escrutinio público. Hoy una empresa puede cometer un desliz en la otra parte del mundo y al momento lo sabemos y le pedimos explicaciones.
2) Además, la tecnología supone la posibilidad de servir mejor a los distintos públicos y, con ello, de integrar las diferencias y el respeto a la diversidad. Tres ejemplos muy distintos nos muestran como una empresa puede ejercer un mayor compromiso con la comunidad:
a. La diversidad lingüística, ya que hoy es posible sin grandes costos poder disponer de capacidad de atención a los distintos públicos de acuerdo con sus diferencias, idiosincrasias, valores, tradiciones, y lenguas.
b. La tecnología al servicio de las discapacidades, como fruto del esfuerzo de diálogo con las partes interesadas que al final incluso acaba siendo claramente rentable para la empresa. Y ello es responsabilidad.
c. La posibilidad de hacer llegar servicios a comunidades pobres y incluso desarrollar microempresas que puedan conectar con el mundo y los mercados. Un móvil en una comunidad ha podido mejorar su capacidad de emprendimiento.
De hecho, la misma UE, cuando se refiere a la RSE cita entre otras muchas prácticas, la misma I+D en la medida en que una empresa que no invierta en desarrollo no podrá garantizar su propio futuro. Por tanto, RSE al servicio de la misma empresa y de sus partes interesadas a la vez que del Planeta en la medida que permite actividades económicas y comunicativas con bajo impacto ambiental.
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Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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