Nunca me ha gustado mucho entrar en el debate sobre las definiciones de la RSE. No porque no las encuentre útiles y necesarias, sino porque no me queda claro para qué las queremos cuando discutimos sobre ellas. Pero, sobre todo, porque nunca hemos abordado con suficiente claridad una de las dimensiones de los debates sobre las definiciones. Los debates sobre definiciones son muchas cosas, pero también son luchas por el poder.
¿En qué sentido? Pues porque todo esfuerzo por establecer lo que las cosas "son" conlleva, en este tipo de temáticas, la voluntad de afirmar -al mismo tiempo- como "deben ser". La definición de la RSE nunca es un asunto académico, sino un asunto eminentemente práctico y, en un sentido amplio de la expresión, político.
Ninguna definición de la RSE es inocua. Porque quien establece una definición, en el mismo instante conquista el poder de decir -habitualmente a los demás, por cierto- cómo actuar. Y establecer una definición otorga al mismo tiempo el poder de juzgar sobre si la acción -habitualmente la de los demás- se ajusta o no la definición. Por eso es comprensible que haya tanto debate en torno a establecer qué es la RSE, porque no es tanto una cuestión de palabras, sino de qué se quiere hacer con las palabras. No nos debe extrañar, pues, que haya conflictos, tensiones y desacuerdos en torno a las concepciones, puesto que en este terreno un conflicto conceptual es también un conflicto de intereses. En este sentido, aunque obviamente yo también estoy interesado en disponer de una comprensión de la RSE, nunca me ha preocupado excesivamente la batalla por las definiciones y las terminologías (que se pueden multiplicar hasta el infinito): porque lo que me preocupan son las interpretaciones. El significado de la RSE no se juega en las definiciones sino en las interpretaciones. De la misma manera que el significado de un valor no se encuentra en en el diccionario, sino en las prácticas que se llevan a cabo en nombre de este valor.
Así pues, no hay que acercarse a los discursos sobre la RSE como un debate sobre su "verdad"; sobre si definen lo que la RSE "es". Sino como herramientas que nos ayudan -y nos pueden ayudar mucho- a orientar nuestra acción y nuestras decisiones, a dialogar sobre ellas, a contrastar y confrontar diversas perspectivas posibles sobre ellas. En definitiva, nos ayudan a ir (re)construyendo el sentido de lo que hacemos, a disponer de marcos de referencia para (re)interpretar lo que hacemos, a innovar en nuestras prácticas y a transformarlas, y a poder dialogar y razonar sobre estas prácticas desde una diversidad de perspectivas, sin que ninguna de ellas pueda pretender disponer de la verdad sobre qué "es" la RSE.
Por eso, cuando oigo hablar a la gente sobre la RSE (sean empresas, profesionales o todo tipo de stakeholders), me interesa a menudo indagar no lo que dicen sino qué uso hacen de su discurso. Definiciones similares admiten usos muy diferentes y al revés: desde discursos muy diferentes se puede compartir la misma aproximación. Se puede usar la RSE como mapa, como brújula o como radar.
Entender las definiciones de la RSE como un mapa presupone la creencia de que ya se dispone de una reproducción a escala de la realidad, por eso queremos disponer de mapas antes de salir de viaje: porque queremos poder situarnos en la realidad antes de tener cualquier contacto con ella. Los mapas pueden estar mejor o peor hechos, pero siempre pretenden reproducir a escala la realidad. Por tanto, se trata sólo de estar situado en el mapa, entre otras cosas porque los mapas ya te dan los caminos preestablecidos. De ahí que tan a menudo los debates sobre la RSE sean debates sobre si las empresas están o no suficientemente adaptadas al mapa preexistente, o sobre hasta qué punto deben adaptarse a él. Y esto genera un proceso circular de ir perfeccionando el mapa con la intención de que la realidad empresarial se vaya ajustando a él.
Una brújula, en cambio, te da direccionalidad, o te ayuda a encontrar orientación. Pero no prejuzga el camino. Incluso, ante determinadas circunstancias que vienen dadas por la realidad, una brújula ayuda a entender lo que, visto desde fuera, parece un rodeo, porque te permite explicar cómo y por qué ante las circunstancias orográficas (y no digamos si se trata de navegar) tomas determinadas decisiones que aparentemente te separan de tu norte. Y, obviamente, permite tener un criterio para deliberar sobre si el camino elegido es el mejor posible. La brújula te hace responsable tanto del punto que tomas como referencia en el horizonte como del camino que emprendes para acercarte a él.
Un radar también te permite moverte. Pero lo que te facilita el radar es la información suficiente para poder moverte sin chocar con los demás que, por su parte, también se mueven. El radar facilita el movimiento continuo sin llegar a chocar con nadie. No te ayuda a establecer a dónde vas, sino a saber qué debes hacer para no chocar con los demás. Pero también facilita que la propia actuación dependa de las de los demás. Hasta el punto que, llevado al extremo, quien usa la RSE como un radar no tiene ningún compromiso intrínseco con ella, sino que es el resultado de su respuesta más o menos inteligente a los movimientos y los riesgos que percibe en su entorno.
Mapa, brújula o radar. Es una cuestión de mentalidad, de aproximación, de actitud. No de procesos, metodologías o herramientas de gestión. Por eso puede haber actores que manejan la RSE de manera muy sofisticada o con discursos muy elaborados en cualquiera de las tres aproximaciones. Y también puede haber planteamientos muy elementales propuestos desde cualquiera de los tres enfoques. Incluso cuando se critica o rechaza la RSE no queda claro si se está pensando en un mapa, en una brújula o en un radar. Por eso va bien preguntarse, en los debates sobre qué "es" la RSE si en la demanda o en la propuesta de ideas y definiciones se busca un mapa, una brújula o un radar. Y también qué buscan las empresas al acercarse a la RSE. Y qué pretenden quienes se aproximan a las empresas hablando de RSE. Y...
Y, sobre todo, va bien preguntarse personalmente si la propia aproximación a la RSE, más allá de los contenidos, es predominantemente como mapa, brújula o radar. O quizás alguna otra que a mí se me ha escapado.
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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