domingo, diciembre 03, 2006

desde ecohispano en la red : MOvimientos sociales en la red

Movimientos sociales y activismo en red
por J. Alberto Silva Machado

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En este trabajo, intento identificar las principales características de las nuevas formas de organización de los movimientos sociales con base en el uso de las tecnologías de información y comunicación (TIC). Con la descripción de algunos casos, muestro como los colectivos sociales han atribuido a la Internet un papel central en sus modos de articulación y acción, desarrollando con éxito nuevas formas organizacionales, con un compartir de metas, alineación de estrategias y formación de coaliciones y alianzas de alcance global. Tal fenómeno abre un amplio horizonte de transformaciones y cambios sociales, que apuntan para el surgimiento de nuevas dinámicas de acción colectiva con base en complejas redes identitárias, orientadas por valores "universales". Es sobre tales tendencias que enfoco mis análisis en ese papel.

Palabras claves: · cibercultura · estudios ciencia-tecnología-sociedad · movimientos sociales · redes ciudadanas · sociedad de la información

2. Introducción

El estudio y el análisis del comportamiento de los movimientos sociales ocupa una posición central en las ciencias sociales. Sin embargo, su complejidad y diversidad hacen de éste un tema muy difícil de ser abordado, así como de construir teorías que respondan satisfactoriamente a las sus problemáticas.

En ese texto, intentamos identificar cuáles son las características principales de las nuevas formas de organización de los movimientos sociales considerando la creciente incorporación de las nuevas tecnologías de información y comunicación (TIC) en sus estrategias de planificación, articulación y acción. Daremos especial enfoque a las organizaciones sociales más "jóvenes", surgidas desde el final de los años ochenta, vinculadas a una generación de activistas conectados a la Internet.

Defendemos aquí que tales tecnologías no sólo se convirtieron en instrumentos de fundamental importancia para la organización y articulación de tales colectivos sociales como también proporcionaron la formación de nuevos movimientos sociales y nuevas formas de activismo. Estas, pasan a caracterizarse por una actuación cada vez más en forma de red, por la formación de amplias coaliciones y por el enlazamiento o agregación de grupos identitários, frecuentemente según la geografía de las comunidades culturales, lingüísticas o la identificación y el compartir de ciertos valores. Desde el análisis de algunos ejemplos, pretendemos identificar el surgimiento de una nueva "cultura" en los movimientos sociales como resultado de la apropiación estratégica de las TIC, apuntando para ciertas tendencias en las formas de acción colectiva.

En la primera parte de ese trabajo, señalamos algunos de los conceptos e interpretaciones sobre la acción y las características de los movimientos sociales contemporáneos. A continuación, ejemplificamos las nuevas formas de actuación de los movimientos sociales en red. Por fin, buscamos demostrar las características emergentes de esas nuevas prácticas de los movimientos sociales, con la incorporación de las TIC.

3. Movimientos Sociales: conceptos e interpretaciones

Hay una gran variedad de teorías que buscan explicaciones para el comportamiento de los colectivos sociales. La complejidad del tema y a la diversidad de objetos y contextos, hacen de este tema una fuente casi inagotable de estudios, análisis y nuevas teorías. Aunque muchos de los estudios puedan dar respuestas satisfactorias a situaciones que se refieren a contextos sociales específicos, un breve análisis de la literatura sobre el tema muestra como existe una gran pluralidad de abordajes e interpretaciones.

