La revolución de las energías renovables
Nuestra civilización está empezando a perder su base energética: los combustibles fósiles. A medida que este panorama va adquiriendo perfiles más nítidos, se intensifican los esfuerzos de los centros de poder a favor de las 'soluciones milagrosas', es decir, aquéllas que no suponen ningún cambio en la forma de vida actual, como el relanzamiento de la energía nuclear. Pero la crisis de nuestra civilización sólo será superada mediante profundas transformaciones en los modos de producción y consumo, empezando por la del modelo energético. Este fenómeno ya ha comenzado, aunque es muy poco conocido, porque se trata de múltiples tecnologías de captación y porque carece del soporte mediático y político de la energía nuclear. Una muestra de su pujanza es la escalada mundial de la inversión en este campo. En 2004 se invirtieron 30.000 millones de dólares, frente a los 150.000 millones invertidos en energías convencionales. En 2005 la inversión en renovables superó los 40.000 millones de dólares, y se espera que alcance los 170.000 millones dentro de una década.
A pesar de esta dinámica pujante, los defensores del modelo energético tradicional siguen negando la viabilidad de la energía sostenible, basándose principalmente en tres argumentos falaces: la inexistencia de energía suficiente; la falta de fiabilidad de estas energías por su carácter intermitente; y sus elevados costes.
Frente al argumento de que no existe energía suficiente, en las últimas décadas numerosos estudios han coincidido en constatar la abundancia de las energías renovables. Entre los más recientes destaca, por ejemplo, un informe de las Naciones Unidas de 2001, donde se afirma que «los flujos de energía de los recursos renovables superan al uso actual de energía mundial en más de tres veces». Un informe de 2004, financiado por la UE, calcula que el potencial técnico de la conversión de la radiación solar en calor y electricidad cuadruplica aproximadamente el consumo mundial de energía. Por último, el Instituto de Innovaciones Tecnológicas ha presentado este año un exhaustivo informe (promovido por Greenpeace) sobre el potencial de energía renovable en la España peninsular, y concluye que éste es más de diez veces superior a la demanda total de energía prevista para 2050.
En segundo lugar, es cierto que las energías renovables son intermitentes, pero este hecho se exagera. La radiación solar es máxima en las horas centrales del día, cuando más energía se demanda. Además, existe una amplia complementariedad entre las diversas fuentes: durante los meses fríos la energía hidráulica y la del viento alcanzan su máxima producción; en los meses cálidos, la radiación solar es máxima. La inclusión de otras fuentes renovables, como biomasa, olas, geotérmica, etcétera garantiza un suministro energético aún más uniforme. Además, habrá que producir hidrógeno para almacenar energía re- novable y para utilizarlo como combustible, ya que es la alternativa al petróleo.
Por lo que se refiere al coste, en general, la electricidad más barata en este momento es la eólica, si exceptuamos el carbón, y ello sin tener en cuenta las subvenciones y los importantes costes ambientales y de pérdida de salud que provocan las energías convencionales. Además, estamos asistiendo a un rápido abaratamiento de las energías renovables, paralelo al encarecimiento de las convencionales. El insuficiente desarrollo de algunas tecnologías solares es el producto de su marginación histórica. Por ejemplo, según la OCDE, sólo el 10% de la inversión pública dedicada a I+D en energía va a las fuentes renovables, mientras que las convencionales obtienen el 50%.
Para dar una idea más precisa del panorama de las energías renovables, analizaré brevemente los tres sistemas tecnológicos con mayor proyección futura: la producción de electricidad eólica, la tecnología fotovoltaica y la energía termosolar. A través de los siguientes datos podrá comprobarse la excelente posición de España a escala mundial.
