Columna de Hugo Mery
PARA QUE TE VEAS EN TELEVISIÓN
En Venezuela una medida autoritaria, pero legal, cubrió de paternalismo la libertad de elegir entre la televisión comercial y un modelo más participativo. Mientras los televidentes, en gran mayoría, observaban perplejos el fin de un canal que ha acompañado sus vidas, en el escenario político colisionaban valores absolutos como la libertad de expresión y más relativos como la libertad de empresa.
Por Hugo Mery
Publicado el 30 May 2007
El programado fin de Radio Caracas Televisión (RCTV) permitió -al expirar el día 27 de mayo- el nacimiento inmediato de una propuesta medial muy diferente, Televisora Venezolana Social (TVes). A las lágrimas de los empleados del canal privado, secundadas por las protestas de opositores al gobierno y la perplejidad de los numerosos seguidores de la estación, se sucedieron los actos de júbilo del chavismo y los discursos programáticos de los nuevos ejecutivos en el inmenso anfiteatro capitalino Teresa Carreño.
Se escribió así un nuevo capítulo de la lucha política entre las dos Venezuelas, la que contiene muchos elementos de guerra civil larvada, como se ha visto en otras manifestaciones populares de ambos bandos, uno de los cuales detenta una más que clarísima y reiterada mayoría electoral.
Pero esta vez el episodio contuvo elementos ausentes en, por ejemplo, el derrocamiento por unas horas del Primer Mandatario en abril de 2002. Otros derivan directamente de esa asonada palaciega. Desde luego, murió un medio de expresión, por uso de la autoridad de sus prerrogativas legales, y eso no es bueno para la causa de la libertad de prensa. Por el hecho de que RCTV apoyara, como otros medios, el golpe -y no informara correctamente del regreso al poder del gobernante legítimo-, se propinó una clara represalia contra un poderoso canal que continuó con su oposición al régimen. Otras importantes emisoras .-entre ellas Venevisión, del empresario Gustavo Cisneros- no afrontaron finalmente medidas similares, porque optaron por salirse del redil opositor, despidiendo a sus comentaristas más críticos y deseditorializando sus noticiarios.
El otro valor en juego es el de la libertad de empresa y este no puede suscitar adhesiones tan incondicionales como el de la libertad de prensa, porque aquel está condicionado por variables como el desarrollo sustentable, la responsabilidad social, el bien público y aun la seguridad nacional. Cuando se confunden elementos de una y otra -y así ocurrió con el grupo empresarial BC1, dueño de RCTV-, todo se relativiza, porque se está ante intereses económicos que usan una herramienta social tan penetrante como la televisión para determinados objetivos políticos, como el fin del régimen socializante de Chávez.
El otro factor que se interpone es el de la libertad de elección. No es inverosímil que una mayoría de los venezolanos un 70%, según la prestigiosa firma encuestadora Datanálisis- se oponga al cierre de la televisora, la de mayor sintonía en el país, sin que esto desmedre el alto grado de apoyo al gobierno. Para los televidentes ha salido de pantalla un canal ligado a sus vidas, el primero en transmitir hace 54 años, antes de que lo hiciese una señal estatal y que impuso la cultura de la telenovela, el concurso, el humor y la belleza femenina. Como ya no reirán con el tradicional Radio Rochela y no tendrán más culebrones del tipo El derecho de nacer, muchos se condolieron cuando sus rostros favoritos salían llorosos del aire, mientras cantaban el himno nacional (que habla contra el despotismo), separando en sus mentes el espectáculo y la política (aunque lo que veían era una teatralización de la política).
Queda en pie, finalmente, el desafío cultural de superar modelos de televisión como el de RCTV, que contiene lo peor de una industria del entretenimiento que se caracteriza por lo banal e intrascendente y que con su poder hipnótico pervierte el gusto popular. TVes se levanta como una alternativa a una televisión comercial que se dirige a consumidores y no a ciudadanos y sujetos sociales. El ingenioso nombre de la nueva emisora ya da cuenta de su objetivo: una televisión donde "tú te veas", al reflejar a la gente en sus necesidades y en su creatividad espontánea. Para ello echará mano a productores independientes, que diseminarán sus propuestas en un canal público orientado al servicio social, a la manera de entes como la BBC de Londres y de países que no entregan todo el espectro radioeléctrico al mercado. No se ha mencionado a Televisión Nacional de Chile, acaso porque ésta se guía por cánones comerciales, semejantes al de los privados. (A este nivel Chile ha estado tan ausente como al de la Cancillería, que esperará un dictamen de la Corte Interamericana de DDHH para pronunciarse pragmáticamente sobre el cierre de la emisora privada).
Las preguntas que surgen ante la nueva propuesta televisiva son, por lo menos, las siguientes: ¿acaso este modelo no estaba en ejecución en la televisora venezolana estatal, sin mencionar el Canal Sur, la señal internacional de la que el Estado venezolano es el mayor accionista?, ¿hasta donde TVes no será un vehículo oficial más y estará realmente al servicio del pluralismo social, sin el peligro de "televisión aburrida" y. por lo tanto, no competitiva?
Y la interrogante más políticamente atingente: ¿Por qué una televisión donde se vean los ciudadanos tenía que nacer a costa de la desaparición de un canal comercial? Es aquí donde la libertad de elegir se cubre de un pesado manto de paternalismo, propio de regímenes autoritarios y no participativos. Esto hace que la batalla de las imágenes la haya ganado, temporalmente al menos, Radio Caracas Televisión justo en el momento de oscurecerse su marca en la pantalla.
rodrigo gonzalez fernandez
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Santiago Chile
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