Al rescatar los abordajes clásicos, Pasquino (1992), resalta que los mismos podrían ser divididos en dos grandes corrientes. De un lado, estarían las descripciones que ven una manifestación de irracionalidad en las motivaciones de las erupciones de las masas. Tales abordajes asocian también los comportamientos colectivos de masa al cuestionamiento o riesgo de la orden social existente. Se aproximan de tal interpretación las lecturas de Le Bon, Ortega y Gasset y Tarde. Le Bon y Tarde construyen una imagen irracional y caótica de la multitud. Ellos contraponen los individuos, agentes de la racionalidad, civilización y cultura a la credulidad de las masas, caracterizada por la exasperación de las emociones, al instinto de manada y la tendencia a la imitación del comportamiento colectivo. (Le Bon, 2004; Tarde, 2004). Para Ortega y Gasset, las masas, incapaces de ser responsabilizadas en colectivo, son susceptibles a la manipulación de sus líderes. De eso resulta la irrupción de masas privadas de identidad (cf. Melucci, 1999: 13). De otro lado, estarían Marx, Durkheim y Weber que, aún con enfoques bastantes distintos entre sí, ven en los colectivos sociales un modo peculiar de acción social, que dan camino a tipos complejos de solidaridad (Durkheim), a cambios sociales del tradicionalismo para el tipo racional-legal (Weber) o podrían marcar el inicio de un proceso revolucionario (Marx). Vale decir que los autores clásicos hablan, en su mayoría, en "comportamiento colectivo" y acción "social". La referencia de ellos a los movimientos sociales, aunque de gran importancia, es sólo indirecta. La idea de "movimientos sociales", tal como concebimos hoy, no consistía por sí un tema específico de investigación.

Una interpretación que ejerció gran influencia sobre los sociólogos fue la de Smelser (1989). Para él, los comportamientos colectivos se manifiestan cuando hay condiciones de tensión, antes que los medios sociales hayan sido movilizados para actuar de forma específica o eficaz junto a las causas de tal tensión. Tales comportamientos podrían ser definidos como no-institucionalizados. Eso puede ser observado en situaciones en que la acción social estructurada está bajo tensión, pero los medios institucionalizados para el dominio de esa tensión son inadecuados. Algunos factores tales como: la predisposición de un sistema social a ser influido por comportamientos colectivos, la tensión estructural existente, los mecanismos de movilización y el control social serían determinantes para la ocurrencia de movimientos sociales.

La interpretación de Smelser busca responder satisfactoriamente la naturaleza de la acción colectiva en faz de sistemas sociales y políticos que se transforman con mucho menos dinamismo que sus sociedades. Sin embargo, tal enfoque – identificado con viejas y contestadas presuposiciones funcionalistas –, peca por no considerar los contextos históricos específicos en que se da la acción social.

Son tantas las dificultades para entender la naturaleza de la acción social de los movimientos sociales que, no por casualidad, Tarrow afirmó que el campo de los movimientos sociales es uno de los más indefinibles que existen (cf. Melucci 1999: 12). Idea también compartida por Castells, que, en medio de la controversia de su concepto, opta simplemente por definirlos como acciones colectivas que, dependiendo de su éxito o fracaso, "transforman valores e instituciones" (Castells, 2000: 20).

Para Melucci, al intentar definir los movimientos sociales, la mayoría de los autores hace poco más que aislar aspectos empíricos de fenómenos colectivos, acentuando elementos diferentes entre sí, lo que complica cualquier tipo de comparación (id., ibid.). Según ese autor, el concepto de movimiento social "será siempre objeto del conocimiento construido por el analista", pues "no coinciden con la complejidad empírica de la acción" (Melucci, 1996: 21-2).

Si tuviéramos que optar por una definición del término movimientos sociales, considerando los tan variados abordajes existentes, podríamos decir que el mismo se refiere a formas de organización basadas en un conjunto de valores e intereses comunes, con el objetivo de definir y orientar las formas de actuación social. Tales formas de acción colectiva tienen como objetivo, a partir de procesos frecuentemente no-institucionales de presión, cambiar el orden social existente o parte de él e influir en los resultados de procesos sociales y políticos que envuelven valores o comportamiento sociales o decisiones institucionales de gobiernos y organismos referentes a sus decisiones políticas.

