De personas y empresas |
Por Barry Yeoman | ||
11 de dezembro de 2006 | ||
Democracia local, Constitución y poder empresarial en EEUU Mother Jones/ Sin Permiso
Barry Yeoman escribe sobre las consecuencias políticas, económicas y ecológicas del creciente uso que las grandes corporaciones vienen haciendo en las últimas décadas de uno de los grandes misterios del derecho constitucional estadounidense: las cláusulas que protegen a las grandes corporaciones empresariales como si de personas físicas se tratara. Y narra la rebelión de una democracia local que está recuperando a ojos vista su tradicional vitalidad republicana en los EEUU. En la Pensilvania rural, los alcaldes de los municipios que combaten los vertederos de lodo de aguas residuales y abono de cerdo tropiezan con uno de los mayores misterios de la ley constitucional. El municipio de Licking, en Pennsylvania, es una ondulada extensión de campos y pastos de soja situada en el condado de Clarion, dos horas al noreste de Pittsburg, con 500 residentes y seguramente con un número algo mayor de reses. Conduce más allá de la entrada del pueblo, pasada la pequeña escuela reformada, y deberás ver un carro tirado por caballos estacionado enfrente, con una familia Amish apiñada alrededor de la cabina telefónica. Bajando por la carretera notarás una línea de carbón oxidada que se adentra en los bosques, encallada como el casco de un antiguo buque de carga, un recuerdo del apogeo de la industria minera del siglo veinte. Entre los eventos más relevantes que se dan cada año en el condado de Clairon están los "Días del Ladrón de Caballos", donde se realizan carreras de camas y máquinas cortacésped. En esos parajes, la diferencia en votos entre republicanos y demócratas es de 2 a 1. "Si pudieras dibujar el corazón del país de Bush al norte de Mason-Dixon Line, sería este", dice Mike Robertson, un campesino y uno de los tres supervisores electos del municipio. Hace cuatro años, Robertson y los otros supervisores estuvieron debatiendo una ordenanza para restringir la expansión de los sedimentos con carga tóxica de las aguas residuales en los campos locales -uno de los temas más preocupantes en una zona que se ha convertido en el destino de los desperdicios de Pittsburg. Los supervisores sabían que bromear con los grandes negocios podía tener un alto precio: tres años antes, otro municipio de Pennsylvania aprobó una ordenanza contra los sedimentos residuales, y sólo consiguió ser demandado por un transportista de residuos llamado Synagro, quien argumentó que el municipio había infringido sus derechos, recogidos en la Enmienda 14, escrita tras la Guerra Civil con el fin de garantizar la "igual protección" para todos. Synagro podía acogerse a dicho razonamiento porque desde finales del siglo XIX la Corte Suprema ha definido a las empresas como "personas" jurídicas, confiriéndoles muchos de los derechos que ostentan los ciudadanos de carne y hueso. Y así, los supervisores de Licking hicieron algo que fue descrito por muchos como creativo, fútil, o totalmente revolucionario: aprobaron una ordenanza declarando que. de aquí en más, en su municipio, "las empresas no serán consideradas como personas protegidas por la Constitución de los Estados Unidos." La medida fue la creación de un desenvuelto abogado de 37 años llamado Thomas Linzey, quien se hizo un nombre en todo el país gracias a su ataque al principio de personificación de las empresas, una idea y precedente legal en que se fundamenta buena parte del crecimiento que el poder empresarial experimentó en el último siglo. Linzey, director de Community Enviromental Legal Defense Fund de Pennsylvania, ve la acción del pueblo de Licking como uno de los disparos de salida de un movimiento que redefinirá la democracia americana. "Es una cuestión de pasar a la ofensiva," dice. "El sueño es que dentro de treinta años -y se me cae el alma a los pies, porque no se si realmente tenemos 30 años desde una perspectiva medioambiental- otros lugares unirán sus fuerzas, y contribuirán a una reformulación de la Constitución de los Estados Unidos." |
RODRIGO GONZALEZ FERNANDEZ
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Santiago, Chile
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