Hasta hace poco el desarrollo de la energía eólica se concentraba en Alemania, España y Dinamarca. La tendencia actual tiene dos componentes: la pérdida relativa de peso europeo debido, sobre todo ,a la pujanza de Estados Unidos (fue el país que más potencia instaló en 2005, seguido de Alemania y España) y de Asia (cerca del 50% de incremento anual), y la extensión de la energía eólica a muchos otros países europeos. En 2005 la potencia mundial instalada se incrementó en un 43,4% en relación con el año anterior, alcanzando un total de 59.322 MW, de los cuales 40.500 MW eran europeos (superando el objetivo de la UE de alcanzar los 40.000 MW en 2010). En 2005 la energía eólica aportaba el 20% de la electricidad consumida en Dinamarca, más del 7% en Alemania y el 8% en España (80% en Navarra). La asociación europea de empresas eólicas (EWEA) calcula que la UE alcanzará en 2010 una cuota de mercado del 5,5%, y del 23% en 2030. En realidad, estas cuotas estimadas son bajas, porque se basan en la premisa, poco real, de que la demanda eléctrica seguirá creciendo mucho, y porque las previsiones de la EWEA, como las de la UE, siempre se quedan cortas.
La tecnología fotovoltaica tiene la propiedad de producir electricidad desde unos pocos milivatios hasta muchos megavatios. En 2005 se instalaron cerca de 1.800 MW en el mundo (un 44,5% de incremento anual) y más de 600 MW en Alemania. Frente al objetivo de la UE de llegar a los 3.000 MW en 2010, los analistas creen posible que se alcancen los 6.000 MW. En España se instalaron 20,2 MW, lo que supuso un incremento del 91% con respecto al año anterior, y esta tendencia se mantiene. La emergencia del mercado fotovoltaico español está atrayendo gran cantidad de capital autóctono y foráneo. Hay anuncios continuos de la construcción de numerosas plantas de producción de placas y de plantas de producción eléctrica. A pesar del rápido desarrollo, la potencia fotovoltaica instalada es aún marginal, porque necesita una revolución tecnológica para bajar mucho los precios. Las placas de silicio cristalino copan el 90% del mercado, pero tienen costes altos, porque la fabricación de las obleas de silicio resulta muy cara y su rendimiento es bajo: 15%-16%. Hasta hace poco se suponía que la segunda generación tecnológica (la de placas con láminas ultrafinas de composiciones diversas) se produciría hacia 2010. Sin embargo, a lo largo de 2006 muchas empresas están anunciando la construcción de plantas de producción anual de 30-40 MW para 2007, porque han mejorado mucho su tecnología. Destaca Nanosolar, que va a iniciar la construcción de una planta de 430 MW de producción. Hay unanimidad entre los analistas en que estas placas «están en el umbral de la explosión que las empresas del sector han estado esperando durante más de una década» (Lawrence Gasman).
Las centrales termosolares para generación eléctrica cuentan con una dilatada historia, aunque su comercialización haya sido intermitente. Se basan en la captación de calor solar para producir electricidad mediante tres tipos de tecnologías. A estas tecnologías se les augura el mayor potencial de desarrollo de las energías renovables. La tecnología más madura es la que utiliza espejos concentradores de forma cilindroparabólica. En California vienen funcionando diversas centrales con una potencia total de 354 MW, que fueron construidas en el periodo 1984-1991. Ahora asistimos a su relanzamiento, pero con notables mejoras tecnológicas. España lidera el desarrollo de estas tecnologías. Numerosas empresas tienen proyectos de construcción, principalmente de centrales de este tipo: Iberdrola proyecta 12 plantas, con las cuales alcanzaría el objetivo del Gobierno de una potencia instalada de 500 MW para 2010; Acciona prevé 5 plantas; y también cuentan con proyectos similares Endesa, Abengoa, Gamesa, etcétera. Otros países han empezado a construirlas, pero a un ritmo más lento.