3.1.Cambios en la Concepción de Movimientos Sociales

La concepción de movimientos sociales estuvo durante buena parte del tiempo asociada a los movimientos de carácter revolucionario, cuyas acciones y luchas políticas se encuadraban dentro de un espectro político frecuentemente más radical. Hasta los años 70, era frecuente la asociación de las luchas políticas de los movimientos sociales a un supuesto cuadro de lucha de clases en el interior de las sociedades capitalistas – por lo tanto, dentro de un contexto mucho más amplio, relacionado con el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción existentes. Los movimientos sociales eran identificados básicamente como un producto de la acción histórica de la sociedad, frente a las contradicciones del sistema capitalista.

Tal interpretación de la naturaleza de los movimientos sociales fue particularmente característica en los abordajes marxista-estructuralistas. Esa lectura fue volviéndose anticuada en la medida que los movimientos sociales pasaron a proliferarse, ganando una notable complejidad y alcance, con el surgimiento de organizaciones y colectivos que luchaban por las causas más diversas. Surgió entonces el término "nuevos movimientos sociales" para designar tales colectivos que no encontraban una interpretación satisfactoria en la mayoría de las interpretaciones predominantes. Los "nuevos" movimientos sociales serían principalmente los movimientos feministas, pacifistas, ambientalistas, contra la proliferación nuclear, entre otros. Tales movimientos, en su mayoría de base urbana, estaban muy alejados del carácter clasista de los movimientos sindical y campesino, inclusive porque reunían sectores diversos de la sociedad en favor de una misma causa.

La diversificación de los movimientos sociales ocurrió en un proceso íntimamente vinculado a la profundización de los mecanismos e instituciones democráticas en las sociedades occidentales capitalistas. Sólo no existían movimientos sociales en las sociedades "sin clases" socialistas debido a la propia represión que el régimen ejercía sobre cualquier movimiento reivindicativo cuyo origen estuviera fuera del espacio de control del gobierno o del partido. Tales regímenes impedían que las tensiones sociales pudiesen venir a manifiesto a través de canales o "escapes" espontáneos de la sociedad civil que no fuesen aquellos permitidos. En tal contexto, el "movimiento social" estaba, en tesis, incorporado a las estructuras del gobierno, ya que él debería confundirse con el propio proceso revolucionario, expresión última de la voluntad de las masas y base del gobierno "proletario".

Con el proceso de apertura política después de la crisis del bloque soviético, se vio que subsistían bajo el cemento del socialismo organizaciones civiles de todo tipo. Gracias a las nuevas libertades conquistadas, poco a poco, algunos actores sociales pudieron organizarse en torno de identidades políticas. El "súbito" surgimiento de más de mil organizaciones sociales, agremiaciones políticas y otros colectivos civiles en la ex-Unión Soviética, en el inicio del proceso de democratización, es una prueba contundente de eso. Eso puso en evidencia el hecho de que, aunque pudiesen ser una expresión de la lucha de clases o de la desigualdad social, los movimientos sociales nunca habrían dependido de ellas para existir. Al contrario, su fortalecimiento y proliferación estuvieron más asociados a la maduración o transformación de las instituciones democráticas y a la propia capacidad de organización de la sociedad civil.

Hoy se observa que las demandas de los movimientos sociales son muy variadas, específicas y, inclusive, peculiares a ciertos contextos sociales, históricos y culturales. El error del abordaje marxista de la acción social fue la aceptación casi dogmática de un tipo de interpretación basada en las estructuras sociales de clases y sus antagonismos y tratar poco de la cuestión de las identidades, valores y de los mecanismos y dinámicas del sistema político y social.

