La moda tiene diva: Amparo Grisales
La mujer que más se ha desvestido públicamente en Colombia es quizá la que mejor sabe cómo vestirse.
Por: Rocío Arias Hofman
Son las siete de la mañana en Bogotá. No hace frío, el sol afila sus rayos sobre la hiedra y los adoquines. Varios meseros de camisas recién planchadas y pulso firme llenan copas con jugos de naranja recién exprimida. Disponen bandejas con toronja y piña, queso fresco y tomates naturales coronados por una hoja de albahaca. Hay panes crujientes y cereales. Café también, las mesas están dispuestas. Todo hace parte del menú probado dos veces en la última semana por Amparo Grisales para ofrecer el desayuno orgánico —el que ella quiere— de este día tan esperado. La fecha elegida para presentar su primer libro, Mi cuerpo consciente, ante algunos amigos íntimos, su hermana Patricia y la prensa nacional. Un trabajo al que la actriz le ha dedicado sus últimos tres años para lograr este relato que ocupa doscientas páginas. "Es el compendio de su aprendizaje… No se trata de un libro de consejos para ser bonita ni para detener el tiempo, sino de reflexiones para que los años empujen a favor de uno. Esta es, en otras palabras, la cartografía general con que Amparo Grisales consiguió que los años, en lugar de apagarla, la fueran embelleciendo", escribe Daniel Samper Ospina en el prólogo.
Un contenido sobre salud y belleza, nacido del puño de esta mujer, cuya presentación resulta inusual dado el tema: se trata de un libro de gran formato, en pasta dura, que recoge con exquisita diagramación también las fotografías de cuarenta años de vida artística de Amparo Grisales (piezas realizadas por Salvatore Salomone, Carlos Tobón, Mauricio Vélez y Dora Franco). Mi cuerpo consciente pareciera un tratado sobre arquitectura, la retrospectiva de un pintor. Y sí, es algo así, ¿por qué no? Al fin y al cabo esta mujer es una mayúscula referencia estética, erótica, sensual y libertaria. Una mezcla de Ava Gardner y María Félix (miren su rostro y su magnetismo actoral), Brigitte Bardot (les echó candado a las piezas de pieles de animales y no come carne desde hace años), Bo Derek (las mismas medidas salidas del mar), Madonna (habla con fervor de los ángeles y los cristales en cualquier escenario), Giselle Bundchen (como la modelo brasileña, se sentía insegura de adolescente por cuenta de una nariz que juzgaba muy grande) y Marilyn Monroe (le gusta estar casi desnuda y es la única que se sienta en las piernas de un político que ha sido jefe de Estado).
La diva, nacida en Manizales en 1956, está vestida con una sola pieza de pantalón y top en gris metálico, calza unos zapatos de plataforma de piel rosada de Giovanni Zanotti, aupados a dieciocho centímetros del piso. Ofrece sus brazos insólitos —torneados, bronceados— a un par de hombres incondicionales: Ricardo Alarcón, presidente de Caracol Radio —el que la bautizó como "Diva"— y Ernesto Samper —expresidente de Colombia—.
Para todos los demás, Amparo Grisales —la mujer que ha protagonizado más de doscientas portadas de revistas— tiene una sonrisa permanente hecha de dientes blancos, lujosamente alineados, y de labios poderosos que se curvan a su capricho. Ah, su impronta viene aderezada por un torrente de palabras que procesa velozmente en una cabeza sólida. Amparo Grisales es la hija de la señora Delia (fervorosa cantante de ópera, consagrada a sus hijos), una madre que le heredó la formidable anatomía mestiza, compuesta de ancestros andaluces e indígenas, y quien todavía le recuerda que si no se siente bella, mejor no salga a la calle. Le propongo a la mujer que fue Inés de Hinojosa y María que conversemos sobre moda, un asunto al que le ha dedicado esfuerzo y tiempo como nadie:
— Le fascina mostrarse, ¿no es así?
Amparo Grisales: A mí me encanta el escote, porque adoro mi piel. Tengo una conciencia grande sobre mi cuerpo que ya ha cumplido cincuenta y siete años. Me gusta el color canela de mi piel y mantenerla, mostrar el abdomen, mis hombros, la espalda. No quiero que nada me apriete, me encierre o me tape. Detesto las túnicas. La ropa me tiene que liberar. El día que el espejo me diga otra cosa, me iré tapando.
Puede contar la trayectoria de muchos diseñadores nacionales, pues ha llevado sus prendas en toda su carrera.
A.G.: En los comienzos de la carrera de Silvia Tcherassi, cuando yo ya era una estrella, le cerré muchos desfiles con sus vestidos favoritos. Ahora la diseñadora se ha vuelto más "Carolina Herrera" y me gustaba mucho su época de vestidos vaporosos, libres. Mi estilo requiere libertad.
Una diva es por esencia glamorosa. ¿Quién la ha vestido como tal?
A.G.: Tengo muchos vestidos de Ángel Yáñez, porque además en cada cumpleaños me regala uno. Me ciñe la ropa al cuerpo, pero me deja sentirme desnuda. Sus faldas flotan y te hacen sentir fresca y sofisticada.
No todo son las faldas y los vestidos, ¿no?
A.G.: Adoro los pantalones amplios, con la bota doblada, de telas de alta gama, que me hace Álvaro Reyes.
