Pía Montalva: La historiadora que demuestra el valor de la ropa
Esta historiadora de moda, como ha sido catalogada, desnuda los procesos de cambios de una sociedad a través de la ropa, pero también desentraña el dolor de quienes vivieron violencia política a través de su vestimenta. Aquí un intento de relato sobre sus pasos.
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Su origen es el diseño, pero su necesidad de ir más allá en lo conceptual, la hizo estudiar estética e historia. Hoy, ha unido todos esos mundos y es reconocida, quizás, como la única historiadora de la moda chilena, título que a veces la incómoda.
Esta singular mezcla, que descoloca a los puristas de la historia, y que hace que algunos la vinculen a lo fashion, se aleja mucho de lo que en realidad es ella. Por personalidad metódica y silenciosa, Pía Montalva es ante todo una estudiosa de múltiples intereses que logra ver en la vestimenta los profundos cambios que experimenta una sociedad.
Columnista y escritora, fundamentalmente hoy, quienes quieran dar con ella la encontrarán al frente del área de Historia Política de la Biblioteca del Congreso Nacional. En el segundo tomo de “Historia de las mujeres de Chile”, recién en librerías, participa con un capítulo referido a la elegancia y distinción entre 1900 y 1940, mientras que su último libro, “Tejidos blandos”, abordó la relación entre la indumentaria y la violencia política en Chile entre 1973 y 1990.
Fue una obra que sorprendió en medio de la conmemoración de los 40 años del golpe militar y en él desnudó cómo el uso de vendas, frazadas, capuchas o buzos de prisioneros marcaron el doloroso paso de chilenos por centros de detención y tortura o cómo esas ropas fueron las señales que permitieron reconocer a los muertos y desaparecidos.
Está claro que para ella la ropa es mucho más que glamour y moda, aunque su estética la haga tener un ojo crítico sobre las tendencias y diseñadores que emergen, triunfan y desaparecen.
Su aproximación a este mundo tiene dos fuentes: la costurera que iba a la casa de sus padres en el sur, cuestión que le permitió coser sus primeras prendas para sus muñecas, y las revistas de moda a las que accedía en la peluquería mientras acompañaba a su madre y donde estaban Vanidades, Eva, Paula y muchas otras como las de patrones Burda.
-¿Eso fue determinante para que estudiaras diseño?
“Sí, siempre pensé dedicarme al diseño de ropa, pero en Chile no había dónde estudiarlo en ese momento. Yo era muy buena alumna y creo que me habría aburrido entrar a algunos de los institutos que existían, así que opté por diseño en la UC. Paralelamente a ello hice los estudios en el instituto de estética de la universidad gracias a que me autorizaron a tomar más créditos, que –en plena dictadura- era uno de los pocos lugares donde había una oferta amplia; ahí estaba Milan Ivelic que fue muy determinante para mí”.
Trabajó por años en el rubro, tanto en fábricas textiles como en su taller bajo la marca “Súper puestas”. A comienzo de los ’90 dio su primer giro y comenzó a dictar clases de diseño de vestuario en la universidad Pérez Rosales, donde llegó a estar a cargo de la carrera.
En 1993 entró a estudiar un magister en historia en la Usach, convencida de que quería escribir sobre moda, fruto del cual nació su primer libro “Morir un poco” que revisa la historia de la moda y la sociedad chilena entre 1960 y 1976.
-¿Dentro de la historia, hacer historia de la moda es considerado un asunto menor? ¿Ninguneado?
“Ninguneado no explícitamente. Diría que me ubico en un límite porque terminé el magister con máximas notas, mejores que algunos compañeros historiadores, y como soy seria, responsable, eso contribuye a que el ninguneo sea menor. Yo me dedico a esto, pero nadie puede decir que no me puedo dedicar a otra cosa si quiero; de hecho, en el Congreso me aplico en la historia política”.
-¿Y eso porque a la moda siempre la vinculamos a la frivolidad?
“Sí, porque se le vincula a la frivolidad y no se le ha estudiado lo suficiente. La moda y la ropa se colocan en un mismo espacio y ambas son cosas distintas, aunque a partir del S. XVIII para adelante confluyen y la moda empieza a determinar la forma de la ropa”.
-¿La ropa y la moda son fundamentales para explicar una cultura?
“Más que la moda es el cambio; ésta es una dinámica de cambio, no es algo concreto, ocurre con la sensibilidad de una época que está condicionada por los procesos sociales, políticos y económicos. El mostrar el poder, el status, los privilegios se relaciona con ello. Las modas no sólo impactan en las formas de vestir, sino que en el consumo, la oferta”.
-¿Es una mirada bien estrecha no darle valor a este tema cuando puede explicar tantas cosas?
“Diría que eso está cambiando. Creo que los historiadores asumen eso, pero no saben qué hacer con eso. Cuando estudian una etnia describen su ropa, pero de ello no pasan, porque no saben qué hacer con esta información, cómo tratarla”.