3.2. El cambio a finales del siglo XX

El cambio en la comprensión de la organización y acción de los colectivos sociales ocurrió, en gran medida, en el transcurso de las transformaciones en el escenario político internacional. Con el fin de la guerra fría y el éxito de la simbiosis entre democracia occidental y capitalismo, los movimientos sociales pasaron gradualmente a ser considerados importantes actores sociales para la promoción de los derechos civiles y la ciudadanía. Con la dispersión de las brumas del conflicto ideológico, tales iniciativas de la sociedad civil, originadas "fuera" del escopo político del Estado – y de sus mecanismos controles – en vez de ser vistas como subversivas, revolucionarias o marginales, pasaron a ser entendidas como manifestaciones propias, típicas e, inclusive, sanas, peculiares de un ambiente político y social plural. Gradualmente, el Estado pasó a verlos como aliados estratégicos y necesarios que, al mismo tiempo en que aumentaban el alcance de las democracias, prestaban legitimidad y hasta prestigio a los gobiernos.

La incorporación de eses actores sociales en la esfera política fue exitosa al invertir la lógica del conflicto para la de la cooperación, proporcionando, así, un mayor alcance de las instituciones civiles en el ámbito de un gobierno democrático. Los movimientos sociales consiguieron más legitimidad en sus acciones reivindicatorias cuando el gobierno y sus instituciones asumieron prácticas políticas cooperativas, fomentando instrumentos y políticas públicas que proporcionasen mayor "porosidad" a las demandas de los colectivos sociales. El cambio culminó con el reconocimiento, por parte de las legislaciones nacionales, del estatus jurídico y político de tales formaciones sociales. Así, el Estado pasó la incorporar, a través de arreglos institucionales y políticos, la acción social de organizaciones originadas en la sociedad civil, como es notorio el caso de las organizaciones no-gubernamentales.

Aunque los movimientos sociales no puedan ser confundidos, en rigor, con organizaciones sociales tales como las ONGs, de hecho, es frecuentemente difícil hacer las distinciones. Muchos movimientos sociales, al desarrollarse, acaban por adquirir un carácter más institucional como representante "legítimo" o mediador de ciertas demandas e intereses de un segmento específico de la sociedad. Por tal razón, muchos autores se refieren a los sindicatos, organizaciones religiosas, ligas urbanas, movimientos de barrio, micro agremiaciones políticas, asociaciones de campesinos, colectivos feministas y otros, igualmente como "movimientos sociales". Posiblemente, el carácter común que ellos tienen es que sus bases están en la sociedad civil y, por otro lado, son portadores de una legitimidad frecuentemente no-formal.

3.3. Movimientos Sociales y Democracia

En virtud de los cambios en el contexto político, los movimientos sociales pasaron a desempeñar importantes papeles como eficientes catalizadores de demandas sociales no contempladas por el Estado – sea debido a la insuficiencia de las políticas públicas o a la falta de reconocimiento de tales actores sociales como actores políticos.

En la medida que los Estados pasaron a reconocer la legitimidad de los movimientos sociales como actores políticos, se observó – especialmente en las democracias occidentales – un notable crecimiento de asociaciones e iniciativas comunes entre los mismos. Con base en tales experiencias, fueron creadas (primero en Europa, después en América), políticas de fomento para apoyar la acción participativa de los colectivos sociales y nuevas formas de asociación.

Sobre ese proceso de cambio, vale destacar ciertos aspectos fundamentales:

a) la incorporación de los movimientos sociales como aliados del gobierno democrático, viene contribuyendo para una creciente institucionalización de los mismos dentro de los sistemas políticos. Aunque admitamos que ese no es el caso de la mayoría, los movimientos sociales ya hubieron entraron en una fase en que no pueden más ser definidos genéricamente como "no-institucionales", conforme destacan algunos autores (Melucci, 1999; Pasquino, 1994: 791).

b) Al contrario de lo que afirman algunos autores, ni todo movimiento social se inserta en una lucha por una mejor distribución de las recompensas y sanciones (Alexander, 1998) o tiene exactamente un adversario (Castells, 1999: Touraine, 1995). Diferentemente de otros tiempos, muchos movimientos sociales visan a la cooperación, el voluntariado o la preservación cultural. No tiene que haber necesariamente un problema distributivo o alguna contestación para su existencia. Las motivaciones pueden ser las más diversas, como una creencia religiosa, un ideal, un conjunto de valores, o la identificación con un grupo. Aunque admitamos que la distribución de recursos – ya sean financieros, de prestigio o poder – o la existencia de un "adversario" pueda estar directa o indirectamente relacionada con sus motivaciones, este ya no es un elemento definitivo en los procesos de formación de tales colectivos sociales.