Por lo tanto, no hay otra alternativa que la energía solar, porque es abundante, tiene un notable desarrollo tecnológico y es la única sostenible. Sin embargo, a pesar de su potente proceso emergente, no es posible una transición tranquila y ordenada desde el sistema energético actual (incluso en el caso de una apuesta fuerte y exclusiva por ella), porque no queda tiempo. La potencia instalada es aún muy baja, y hay que mejorar algunas tecnologías y desarrollar otras nuevas. Así que la transición requiere, como mínimo, dos o tres décadas, y no disponemos de este tiempo: los principales expertos del petróleo sitúan el techo de extracciones en torno a 2010. Pero esta transición será menos traumática para los países que apuesten decididamente por esta energía desde ahora, y el Estado español está muy bien situado para hacerlo.
A pesar de esta dinámica pujante, los defensores del modelo energético tradicional siguen negando la viabilidad de la energía sostenible, basándose principalmente en tres argumentos falaces: la inexistencia de energía suficiente; la falta de fiabilidad de estas energías por su carácter intermitente; y sus elevados costes.
Frente al argumento de que no existe energía suficiente, en las últimas décadas numerosos estudios han coincidido en constatar la abundancia de las energías renovables. Entre los más recientes destaca, por ejemplo, un informe de las Naciones Unidas de 2001, donde se afirma que «los flujos de energía de los recursos renovables superan al uso actual de energía mundial en más de tres veces». Un informe de 2004, financiado por la UE, calcula que el potencial técnico de la conversión de la radiación solar en calor y electricidad cuadruplica aproximadamente el consumo mundial de energía. Por último, el Instituto de Innovaciones Tecnológicas ha presentado este año un exhaustivo informe (promovido por Greenpeace) sobre el potencial de energía renovable en la España peninsular, y concluye que éste es más de diez veces superior a la demanda total de energía prevista para 2050.
En segundo lugar, es cierto que las energías renovables son intermitentes, pero este hecho se exagera. La radiación solar es máxima en las horas centrales del día, cuando más energía se demanda. Además, existe una amplia complementariedad entre las diversas fuentes: durante los meses fríos la energía hidráulica y la del viento alcanzan su máxima producción; en los meses cálidos, la radiación solar es máxima. La inclusión de otras fuentes renovables, como biomasa, olas, geotérmica, etcétera garantiza un suministro energético aún más uniforme. Además, habrá que producir hidrógeno para almacenar energía re- novable y para utilizarlo como combustible, ya que es la alternativa al petróleo.
Por lo que se refiere al coste, en general, la electricidad más barata en este momento es la eólica, si exceptuamos el carbón, y ello sin tener en cuenta las subvenciones y los importantes costes ambientales y de pérdida de salud que provocan las energías convencionales. Además, estamos asistiendo a un rápido abaratamiento de las energías renovables, paralelo al encarecimiento de las convencionales. El insuficiente desarrollo de algunas tecnologías solares es el producto de su marginación histórica. Por ejemplo, según la OCDE, sólo el 10% de la inversión pública dedicada a I+D en energía va a las fuentes renovables, mientras que las convencionales obtienen el 50%.
Para dar una idea más precisa del panorama de las energías renovables, analizaré brevemente los tres sistemas tecnológicos con mayor proyección futura: la producción de electricidad eólica, la tecnología fotovoltaica y la energía termosolar. A través de los siguientes datos podrá comprobarse la excelente posición de España a escala mundial.
Hasta hace poco el desarrollo de la energía eólica se concentraba en Alemania, España y Dinamarca. La tendencia actual tiene dos componentes: la pérdida relativa de peso europeo debido, sobre todo ,a la pujanza de Estados Unidos (fue el país que más potencia instaló en 2005, seguido de Alemania y España) y de Asia (cerca del 50% de incremento anual), y la extensión de la energía eólica a muchos otros países europeos. En 2005 la potencia mundial instalada se incrementó en un 43,4% en relación con el año anterior, alcanzando un total de 59.322 MW, de los cuales 40.500 MW eran europeos (superando el objetivo de la UE de alcanzar los 40.000 MW en 2010). En 2005 la energía eólica aportaba el 20% de la electricidad consumida en Dinamarca, más del 7% en Alemania y el 8% en España (80% en Navarra). La asociación europea de empresas eólicas (EWEA) calcula que la UE alcanzará en 2010 una cuota de mercado del 5,5%, y del 23% en 2030. En realidad, estas cuotas estimadas son bajas, porque se basan en la premisa, poco real, de que la demanda eléctrica seguirá creciendo mucho, y porque las previsiones de la EWEA, como las de la UE, siempre se quedan cortas.
