martes, abril 10, 2007

Sobre la censura Enrique Dans

Se habla de censura y para formarnos una idea nada mejor que la opinion de uno de los más preciados blogger de habla hispana y de quien tanto aprendemos

Sobre la censura

censorshipLa discusión que se ha desencadenado en la blogosfera al hilo de los intentos de desarrollo de un código ético por parte de Tim O’Reilly y Jim Wales referenciados en la entrada anterior me lleva a escribir una segunda entrada al respecto. Me han llamado la atención las entradas de Manuel M. Almeida en Mangas Verdes y de Fernando Polo en Abladías por recurrir, en ambos casos, al mismo elemento, que es el que está apareciendo también más en el debate: la referencia permanente a la censura.

Confrontar un código ético para blogs con la censura me parece un argumento maniqueo, un blanco o negro que no aporta nada al debate. Dudo muchísimo que alguien crea que la mayoría de los bloggers o quien suscribe estas líneas está a favor de la censura, y si lo cree, está equivocado. La censura no es igual la ejerza quien la ejerza. Es más: a ciertos niveles, ni siquiera merece el nombre de censura. Estamos equiparando a los padres que prohíben a un niño que diga tacos o al teatro que expulsa al que se pone a gritar en medio de la función con algo tan horrible y deleznable como un Estado ejerciendo la tiranía. Y no, no es lo mismo. Los matices importan. Jamás estaría de acuerdo, como dice Manuel, con “elevar” un código ético como éste a la categoría de ley. es más, me parecería profundamente aberrante. Pretender que por ley los bloggers sean responsables de lo que alguien dice en su página es sencillamente cargarse la libertad de expresión. Es absurdo, exagerado, un uso desmedido del instrumento legal. Sin embargo, pretender mediante el desarrollo de un código ético que los bloggers se hagan ellos mismos responsables de mantener limpia su casa, promover que así se haga y dar argumentos válidos a los que escojan hacerlo me parece una solución brillante. Y del mismo modo actúan los demás principios, en algunos, de hecho, la reductio ad absurdem es todavía más patente: por ejemplo, es perfecto decir “ignora a los trolls” en el contexto del mencionado código ético, pero sería completamente estúpido pretender dictar una ley que sancionase al que ha dejado de ignorar a un troll. Y así funciona con todos los demás. El código ético es para lo que es, como dije en la primera entrada: para promover una discusión (cosa que estamos haciendo y me parece muy positiva), para reflexionar sobre el tema, y para proporcionar herramientas que justifiquen la acción de quien quiere borrar un comentario, ignorar a un troll, afear un mal comportamiento, etc. agarrándose a algo que ha sido consensuado por un grupo de personas a cuyo criterio, por lo que sea, otorga validez.

La censura es algo horrible. Una palabra muy, muy gruesa. Tildar de “censor” a alguien que borra un comentario insultante, maleducado o, sencillamente, no conforme con los criterios que esa persona ha decidido para su página personal o para aquella que administra me parece sencillamente terrible. Jamás me consideraré o consideraré a alguien un censor por borrar determinados comentarios. Sí lo sería si intentase promulgar una ley que los prohibiese a nivel general. Pero en la casa de una persona se habla como esa persona quiera, y en su blog se debe escribir con arreglo a los términos que esa persona decida. Y defender eso no es en modo alguno ser un censor, aunque muchos tengan la tentación de ir por el lado fácil, maniqueo, de los blancos y los negros, y acusarle de ello. Quien borra un comentario que le resulta molesto en su blog está haciendo algo que tiene todo el derecho del mundo a hacer. Es más, algo que DEBE hacer, sin pestañear, despejando toda sombra de culpa. Casi nadie publica para ser insultado. Me encanta la perfecta definición que hizo de ello Mauro Entrialgo en aquella genial viñeta. El debate no es de blancos y negros, sino de matices. Y muy delicados, además.

También estoy en desacuerdo con Manuel en su apreciación de que “el fenómeno troll, aunque molesto, no deja de ser anecdótico”. No es verdad. Es un fenómeno creciente, que escala, y que hace que los que no eran trolls se sientan cada día más justificados a comportarse como tales. Una casa llena de basura no te inspira a mantenerla limpia. En algunos medios y páginas, es ya imposible comentar sin que te caiga encima un aluvión de descalificaciones e insultos. El trollismo impide el desarrollo de verdaderas conversaciones, de genuinos intercambios de pareceres que podrían ser muy fructíferos, es un verdadero CRIMEN contra la sociedad conversacional que podríamos estar construyendo. Un crimen contra el que no se puede - ni se debe - luchar con las armas de la ley, salvo cuando se llegue a la difamación, la calumnia, la amenaza u otros delitos que ya estaban tipificados antes de existir Internet, y cuya naturaleza no ha cambiado por existir éste.

Me sigue pareciendo perfecto que se desarrolle un código ético, y precisamente por su propia naturaleza: voluntaria, de referencia, de marco conceptual. Nunca de ley. Ni mucho menos de censura. Una palabra con la que hay que tener mucho, muchísimo más cuidado. Por favor, no la usemos en vano.

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