c) Los cambios históricos y las adaptaciones estratégicas en las formas de organización y actuación de los movimientos sociales trabajaron para que los mismos pudiesen reivindicar siempre que necesario, como forma de autolegitimarse, las presuposiciónones del Estado democrático y las libertades constitucionales de organización y expresión ideológica y política. Cuando tal proceso culminó, la organización y asociación de los individuos pasó no sólo a ser garantizada, como incentivada por los sistemas democráticos – inclusive en vías del fortalecimiento de los gobiernos electos, considerado el escenario de erosión de la autoridad del Estado.

Alan Touraine, en sus abordajes más recientes sobre el tema, enfatiza la importancia de la democracia para los movimientos sociales, así como de los mismos para la democracia:

"Más que la creación de una sociedad política justa o la abolición de todas las formas de dominación y explotación, el principal objetivo de la democracia debe ser el de permitir que individuos, grupos y colectividades sean sujetos libres, productores de su historia, capaces de reunir en su acción el universalismo de la razón y las particularidades de la identidad personal y colectiva" (Touraine, 1995: 263).

Para él, la historia de la libertad en el mundo moderno "es la de una asociación cada vez más estrecha entre el universalismo de los derechos humanos y la particularidad de las situaciones y relaciones sociales en las cuáles esos derechos deben ser protegidos" (Touraine, 1995: 263).

Podemos afirmar que esa dimensión universalista, va hoy bien más allá de la temática de los derechos humanos, relacionando al compartimiento cada vez más amplio de valores vinculados a los derechos de las minorías, libertad de expresión, conservación ambiental, derecho a la diversidad cultural, libertad religiosa, igualdad racial, igualdad de género, calidad de vida, a una distribución más justa de los beneficios sociales de la economía global, etc. Se trata también de temas que ocupan papeles centrales en la agenda de los gobiernos y de los organismos multilaterales. La lucha coalizacional de los movimientos sociales camina cada vez más paralela a la incorporación de tales valores y aspiraciones a las leyes y a las prácticas políticas de los gobiernos nacionales y locales. Es en ese contexto que los movimientos sociales tanto se amparan como contribuyen para la constitución legítima de la base de muchos de los mecanismos de presión para el perfeccionamiento de las instituciones democráticas. Fortalecidos por el derecho internacional que vincula cada vez más legitimidad a la democracia (ver Held, 1997: 131-138), la legitimidad de acción de los movimientos sociales se basa crecientemente cada vez más en tales principios "universales".

Con su "institucionalización" como actor social necesario para el perfeccionamiento de la democracia, vimos que los movimientos sociales pasaron a ser, probablemente, los más dinámicos catalizadores de las tensiones y conflictos sociales. Por lo tanto, desde la travesía de los años noventa al inicio del siglo XXI, los movimientos sociales adquirieron un papel-llave como actor político en un Estado democrático, por la importancia reconocida como portador legítimo y representante dinámico de reivindicaciones de sectores de la sociedad civil.

En los tópicos a continuación, nos concentraremos en colocar en relieve las tendencias de transformación de la acción colectiva en vistas de la apropiación y de los nuevos usos de las TIC. Siguiendo la tendencia de otros segmentos de la sociedad y de la economía, demostramos que el nuevo paso fundamental en la historia de los movimientos sociales es su organización en red, con acciones que envuelvan articulación y alcance cada vez más globales. Esta sería la forma más eficiente para contraponerse a la acción de organizaciones y corporaciones con que poderes cada vez más globales – fuera del control democrático de los gobiernos locales – en un ambiente marcado por instituciones locales cada vez más frágiles por la acción desestabilizadora de tales actores.