La tecnología fotovoltaica tiene la propiedad de producir electricidad desde unos pocos milivatios hasta muchos megavatios. En 2005 se instalaron cerca de 1.800 MW en el mundo (un 44,5% de incremento anual) y más de 600 MW en Alemania. Frente al objetivo de la UE de llegar a los 3.000 MW en 2010, los analistas creen posible que se alcancen los 6.000 MW. En España se instalaron 20,2 MW, lo que supuso un incremento del 91% con respecto al año anterior, y esta tendencia se mantiene. La emergencia del mercado fotovoltaico español está atrayendo gran cantidad de capital autóctono y foráneo. Hay anuncios continuos de la construcción de numerosas plantas de producción de placas y de plantas de producción eléctrica. A pesar del rápido desarrollo, la potencia fotovoltaica instalada es aún marginal, porque necesita una revolución tecnológica para bajar mucho los precios. Las placas de silicio cristalino copan el 90% del mercado, pero tienen costes altos, porque la fabricación de las obleas de silicio resulta muy cara y su rendimiento es bajo: 15%-16%. Hasta hace poco se suponía que la segunda generación tecnológica (la de placas con láminas ultrafinas de composiciones diversas) se produciría hacia 2010. Sin embargo, a lo largo de 2006 muchas empresas están anunciando la construcción de plantas de producción anual de 30-40 MW para 2007, porque han mejorado mucho su tecnología. Destaca Nanosolar, que va a iniciar la construcción de una planta de 430 MW de producción. Hay unanimidad entre los analistas en que estas placas «están en el umbral de la explosión que las empresas del sector han estado esperando durante más de una década» (Lawrence Gasman).
Las centrales termosolares para generación eléctrica cuentan con una dilatada historia, aunque su comercialización haya sido intermitente. Se basan en la captación de calor solar para producir electricidad mediante tres tipos de tecnologías. A estas tecnologías se les augura el mayor potencial de desarrollo de las energías renovables. La tecnología más madura es la que utiliza espejos concentradores de forma cilindroparabólica. En California vienen funcionando diversas centrales con una potencia total de 354 MW, que fueron construidas en el periodo 1984-1991. Ahora asistimos a su relanzamiento, pero con notables mejoras tecnológicas. España lidera el desarrollo de estas tecnologías. Numerosas empresas tienen proyectos de construcción, principalmente de centrales de este tipo: Iberdrola proyecta 12 plantas, con las cuales alcanzaría el objetivo del Gobierno de una potencia instalada de 500 MW para 2010; Acciona prevé 5 plantas; y también cuentan con proyectos similares Endesa, Abengoa, Gamesa, etcétera. Otros países han empezado a construirlas, pero a un ritmo más lento.
Por lo tanto, no hay otra alternativa que la energía solar, porque es abundante, tiene un notable desarrollo tecnológico y es la única sostenible. Sin embargo, a pesar de su potente proceso emergente, no es posible una transición tranquila y ordenada desde el sistema energético actual (incluso en el caso de una apuesta fuerte y exclusiva por ella), porque no queda tiempo. La potencia instalada es aún muy baja, y hay que mejorar algunas tecnologías y desarrollar otras nuevas. Así que la transición requiere, como mínimo, dos o tres décadas, y no disponemos de este tiempo: los principales expertos del petróleo sitúan el techo de extracciones en torno a 2010. Pero esta transición será menos traumática para los países que apuesten decididamente por esta energía desde ahora, y el Estado español está muy bien situado para hacerlo.
RODRIGO GONZALEZ FERNADEZ
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