Alguna vez un historiador le aseguró que debían haber pasado 50 años para que se pudiera hacer historia seria, pero ella no comulga con ello, y tras cursar el doctorado, dio vida al libro “Tejidos blandos” en el que aborda la dura relación entre vestimenta y violencia política. Ahí las líneas narran los efectos que tiene en una detenida ver a otras personas con su ropa, o que el buzo haya sido en los centros de detención la forma de dejar la ropa incólume para que después certificara un buen trato.
-¿Es extraño ver una relación entre ropa y violencia?
“Nadie la percibe, excepto el afectado, ellos son los únicos que tienen esa conciencia, porque las cosas que le pasan a sus cuerpos, les pasan a sus ropas, pero no en un nivel de reflexión intelectual.
“A propósito de los 40 años se escribió mucho sobre la violación a los derechos humanos, pero, incluso en los informes oficiales, se escribe no haciéndose cargo, de verdad, de lo que le pasó a esas personas en sus cuerpos. Es más fácil hablar del los quiebres emocionales que de las cosas concretas que están en sus cuerpos. Es muy complejo porque es de verdad conectarse con personas de carne y hueso con nombre”.
-La ropa alcanza un valor de prueba testimonial brutal. Cuando descubren los hornos de Lonquén, son las ropas los primeros indicios de quiénes se trata.
“Es brutal, hay madres o esposas que saben que es su familiar porque saben que habían mandado a reparar un zapato y ahí estaba o qué se había comprado dos camisas iguales en un lugar.
“Cuando uno se conecta con la ropa uno se conecta con el cuerpo y ahí se conecta con todo lo demás, no se puede evadir porque en la ropa van quedando las huellas”.
-¿Qué quiere significar el título del libro “Tejidos Blandos”?
“Los tejidos blandos son todos aquellos del cuerpo que desaparecen con el tiempo, como las vísceras, músculos, piel. Con el tiempo sólo se encuentran huesos y el título surge porque en medio de la escritura se produjo la segunda exhumación del cuerpo de Allende, razón por la que la TV exhibió el testimonio del doctor Jirón durante la primera exhumación, ocasión que afirmó que ‘no habían tejidos blandos’ y que lo había reconocido por su ropa.
“La ropa es un tejido blando más que no desaparece. Yo no separo la ropa del cuerpo; creo que forman parte de la misma corporalidad porque el cuerpo no termina en la piel, el límite termina en la ropa, ese es el límite con el espacio. Terminar mi cuerpo en el límite de mi piel es estar desnuda y así no estoy la mayor parte del tiempo”.
-¿Qué te pasó mientras escribías el libro? ¿Qué significó escribirlo?
“Cuando tomé el tema no dimensioné su dureza; fue una aventura linda, pero fue muy dura. En el proceso de lectura de documentos fui somatizando todo y si no lo hubiera hecho, para darle una salida al impacto que me produjo leer tantos testimonios, no habría podido asumir la distancia que necesitaba para escribir un libro que es súper descarnado”.
-¿Crees que este libro va a validar tu trabajo?
“Espero que eso ocurra, aunque no estoy segura. Es un libro anómalo, de hecho no saben dónde ubicarlo, si en historia, si en ensayo. Puede que el libro quede instalado en un estado de excepción, no lo sé”.
Pía ha sido una observadora permanente de las señales que nuestros personajes públicos entregan a través de su ropa. De hecho, cuando escribía una columna en La Nación Domingo hace años, habló de las tenidas de Michelle Bachelet, de su código vestimentario a través del rojo (temas de derechos humanos), azul (su padre y la FACh) y blanco (inaugural) o de su baño en una playa en Brasil que fue tan expuesto. Hoy afirma que tras su paso por la ONU está claro que se acerca al estilo “hippie chic” con sus tenidas hindúes. “Estoy siempre asociando lo que veo, lo que se dice con la ropa, con los contextos”, explica.
-Un historiador te dijo que debían haber pasado 50 años para escribir historia. En el mundo de la moda, hay muchos blogueros que hacen registro, ¿tiene eso algún valor?
“Ya dije que los blogueros no me convencen porque si bien ellos están haciendo un registro, eso debe cumplir algunas reglas para que tenga alguna utilidad en el futuro y eso es tener una distancia, una actitud crítica con el objeto. Mi problema con ellos es que les falta espesor en el análisis, además, hay una cierta cuestión narcisista en lo que escriben.
“Estoy generalizando, porque como en todo hay excepciones, pero es un fenómeno que está muy ligado a los eventos de moda y los blogueros se han convertido en relacionadores públicos de un circuito de consumidores. Registran, pero bajo qué criterio si sabemos que hay intercambio comercial explícito. La verdad es que no creo que ni acá ni afuera marquen tendencia porque no están fuera de la tendencia”.
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en “Responsabilidad Social Empresarial” de la ONU
Diplomado en “Gestión del Conocimiento” de la ONU
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