4. Movimientos sociales y (des) gobierno global: nuevos campos de batallas para viejos conflictos

4.1 El Contexto

En las recientes décadas, hubo un gran cambio en las concepciones predominantemente aceptas de democracia en el occidente. Los documentos internacionales que respaldan los derechos humanos, de las mujeres, niños, minorías, son expresiones de ciertos consensos. Organismos multilaterales celan de alguna forma por el cumplimiento de tratados y acuerdos internacionales. Eso, seguramente se ha reflejado en la forma como el gobierno y las instituciones estatales tratan de tales temas, especialmente por la posibilidad de sufrir sanciones y reprimendas internacionales.

Pese a ese cambio formal de la relación entre los gobiernos y la sociedad civil con respecto al tratamiento de tales derechos civiles y sociales, las relaciones globales entre movimientos sociales, gobiernos y corporaciones, están repletas de conflictos. Antes de seguir adelante, señalamos tres factores fundamentales que servirán como paño de fondo de nuestro análisis, asociados a la interdependencia, al descontrol y al empoderamiento de los agentes sociales y económicos:

i) Interdependencia e interconexión reactiva. Hay una situación cada vez más difusa e indefinida en lo que se refiere a la relación del gobierno local con "el gobierno global". Las decisiones de gobiernos locales no afectan sólo al Estado o a la jurisdicción a la cual están asociadas; desafortunadamente, los gobiernos locales no apenas influyen como también tienen que responder a situaciones que están fuera de su "espacio" de control.

Las tentativas de "reordenar" o buscar nuevas condiciones de equilibrio, pasan, inexorablemente, por la concertación política entre los actores envueltos. Tratados, acuerdos y pactos internacionales pasan a ser cada vez más necesarios. De igual manera, gobiernos, empresas, colectivos sociales y organizaciones diversas tienen que buscar respuestas a su altura para tales situaciones, lo que significa articular acciones cada vez más complejas, envolviendo cooperación, asociación y alianzas con otros actores sociales que actúan desde ámbitos externos.

Si la creciente interdependencia entre lo global y lo local hace con que las decisiones que afectan a las comunidades políticas "huyan" de las instancias de control local, la interconexión reactiva de los actores locales contribuye de alguna forma para solapar las instituciones democráticas locales. Eso transcurre porque, en el intento de obtener control, se establece nuevas conexiones.

ii) Zonas grises de descontrol. En lo que se refiere a las corporaciones económicas, principalmente las de gran porte, estas están cada vez más frecuentemente fuera del control de los gobiernos democráticamente electos; eso significa también que actúan dentro de contextos jurídicos variables o hasta "inexistentes", en una zona "gris" donde es posible resguardarse o escapar de las jurisdicciones locales y de los controles de las sociedades civiles organizadas en el interior de los Estados. Nos referimos, por ejemplo, al movimiento de capitales (inversión, remesas internacionales, transacciones entre filiales), al uso de la mano de obra, al respeto a las leyes ambientales, al respeto a los derechos sociales y laborales, entre otros aspectos.

El mundo de las grandes corporaciones impone grandes desafíos a las democracias, así como a la actuación de los movimientos sociales. Eso acaba resultando, en contexto de conflictos, en el surgimiento de prácticas y reacciones bien diversas de ambas partes.