Amparo, usted les quita las marquillas a las prendas. Le incomodan físicamente. No le importan las marcas. ¿Cómo elige su ropa?
A.G.: Compro mucho por mi cuenta, aunque no le dedico tanto tiempo. Cuando viajo, salgo a mirar vitrinas y enseguida sé lo que me gusta. Me encanta la moda italiana. Soy muy certera.
¿Cuál es su paleta de colores?
A.G.: Soy de colores únicos, pues utilizo muy poco los estampados. Me encantan el negro —aunque me critica mi mamá—, el gris, azul, beige, blanco, piel. Me fascinan las prendas que contengan una evolución de colores desde los que son considerados fríos.
Imagino su clóset…
A.G.: Tengo ropa que guardo desde hace treinta años. Como las cartas que he recibido. Todo lo que me gusta, lo conservo. Quizá esto sea el motivo de mi próximo libro.
¿Sabe siempre que ponerse, cómo lucir bien en cada ocasión?
A.G.: A veces me devuelvo de una salida, cuando ya estoy vestida. Viene el peluquero a mi casa, me arregla, me visto y a última hora —me doy cuenta del panorama que se avecina en la fiesta— prefiero quedarme en casa. Ya tuve tanta actividad social que prefiero salir solamente cuando se trata del estreno de una obra en la que participo.
¿Le gusta identificarse con la moda?
A.G.: Durante tres años fui la imagen de los jeans Clam, una marca paisa (Medellín) que me pagó muy bien e hicieron un eslogan genial: "Si alguien sabe de blujeans, esa soy yo". Un pantalón local que se exporta también a otros países de la región andina. Me encantaría que una marca apostara por mí, una mujer que en sus cincuenta también puede mostrar moda para jóvenes. La edad biológica no coincide con la cronológica. Ahora veo a actrices de treinta años que hacen papeles de adolescentes. A mí nunca me dejaron hacer eso, en la novela que hice con Carlos Vives yo tenía 23 años y me decían que se me veía muy mayor. De manera que la edad es relativa.
Íconos de la moda como la modelo inglesa Kate Moss tienen en su haber premios y escándalos. ¿Cuál es el precio?
A.G.: Conocí a Kate Moss en una fiesta en París y me di cuenta de que no tiene conciencia de su cuerpo. Pero tiene una fuerza increíble. A pesar de haber estado en la picota sigue teniendo una vida profesional muy exitosa porque en los momentos difíciles, sus amigos y la industria la apoyaron. En Colombia falta eso.
¿Cuándo se dio cuenta de lo hermosa que es?
A.G.: Cuando Colombia me empezó a ver bella, me pregunté dónde estaba eso y decidí encontrar el significado de lo que me decían. Yo era muy tímida y no me sentía así. La única manera de lograrlo ha sido ejerciendo con mucha disciplina el cuidado personal, interior y exterior, para estar de verdad muy hermosa.
¿Con qué prendas se siente más cómoda y versátil?
A.G.: Me gustan muchísimo los vestidos de noche, las transparencias. Si estoy en una fiesta, los vestidos tienen que flotar, no se pueden fruncir o subir, tienes que estar muy cómoda. Tengo un vestido precioso de placas de lentejuela que me rayan la piel. Es importante identificar qué ropa me voy a poner si tengo una sesión de fotos, por ejemplo. Hay prendas que no resultan lo que son, así sean bellas.
¿Tiene alguna referencia de moda internacional que se parezca a usted?
A.G.: Me encanta el tino, la sensualidad, la sofisticación de un diseñador —¡lástima que sea gay!— como el norteamericano Tom Ford. Conoce como nadie el mundo femenino. Sus creaciones en Gucci y en su marca son increíbles. Incluso busco obsesivamente su perfume "Orquídea Negra". También me fascina Giorgio Armani.
¿Cuál es el textil que mejor trata a Amparo Grisales?
A.G.: La seda y el algodón puro son tejidos que acarician, que no dan frío. Así deben ser las prendas que te visten, porque la vida debe ser eso, una caricia.
¿Obsesiva con todo?
A.G.: Soy obsesiva, quiero lograr lo que me planteo. Por eso, este libro. Todo el mundo lleva tiempo preguntándome cómo me mantengo físicamente. Entonces, decidí escribir sobre cómo me cuido. Para moldear el cuerpo hay que moldear la voluntad.
Y llega el punto de que quizá sea arrollada por sí misma…
A.G.: Cuando se trata de mi ego, no delego. Esta es una carrera ingrata y me tengo que cuidar yo misma. Así me sienta muy sola algunas veces, tengo mi fortaleza personal para salir adelante. Nos pasa a las mujeres que somos independientes, fuertes, que hemos triunfado. A Fanny Mikey le aprendí muchas cosas en ese sentido. Tener pareja, por ejemplo, no es fácil porque los tiempos —siendo artista— son intensos, casi no se pueden compartir.
La moda traduce infinidad de detalles de una persona, de su época. Es real. ¿Cómo se lleva con el mundo digital?
A.G.: He sido una mujer sin photoshop, muy poco digital. Hay que saber cómo eres y no cómo luces. Sigo guardando todo en cajitas. Porque cuando sobre el mundo pase la capa futónica, no quedará nada de lo que está encerrado en los computadores.
* Periodista independiente. Creadora del espacio digital en moda en Colombia http://www.sentadaensusillaverde.com.
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Rodrigo González Fernández
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