a equivalencia energética de la agricultura
Agustín Mariné. Presidente Asociación General de Productores de Maíz de España (AGPME).
13/08/2008 (Noticia leida 176 veces)
Mucha gente ha descubierto últimamente que los productos agrarios pueden ser también energéticos. Toda la vida había sido así; la gente de los pueblos recogía los residuos de la poda para el horno, la leña de los bosques para cocinar y para calentarse. Existía la profesión de "maestro carbonero", que obtenía un recurso energético (el carbón vegetal) a partir de una combustión parcial de pedazos de madera en el interior de ingeniosas construcciones selladas con tierra. Pero la aparición de fuentes de energía más eficaces, menos exigentes en mano de obra, y más fáciles de distribuir por las redes, fue arrinconando este antiguo sistema energético. Así nació el "salto de agua" para mover complicados engranajes o molinos de cereal y almazaras; así apareció la revolución de la energía eléctrica, gracias al magnetismo y las posibilidades de aprovecharlo en sentido inverso, usando también la fuerza mecánica de los saltos de agua, o la fuerza del vapor obtenido en una caldera; por último, ya en nuestros días, vimos aparecer la energía nuclear, que liberaba fuerzas del átomo, tanto por la vía de la fusión como de la fisión. Todo ello hizo olvidar que la fuente primaria de energía en el mundo seguía siendo la naturaleza misma, que, o bien evaporaba agua y la elevaba de nivel, o bien movía grandes masas de forma aleatoria (mareas, huracanes) o bien, por la fotosíntesis, acumulaba pequeñas "dosis" energéticas en materia verde y luego en materia seca.
Todo este preámbulo es para que entendamos esta cosa tan complicada que ocurre en nuestros días, y que se ha llamado "crisis de las materias primas". Numerosas explicaciones se han puesto sobre la mesa, pero ninguna de ellas parece terminante; más parecen simplificaciones a un problema complejo que aclaraciones acerca de las verdaderas causas. Por qué de repente una cosa tan tonta como la comida (me refiero solo a los países desarrollados) resulta ser "escasa", "difícil de adquirir", "sometida a presión", "carente de reservas seguras", etc. Por qué hace un par de años el hierro se encareció de repente; por qué hasta los ladrillos en 1999 andaban escasos y se doblaba su precio. La explicación más aceptada por la opinión pública era que la China se industrializaba a gran velocidad y acaparaba todas las materias primas habidas y por haber. Todavía hoy se defiende este punto de vista. Pero esto no lo explica todo. Esto es un componente evidente del desequilibrio puntual o estructural que en un momento dado pueda tener cualquier mercado de cualquier cosa. Si aparece un "agente" poderoso, dispuesto a comprar grandes cantidades de cualquier cosa, pues sube de valor. Y esto, evidentemente, pasó con China a finales del siglo XX. Pero siempre hay una respuesta a estos aumentos de la demanda. ¿Por qué la situación no solo no mejora, sino que "a futuro" parece empeorar?
Estos problemas tan complejos necesitan, por supuesto, de estudios serios. Pero en el caso de la escasez alimentaria tal vez pudiéramos aproximarnos a una explicación sensata, que nos sirviera de "guía" a las decisiones que tenemos que tomar en las fincas.
El hecho cierto de la subida mundial de los precios agrarios (tan deprimidos durante decenios) tiene que tener una causa profunda, y no solo una mayor demanda por parte de China. Algo ha pasado más serio. Para empezar, las estadísticas del comercio mundial dicen que en la mayoría de los alimentos, el envío a "largas distancias" (lo que se llama el comercio mundial globalizado), alcanza solo al 13% de la producción total. O sea, que más del 80% de la comida "no entra" en este circuito tremendo (y casi sagrado) de los precios mundiales. Hablamos de cosas como el arroz, el maíz, o el trigo por ejemplo. En productos más específicos, como los tropicales, este % sube mucho no pueden los países del norte producir cacao, por ejemplo. El azúcar también se exporta en mayor medida (22%), pero elaborado. Es, pues, difícil atribuir la subida general de los alimentos (100%) a la tensión más o menos sostenida, que se ha ejercido sobre un 13% o un 15% de los mismos. Tiene que haber otra causa.
Varios analistas han encontrado esta causa en la desviación de productos alimentarios hacia fines energéticos. Es decir, que el bioetanol o el bioester parecen ser responsables del encarecimiento general de la comida en todo el mundo. Tampoco esto parece ser muy verosímil. Para empezar, el bioetanol solo "elimina" el 20% de la materia seca empleada en su fabricación; el otro 80% lo devuelve al ciclo alimentario. El bioester se obtiene de la fracción oleica de determinadas plantas, y no representa más del 15% del peso total procesado. En el balance global, que Brasil o Estados Unidos hayan destinado últimamente las cosechas a estos fines, no explica la actual "escasez" o "rareza" de los productos alimentarios.
Yo pienso que existe una explicación más general (que vuelve "permeable" el antes rígido mercado alimentario) y que es la equivalencia energética. Antes solo el bosque o el carbón vegetal la tenía, pero ahora cualquier materia seca la tiene, y esta es la razón de su escalada de precio. Como la energía ha subido (y de qué manera), los alimentos, que tienen equivalencia energética, han sido arrastrados al alza. Pensemos por ejemplo en el cereal. En poder calorífico, el cereal tiene una equivalencia de 0,48 respecto al petróleo. O sea, que 2,1 kilos de grano (almacenados) equivalen a 1 kilo de fuel (de la refinería). Mientras el barril esté donde está, no bajará el grano ni la materia seca.
Además, recordemos que grano y materia seca disfrutan de un "plus" ecológico del que no disfruta el barril. El barril y el bosque es materia seca "acumulada" fuera de la circulación atmosférica. Su consumo empeorará la atmósfera. Pero el grano y la materia seca recién producida, no empeorará nada, incluso si la quemamos.
Ha llegado el siglo de la biosfera, del territorio y de la materia seca elaborada con arte y con técnica. Lo demás son historias. Esto tiene valor y lo tendrá en el futuro.
Lo que los científicos y los técnicos deben meditar es el "precio" y el "valor" de esta materia seca, para que se pueda promover su fabricación, su uso, y sus beneficios y al final se pueda pagar dentro del sistema global.
CONSULTEN, OPINEN , ESCRIBAN LIBREMENTE
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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