iii) El empoderamento de las agencias sociales. La sociedad de la información dispone herramientas que estimulan la competición entre las agencias sociales. Los riesgos derivados de negocios cada vez más complejos y arrojados y la inestabilidad de los mercados nacionales integrados en un gigante mercado global, imponen crecientes desafíos a la capacidad de intervención y control de los Estados nacionales, perjudicando la gobernabilidad y la accountability. Si, por un lado, como nos recuerda Held (1997), una gran parte de las decisiones que afectan la vida de las personas son tomadas en espacios jurídicamente no definidos, donde la opinión pública y las mayorías nacionales tienen una influencia mínima, por otro, ese mismo escenario ha posibilitado niveles de organización, intercambio y acción igualmente complejos por parte de individuos, grupos y colectivos sociales – imposibles de que sean llevados a la cabo hace algunos años atrás. Herramientas tecnológicas posibilitan potenciar enormemente la acción de un mero grupo de individuos. Tal escenario apunta para conflictos de difícil mediación, marcados por la acción y organización virtual y electrónica desterritorializada, desencadenada por los más diversos actores sociales – muchas veces insospechables. En un espacio donde no hay de hecho un gobierno, una autoridad legítima, queda difícil la distinción entre las formas de activismo más pacíficas y aquellas más incisivas, que se aproximan de acciones criminales de grandes proporciones. Ese "empoderamiento" de las agencias sociales e individuales es todavía un elemento no suficientemente estudiado y analizado en las ciencias sociales.

4.2 La acción colectiva en ese contexto

Así como los actores políticos y económicos se "globalizan", lo mismo ocurre con los colectivos sociales, incorporando lo que las nuevas tecnologías de información y comunicación mejor les ofrecen, de forma a compensar la desigual distribución de recursos y poder.

Debido al aumento de la acción colectiva en áreas de difícil definición jurídica y política, activismo político, crimen y compromiso con causas sociales se confunden cada vez más en la acción de los movimientos de los grupos radicales y organizaciones que actúan en redes supranacionales. Agrupando decenas o hasta centenares de organizaciones de diferentes portes y oriundas de diversos universos culturales, lingüísticos e identitários, con base en la infraestructura de la red mundial, ellas consiguen agregar eficiente y eficazmente el descontento para generar amplias y complejas sinergias en acciones globales.

4.2.1. TIC y Movimientos Sociales

La posibilidad de comunicación rápida, barata, y de gran alcance, hace de la Internet el principal instrumento de articulación y comunicación de las organizaciones de la sociedad civil, movimientos sociales y grupos de ciudadanos. Podríamos hablar aquí de la telefonía móvil, de la radio, etc. Pero vamos concentrarnos en la Internet, que incluso es para dónde convergen las otras formas de comunicación.

4.2.2 El Espacio público de los flujos

La red se convirtió en un espacio público fundamental para el fortalecimiento de las demandas de los actores no-estado que consiguen contornear la desigualdad de recursos para ampliar el alcance de sus acciones y desarrollar estrategias de lucha más eficaces. Ella emerge como un espacio público que posibilita nuevos caminos para interacción política, social y económica. Principalmente por el hecho de que permite que cualquier ciudadano pueda asumir al mismo tiempo una variedad enorme de papeles – como ciudadano, militante, editor, distribuidor, consumidor, etc. – superando las barreras geográficas y, hasta cierto punto, las limitaciones económicas (Machado, 2003).

5. Nuevas formas de actuación

La guerra de la información durante la invasión de Irak, fue un ejemplo emblemático. Mientras la gran mass media estadounidense y mundial se inclinaba hacia una "lectura" claramente pro-EUA, agencias de noticias menores, mass media árabe, bloggers, colectivos sociales anti-guerra, activistas diversos y la prensa independiente daban otras versiones del conflicto. Ese ecléctico "mass media alternativa" difundía noticias e imágenes que normalmente no llegaban a los telespectadores por las emisoras de TV y grandes agencias internacionales. Sus contenidos se proliferaban rápidamente por la red, alcanzando a millones de personas conectadas, ávidas por informaciones del conflicto. Además, había una gran difusión de e-mails, mensajes SMS, comunicaciones por telefonía movil y conexiones en vivo del front vía satélite. Eso desencadenó una verdadera guerra de información para conquistar corazones y mentes (1).

En ese mismo contexto, una organización con base en la red, la MoveOn.org, consiguió la proeza de organizar la mayor protesta ya realizado en Nueva York, llevando 250 mil personas a las calles para manifestarse contra la guerra (el día 15 de febrero de 2003). Esa misma organización, levantó recursos a través de la web para extender su campaña para las TVs, periódicos y radios.

