Amanda Hearst Una Hearst muy afortunada ¿superara a paris hilton?
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¡Paren las rotativas! Estados Unidos ha encontrado finalmente en Amanda Hearst (Nueva York, 5-I-ı984), descendiente de la famosa dinastía editorial y "embajadora internacional" del famoso diseñador Tommy Hilfiger, una chica fiestera que sabe cómo comportarse y cómo hacer vida social y salir de compras. Resulta difícil imaginar que esta rubia con aspecto frágil es producto del mismo material genético que el magnate de los medios de comunicación estadounidense William Randolph Hearst (ı863-ı95ı), de quien se dijo que era "la fuerza más grande para hacer el mal de nuestra época". Sentada en el borde de la cama, en la suite de un hotel de lujo de Manhattan, Amanda Hearst cree poco natural ser el centro de atención. Aparenta menos de sus 24 años. Casi todas las preguntas le provocan una risa nerviosa. Aunque tiene una voz refinada y profunda, salpica sus frases con la muletilla "o sea". Hearst es la privilegiada bisnieta de William Randolph Hearst, el barón de la prensa inmortalizado por Orson Welles en Ciudadano Kane (ı94ı), y una de las herederas de su fortuna (cifrada en 5.600 millones de euros). A su vez es sobrina de Patty Hearst, que fue secuestrada en ı974, a los ı9 años, por el Ejército Simbiótico de Liberación y, posteriormente, se unió a su causa y participó en el atraco a un banco. Amanda, junto con su prima Lydia Hearst-Shaw (hija de Patty), forma parte del más prominente grupo neoyorquino de modelos famosas. Habita en un mundo de actos de beneficencia y desfiles de moda junto con otras célebres herederas de la costa Este. Son las ı0:30 horas y ha llegado media hora tarde porque su coche privado no pasó a recogerla. Cuando entra por la puerta, la espera un carrito con agua mineral y café. "Ah, tomaré agua mineral, por favor". Antes de darme cuenta, me veo sirviéndole el agua. Posee el ostentoso título de "embajadora internacional" de la marca Tommy Hilfiger. De momento, ella no sabe aún cuáles serán sus funciones específicas en el organigrama de la empresa. Parece algo dubitativa. "Es como ser un portavoz, creo, pero algo más activo... En realidad yo no, o sea, yo no sigo activa como modelo. Lo hice cuando me tomé un año sabático de la universidad". No puede contar nada de la próxima colección de Hilfiger para el otoño/invierno venideros. "No he visto lo que voy a llevar hoy en la sesión fotográfica", me aclara. "Hace poco hice una sesión de fotos para una revista de Mónaco. Había prendas blancas, un traje holgado, como un jersey grande, que me gustó mucho, y un gran número de prendas inspiradas en el estilo de los años 50", relata. Jóvenes pijos. ¿Qué piensa de trabajar directamente con Hilfiger? "Es muy amable y un buen hombre de negocios". ¿Qué opina de que la marca Hilfiger, al igual que Ralph Lauren, se dirija tanto a los jóvenes pijos estadounidenses como a los raperos urbanos? "Obviamente, yo no me identifico con la imagen rap, pero es interesante que esta marca pueda hacerlo". Ha sido una inteligente estrategia de marketing por parte de Hilfiger fichar a una modelo estadounidense de sangre azul para su marca. La ropa es maravillosa... y ella se ve maravillosamente vestida. En comparación con otras famosas herederas, las chicas Hearst se comportan inmaculadamente. Las cámaras nunca las han sorprendido en actos remotamente indecorosos. Eso se lo dejan al grupo de las hermanas Hilton, de la costa Oeste. Hearst y sus amigas han evitado las etiquetas de "heredera engreída" y "celebridad debutante" que los tabloides de EEUU han creado especialmente para chicas como Paris Hilton. La modelo se ha dado cuenta que "de pronto Los Ángeles y Nueva York son ciudades fundamentalmente diferentes. La escena social de Nueva York es más discreta y no se mueve tanto por las celebridades. Nueva York es una ciudad más antigua, con familias más antiguas, y hay mucha más cultura. Famosas como Britney Spears se equivocan al pensar que es bueno que tu foto salga en los tabloides. Aquí no tenemos esa mentalidad, no lo consideramos cool". Sin embargo hay una contradicción, tal como ella misma reconoce: el estilo periodístico de su bisabuelo fue precisamente el pistoletazo de salida de la cultura del tabloide. "Es la evolución inevitable de lo que él comenzó", afirma. "Puede decirse que él comenzó el sensacionalismo. Algo que es a la vez bueno y malo". William Randolph dijo en una ocasión a un corresponsal que cubría la Guerra de Cuba de ı898: "Tú pon las fotos que yo me encargo de poner la guerra". Ahora el imperio Hearst ı8 periódicos y 28 revistas, entre otros muchos soportes