Un otro ejemplo reciente fue el de la reacción popular a la posición del gobierno español tras el atentado de 11 de marzo de 2003, en España. En vísperas de la elección, el gobierno español intentó a toda costa responsabilizar el grupo separatista vasco ETA por los atentados, reteniendo informaciones y presionando fuertemente la mass media nacional. Eso porque había enviado tropas de apoyo a la invasión de Irak, contrariando la inmensa mayoría de la población, que no quería ver el país envuelto en el conflicto y mucho menos incluido en el mapa del terrorismo islámico. En las horas siguientes a las explosiones, a medida que las informaciones advenidas de los organismos de seguridad se mostraban contradictorias y sospechosas, se observó una gran reacción en cadena. Millones de mensajes SMS fueron deflagrados protestando contra la acción del gobierno. Fuera de los canales tradicionales, blogs, fotos enviadas en tiempo real de las marchas e e-mails denunciaban la farsa preelectoral. Aún con una prensa "cautelosa" y sometida a pesadas presiones – venidas, inclusive, del gabinete presidencial –, el partido del gobierno, antes franco favorito en las elecciones, vio en cuestión de horas su deseo de permanencia en el poder arruinarse. Eso no sería posible si no fuera por la utilización de esas herramientas tecnológicas como apoyo a la acción ciudadana.

Tales hechos atestan el surgimiento de nuevas formas de organización y articulación de individuos y colectivos en amplias y difusas redes sociales, algo imposible de ocurrir hace algunos años atrás – por lo menos de esa forma y con tal alcance. La materia-prima básica de esa nueva forma de organización es la información ampliamente generada, distribuida y compartida. Ese poder resulta de la ampliación de la capacidad de producir, reproducir, compartir, difundir y expresar hechos, ideas, valores, visiones del mundo, experiencias individuales y colectivas en torno a intereses, identidades y creencias – y en un espacio muy corto de tiempo. Esa repartición de valores, ocurre con mediaciones cada vez menores y sin interferencia directa de gobiernos o corporaciones.

Tradicionalmente, muchos gobiernos y corporaciones conseguían imponer medidas en contra de los intereses colectivos debido a la creencia de la incapacidad de organización y resistencia de los afectados. Sin embargo, con el uso creativo de las nuevas herramientas tecnológicas, acciones más específicas y circunstanciadas pueden generar, potencialmente, un agregado de fuerzas contrarias de alcance global. A los individuos y colectivos, que otrora se encontraban dispersos o aislados, se les hace posible concentrar su acción en favor de una causa común, con base en las cada vez más extensas redes de solidaridad.

Ejemplos no faltan: ecologistas locales y las redes de denuncia y articulación global, activistas de los derechos humanos y las grandes organizaciones internacionales (Amnistía Internacional; American Watch), grupos por una globalización alternativa y las redes de organizaciones en apoyo a los países pobres y excluidos de los beneficios de la economía global, o las extensas redes de exiliados por el mundo (como la Palestinian NGOs Network). Como si no bastara, se observan alianzas y cambios de informaciones y apoyo entre las diferentes redes de colectivos sociales, explotando los elementos que tienen en común. Nos referimos, por lo tanto, a las redes que incluyen centenares de entidades, que intercambian información, forman grupos de presión y se apoyan mutuamente. Estas son incomparablemente mayores que hace poco más de diez años, cuando se comenzó a hablar de ellas (ver Scherer-Warren, 1993).

5.1. Organizándose en redes: algunos casos

Algunos ejemplos de actuación en red por parte de las organizaciones sociales son los del Global Watch, No Border, Palestinian NGOs Network, Global Citzen Initiative, Third World Network, ICG, Fórum Social Mundial y de la Confederation Paysanne. Listamos abajo algunas de las redes de organizaciones, que funcionan como especies de puntos nodales de colectivos y agrupaciones de activistas menores y diversos.

EcoHispano.com

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