informativos genera unos 3.300 millones de euros al año. "Fue un personaje polémico, pero creo que su legado es más positivo que negativo. Apoyó el arte, hizo algunas cosas maravillosas en su vida. Y, en lo profesional, comenzó un imperio...", reivindica. La conversación deriva hacia el shopping: "Acabo de comprarme un traje de Chanel en una tienda de ropa de época", comenta. "Tengo un buen sastre, así es que ahora me queda perfectamente. Es azul marino, con tirantes. Creo que es del primer año que Karl [Lagerfeld] diseñaba para la casa. Es precioso". Hoy lleva una camiseta blanca sin mangas, una minifalda de época azul marino con cuentas negras, un par de zapatos de tacón de Robert Clergerie y un bolso Yves Saint Laurent. "Nada recargado o extravagante". Sus iconos de la moda son Grace Kelly, Audrey Hepburn y Gwyneth Paltrow. "Intento pensar si hay algo más original. 'Icono' es una palabra extraña porque de repente todo el mundo es un icono; la última actriz prometedora de ı8 años también es un icono. Sin embargo, creo que me identifico completamente con el glamour de Hollywood de los años 50 y 60: un peinado elegante, labios de rojo, aire muy femenino y ropa de sastre, propia de una dama". Como cabría imaginar, Hearst ha tenido hasta ahora mucha suerte en la vida. Vive sola en el barrio de Manhattan de Upper East Side, aunque sus primas, Lydia y Gillian, que también son sus mejores amigas, viven en el mismo edificio. Su novio desde hace tres años, Winston Lapham, es hijo de Lewis Lapham, ex director de Harper's Magazine. Tras su paso por un internado de Connecticut, estudió en el Boston College antes de tomarse un año sabático. Durante este tiempo vivió en Londres tres meses y escribió una columna sobre moda para la revista neoyorquina Gotham. En diciembre obtendrá su licenciatura. "Sé que en Europa y en otros países es bastante común", dice en referencia a su año sabático. "Pero en Estados Unidos no lo es. Creo que es realmente importante porque después del instituto estaba muy quemada, no podía soportar seguir trabajando a ese ritmo". Amanda habla español con fluidez y se entretiene con telenovelas o comedias cutres de México para no perder la fluidez con el idioma. "Cuando me gradúe quizá me vaya a vivir y trabajar a Madrid, para mejorar mi español y disfrutar de la cultura. Mi madre quiere que trabaje en alguna de las revistas. He sido becaria en un montón de ellas: Town & Country, Cosmo Girl! y Harper's Bazaar". Hace poco trabajó también en una galería de arte y, de hecho, se ha cambiado de la Facultad de Periodismo a la de Historia del Arte. Este verano pasó las vacaciones en la mansión de la familia, San Simeon (también llamada el Castillo Hearst), en California. La finca está abierta al público y ahora forma parte del sistema de Parques Estatales de California. La figura paterna. Amanda se crió en una casa con distintos progenitores: "Mis padres prácticamente estaban divorciados antes de que yo naciera. Y luego mi madre se divorció del padre de mi hermano cuando yo tenía 7 años". La madre de Amanda, Anne, y un hermanastro de ı6 años viven en Los Hamptons, en el lujoso paraje del extremo norte de Long Island, donde Hearst se refugia con frecuencia para escapar del estrés de Nueva York. "Me muero de ganas de salir al campo, es donde en realidad quiero estar", confiesa. Es posible que no hayan abundado las figuras paternas en la casa de su madre en Los Hamptons, pero nunca ha habido escasez de fauna. Tienen tres perros, cinco gatos, un emú llamado Einstein ("porque en realidad tiene una cabeza muy pequeña"), un ualabí (especie de canguro), llamas, cabras enanas, gallinas y patos. Por supuesto, Amanda Hearst también ha sido muy afortunada en lo que respecta a la herencia de bienes. "Me siento muy agraciada por la vida que tengo. No somos multimillonarios ni nada parecido, pero la compañía sí lo es. Ningún miembro de la familia posee tanto dinero". De todos modos, poseer un imperio mediático no salvaguarda contra los periodistas, tal como ella misma descubrió en Harper's Bazaar cuando una redactora escribió un artículo no precisamente benévolo sobre el coste anual de ser una figura pública:unos 75.000 euros anuales. "Me sentí muy ofendida", afirma Amanda. "Todavía hoy la gente me pregunta sobre ello. Y siempre digo: ¡No! No me gasto 60.000 euros al año", asegura con exasperación. "Me da mucha rabia". Es, por supuesto, el tipo de noticia que a su bisabuelo le habría encantado vender. Melissa Withworth es reportera del "Daily Telegraph" especializada en "celebrities". |
Saludos
Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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